La
conspiración de cuando en cuando aparece como La Llorona en los pueblos,
precedida por los fuegos fatuos que se desplazan en la sabana. Los mozalbetes
cuentan que en las noches oscuras, si se va hacia los confines del caserío, más
allaíta de las zonas de tolerancia, se oye el llanto gemebundo de ese espanto y
un celaje se pierde en la oscurana.
En
estos días, los próceres rojos andan de a toque. Cada vez que una neurona se
les activa, denuncian golpe de estado.
Lo
último ha sido la performance del general Miguel Rodríguez Torres, quien sin
rubor ha denunciado un complot de tal extensión, variedad y naturaleza en
cuanto a sus integrantes, que mas bien semeja el hit parade de la política
chic. Hasta se encuentran ciudadanos adoloridos por su precaria importancia al
no aparecer en el directorio de enemigos consagrados del régimen.
De
tanto hablar de golpe de estado el gobierno ha convertido el concepto en
cualquier cosa y su contenido tan gelatinoso se ha vuelto que es igual
conspirar con generales para alzar las unidades comprometidas en la revuelta,
que hablar bullicioso en una esquina, darle agua y comida a los muchachos en
las barricadas o sostener que Nicolás ejerce un cargo en forma ilegítima.
Como
todo es lo mismo, lo grave y lo leve, lo serio y la chacota, lo denso y lo
fluido, se hace difícil atender a la moralina que se desliza en los pliegues de
los discursos del poder. El día en que la Iglesia tome los pecados veniales por
mortales y se confunda la gravedad de la falta de ayuno con el asesinato,
entonces cualquier asunto grave podrá ser banalizado. Tirarle palabras al azar
al micrófono como lo hace Maduro en sus atolondramientos puede llegar a ser
considerado como un discurso de Churchill.
La
confusión es interesada. Verdaderos golpes de estado fueron los de Chávez y
compañía en 1992: vastas unidades comprometidas; centenas de muertos; ejecuciones
de soldados, policías y civiles por parte de los insurrectos; toma de lugares
estratégicos; desconocimiento de los deberes constitucionales por parte de los
alzados; intento de asesinato del Presidente de la República y su familia. Pero
como la verdad es un efecto de poder, esa matazón la ha convertido la narrativa
roja en una rebelión purificadora ejecutada por románticos incurables; una
especie de acto poético, como los del Che, con tableteo de ametralladoras.
Mientras
tanto, los cinco lustros de marchas agotadoras de la sociedad civil, en todas
sus versiones, desde "con mis hijos no te metas", hasta "Maduro,
mijito, renuncia", pasando por el "Chávez vete ya", son -según
el régimen- ¡intentos de golpes de estado! Está atravesado el 11 de abril cuando
los oficiales designados por Chávez, algunos de los cuales no cabían en el
tanque de guerra de tanto orgullo chavista, se negaron a disparar a la
población civil. Pero el régimen ha convertido estas gestas cívicas en sedición
y la de 1992 en infantiles paseos por el prado de unos párvulos perdidos y
pasmados. Los golpistas que están en el poder, por una ñinga no aparecen en
pantalones cortos, corbata de lacito, mirada estrábica, relamiéndose una
chupeta de ajo, con capucha cónica de tontones.
LA
TÁCTICA INFORMATIVA.
Estos
días, la manera en la que la burocracia roja informa tiene dos componentes
importantes. Uno, el de centrarse sistemáticamente en el tema del golpe de
estado opositor; y dos, anunciar cada dos o tres días que dentro de otros días
más habrá anuncios importantes. El efecto esperado es multipropósito. Por una
parte, colocar a los dirigentes opositores a defenderse de la acusación y a que
se sientan obligados (algunos les encanta aclararlo sin que se lo pregunten) a
decir que no son conspiradores, que no les gustan los golpes, que nunca lo han
hecho, que jamás lo harían, que ni les ha pasado por la cabeza; incorporados
sin remedio al cuento golpista del gobierno. Estos anuncios repetitivos, con
algún "acusado" nuevo cada vez, intentan organizar la opinión pública
sobre el tema. Por fortuna, el golpe ha caído en el mismo nivel de credibilidad
de los "magnicidios", el "diálogo" y la "recuperación
económica".
¿Y
LOS MILITARES?.
Como
enseña la sabiduría esotérica, para que haya golpe tiene que haber militares.
Dicen los portavoces que hay decenas de oficiales detenidos o investigados.
Entonces, el golpe habría sido debelado.
Los
civiles que el Gobierno denuncia tienen una actividad pública, cívica,
ciudadana, de oposición, en el marco de la Constitución. Sin embargo, la
denuncia casi diaria de que todo el que no esté en el "diálogo" con
el Gobierno está en la conspiración es una patraña simple, de efectos
potencialmente criminales: todo a quien el Gobierno no reconozca como opositor
pacífico y dialogante es golpista, por lo tanto susceptible de ser perseguido y
encarcelado. Obsérvese cómo los que protestan en las calles, los partidos y
dirigentes que no están representados en las negociaciones con el régimen, los
dirigentes independientes que piensan que el régimen debe ser reemplazado, los
líderes estudiantiles no asociados a los partidos, son señalados. El objetivo
es impulsar "el deslinde" en la oposición, criminalizar a "los
radicales" y al hacerlo, debilitar a éstos y también a "los moderados",
porque no hay que olvidar que unos y otros forman parte de una misma fuerza
aunque con diferentes visiones. Por eso no resulta demasiado comprensible
cuando dirigentes políticos opositores enfatizan su condición "no
golpista" como instrumento para diferenciarse de otros líderes opositores,
lo que en la práctica es lanzarles la jauría roja.
EL
FONDO DEL DEBATE: LOS MILITARES.
Hay
quienes piensan en la conveniencia de un golpe de estado militar y esa opinión
no hace al que la emita un golpista. También hay los que no les gusta, pero lo
estiman inevitable o necesario; tampoco son golpistas. Pero además hay quienes
piensan -como quien esto escribe- que la salida de la crisis política actual no
podrá ser sin los militares ni contra los militares; que será una salida
dirigida por civiles, constitucional, y deseablemente como producto de un
entendimiento entre el chavismo (que incluye militares) y los sectores
democráticos, lo que incluye principalmente a los que protestan.
Si los civiles
no dirigen la salida a la crisis lo harán los uniformados, a quienes nadie
quiere llamar entre otras razones porque ya llegaron, allí están, con sus
tanques y aviones en medio de la cristalería. Colocados allí por Chávez que
llegó a manejarlos con destreza y encontrados allí por Maduro, que no los
entiende, ni ellos lo entienden a él.
Con
la protesta se ha potenciado la necesidad de una salida. Es su motor; la
rebelión de los nuevos ángeles se instaló mas como una decisión existencial que
política, puede subir o bajar, pero es una inédita forma de relación y afecto
entre los ciudadanos de un país roto.
www.tiempodepalabra.com
@carlosblancog
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