Cuando
leí el documento sobre la “crisis del capitalismo” emitido la semana pasada por
el partido gobernante de Venezuela, no puede evitar preguntarme si sus autores
viven en este planeta, o si han estado leyendo las noticias en los últimos
años. El documento es tan disparatado que uno debe preguntarse si el problema
de Venezuela es político o psiquiátrico.
No
hay dudas de que el capitalismo es un sistema perfectible, y que debe ser
ajustado cada tanto para darle mayores oportunidades a los más desprotegidos.
Pero creer que el capitalismo y su cara más visible, Estados Unidos, están
sufriendo una caída inexorable —tal como creen el partido gobernante venezolano
y un sorprendente número de venezolanos, argentinos, bolivianos y otros
latinoamericanos— es una negación flagrante de la realidad. De hecho, lo que
está ocurriendo es lo contrario.
El
presidente venezolano Nicolás Maduro, quien inauguró el III Congreso del
Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que produjo el documento titulado
“Documento Ideológico y Pragmático: la crisis del capitalismo y sus rasgos más
relevantes”, o bien ignora o elige ignorar varios hechos que presagian un
significativo ascenso económico de Estados Unidos en los próximos años.
El hecho más inmediato es la revolución energética estadounidense. Gracias a una nueva tecnología conocida como “fracking”, o perforación horizontal, la producción energética de Estados Unidos se ha disparado. EEUU, que hasta 2008 era un importador neto de petróleo, probablemente supere a Arabia Saudita y a Rusia para convertirse en el mayor productor de petróleo del mundo para fines de esta década, según la Agencia Internacional de Energía.
“El
reciente incremento de la producción estadounidense de petróleo y gas natural
ha sido nada menos que asombroso”, escribe Edward L. Morse, director de
investigación de materias primas de Citi, en la revista Foreign Affairs. “Durante
los últimos tres años, Estados Unidos ha sido el productor de hidrocarburos de
más rápido crecimiento del mundo, y nada indica que esa tendencia cambiará en
el futuro próximo”.
“Estas
tendencias le darán un empujón significativo a la economía de Estados Unidos”,
escribe Morse. El país pasará de tener un déficit comercial petrolero de
$354,000 millones en el 2011, a un superávit de casi $20,000 millones en
petróleo y gas para el año 2020. Y el cartel de países productores de petróleo
de la OPEC se hará cada vez más irrelevante, señala.
La
revolución del “fracking” es un fenómeno estadounidense, que a otros países
como China, Rusia, los miembros de la Union Europea, Venezuela o Nigeria les
resultará muy difícil replicar, dicen los economistas.
La
razón es que Estados Unidos es uno de los pocos países en que los dueños de la
tierra son propietarios de todo lo que hay debajo de sus propiedades
—incluyendo el petróleo y gas—, por lo que tiene un ecosistema único en el que
miles de propietarios de tierras compiten para producir más energía, y más
barata.
En
otras partes del mundo, donde los gobiernos son dueños del petróleo y el gas,
los dueños de la tierra y sus representantes políticos tienden a oponerse al
“fracking”, porque a ellos les tocan muchos de los problemas y pocos de los
beneficios de la nueva tecnología. Francia, Alemania y otros países europeos ya
han suspendido las operaciones de “fracking” debido a las preocupaciones
ambientales de los terratenientes.
Pero
la revolución energética de Estados Unidos es tan sólo una de las razones por
las que los predicadores de “la crisis del capitalismo” están soñando
despiertos. La revolución de la innovación —que ya nos ha dado Google y Apple,
y que muy pronto nos dará el consumo masivo de impresoras 3-D, vehículos
autoconducidos y viajes espaciales de empresas privadas— sigue floreciendo en
Silicon Valley.
El
año pasado, Estados Unidos fue otra vez, indiscutiblemente, el país que
registró, por un margen muy amplio, el mayor número de patentes en todo el
mundo. EEUU registró 148,000 patentes en 2013, Japón 54,200, Alemania 16,700,
China y Hong Kong juntos alrededor de 7,000, y Venezuela 15, según los datos de
la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos.
Mi
opinión: Una mirada desapasionada de la realidad demuestra que, aunque
Washington tiene que cuidarse de no permitir que su revolución energética dañe
el medio ambiente, las cosas pintan bien para Estados Unidos en los próximos
años. Mientras tanto, Venezuela tiene uno de los índices de inflación más altos
del mundo —se estima que alcanzará el 75% este año—, sufre de una creciente
escasez de alimentos, y tendrá en el 2014 el menor crecimiento económico de
Latinoamérica, según todas las instituciones financieras internacionales.
Muchos
de nosotros sabemos de sobra todo esto, pero es sorprendente ver cuántos
dirigentes políticos latinoamericanos siguen engañando a sus pueblos con
cuentos sobre “la inexorable decadencia” del capitalismo estadounidense. En
muchos casos, son sus propios países los que están en caída libre.
Andres Oppenheimer
aoppenheimer@elnuevoherald.com
@oppenheimera
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