La semana pasada tuve el honor de ser
invitada por el Doctorado en Educación de la UNIVERSIDAD INTERAMERICANA DE
EDUCACIÓN A DISTANCIA DE PANAMÁ (UNIEDPA) para dar una conferencia sobre
Octavio Paz, y así cerrar el ciclo de actos con que la Universidad, ha
celebrado el centenario natalicio del gran escritor mexicano.
OCTAVIO PAZ |
Aunque no soy especialista en el campo
literario, pues mis especialidades son la Psicología, las Ciencias de la
Educación y las Ciencias Políticas, traté de hacer una conferencia coloquial y
anecdótica de la que quiero ahondar aquí el tema de la hostilidad política con
que algunos sectores trataron al escritor. ¿Tiene el creador intelectual
obligación política con su sociedad? ¿Debe ajustar su testimonio a rumbos
ideológicos establecidos?
He leído y sigo leyendo mucho sobre
literatura y las grandes obras de los maravillosos poetas y novelistas que
admiro, y considero, que la vida, obra, y legado de Octavio Paz son una forma
de respuesta personal, una valoración filosófica de la realidad, que impuso
acento y contenido a su expresión literaria.
El escritor nació en marzo de 1914, cuando en
la Europa que todavía irradiaba la cultura mundial, aparecían indicios de que
la antigua civilización comenzaba a morir. Desde unos años antes, Einstein
minaba los cimientos del modelo cosmológico de Newton.
Durante dos siglos y medio se había impuesto
la visión newtoniana de un universo estable, predecible y eterno. Pero la
Teoría de la Relatividad, y pronto la mecánica cuántica, probaron que las
verdades de Newton, con su matemática de la exactitud y la certidumbre, valen
para el mundo indiferente que percibimos, pero no para el interior, invisible y
primigenio, de los átomos que constituyen ese mundo.
Nada quedó de pie. Cayó la eternidad, la
certidumbre, el determinismo, el cálculo exacto. Emergieron las probabilidades
y la estadística, para un submundo cuyas partículas pueden ser y no ser a la
vez, o estar en varios lugares al mismo tiempo.
El impacto de las nuevas y súbitas teorías
conmocionó las formas de pensamientos filosóficos, literarios y artísticos. La
comunidad intelectual aún no entendía qué pasaba, cuando la Primera Guerra
Mundial arrasó el resto de los valores tradicionales e incubó la sospecha que todo puede terminar algún día.
La conclusión que el pensador francés Paul
Valéry lanzó al terminar la guerra –“ahora sabemos que las civilizaciones
también son mortales”- resume el estupor y la confusión que apresó al planeta.
El miedo al futuro, la culpa, el pesimismo, pusieron en duda la fe en la
humanidad, inspiración del quehacer intelectual desde su recuperación por el
Renacimiento europeo, 500 años antes.
Una generación después, la Segunda Guerra
Mundial, la bomba atómica, la guerra fría y las demás locuras, convencieron
que, perdida la razón, no había salida posible. El gran poeta fue uno de los
que tomó esas desgracias con obsesión personal y su obra poética es una
reflexión filosófica continua y profunda sobre la humanidad, sus valores, su
gloria, su miseria y su destino.
Su presencia personal comprometida le obliga
a explicarse ante la crisis: “¿Dónde viertes, avidez de nada?/ No soy la piedra
que se precipita,/ soy su caída, y más,/ soy el abismo,/ el círculo de sombra
en que se ahonda.” (Mar por la tarde).
Impotente ante los hechos, y desencantado de
sus luchas e ideales juveniles, rechaza los poderes y sus valores
convencionales, pues han fracasado: “Sentados a las mesas, donde beben la
sangre de los pobres:/ la mesa del dinero,/ la mesa de la gloria y de la
justicia,/ la mesa del poder y la mesa de Dios./ Creí en todo esto. Hoy duermo
a la orilla del llanto./ También el llanto sirve de almohada.” (Atrás el
cielo).
Octavio Paz fue por entero un pensador de su
siglo, llamado “de las guerras”. Su testimonio iluminará la valoración futura
de nuestro tiempo. Siempre se ha reconocido en los poetas el don divino de
“cubrir la ruda desnudez de la verdad con el diáfano manto de la fantasía”,
como escribió el peruano Luis Alberto Sánchez.
¿Será que ese mundo mágico es más bien
cuántico, donde el dilema de Hamlet ya no sería categórico? De ser así, el
“Epitafio para un poeta”, que Octavio Paz escribió cuando tenía 30 años, suena
a la vez cuántico y premonitorio:
“Quiso cantar,/ cantar para olvidar su
verdadera vida de mentiras/ y recordar su mentirosa vida de verdades”. Bajo esa
luz, Octavio Paz luce paradigma del escritor y del artista que no tiene más
compromiso que con su verdad, pagado con dudas terribles y esquivas
convicciones, en una búsqueda incesante de salidas para la trágica condición de
la humanidad.
Zenair
Brito Caballero
britozenair@gmail.com
@zenairbrito
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