Matthias Stomer: "Joven leyendo a la luz de al vela" |
Ese
mismo fenómeno del Gabo se tradujo en lo que se conoció como el boom de la
literatura latinoamericana, y en el cual sobresalían una serie de figuras, que
constituían la novedad de las letras hispanoamericanas; pero, además,
encarnaban una apariencia que más bien los ligaba con galanes de cine, como
eran Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar, a este último decía
Tomás Eloy Martínez que le llamaban en Argentina Greta Garbo, “por lo bella y
distante”, que le decían a ella; de modo que había llegado la hora cumbre de la
novelística, y se daba en esta región del mundo, reconociendo a esta gente como
“chef d´oeuvre” en esta materia, en cualquier escenario de discusión de temas
de estética; yo diría que aquello constituía una especie de canto de cisne de
este género de literatura; pues a partir de este momento la figura del escritor
de romance, digamos, iría pasando a un segundo plano, dándose el caso como el
que me contó un amigo mío, de que a su hija ya no le dice nada el Gabo.
Porque
a través de esta gente nosotros nos pudimos remontar hacia autores mayores, que
habían sido sus maestros; como sería el caso de Faulkner y Hemingway, creo que
alguna vez el Gabo dijo que también le debía mucho a éste; James Joyce, Marcel
Proust, Tomas Mann, Franz Kafka; que habían sido los grandes revolucionarios de
la novela, y esto porque eso que se conoce como La Ilustración, había invadido
también la teoría estética, relativa a la novela; el filósofo marxista George
Lukacs, incluso, escribió una obra titulada “Teoría de la Novela”, y esto,
porque como lo demostrará Milan Kundera más adelante, este género literario se
transformará en una alternativa de saber, a propósito de la hegemonía que
ejerce para ese momento en este terreno la ciencia; pues no se olvide que eso
que se conoció como positivismo hasta le rindió culto a la ciencia; en un
momento en que se pensó que esta era la gran diosa del universo; sobre todo, a
partir de los números y los aciertos de la matemática.
Eso
significa que la novela se vino a erigir como una especie de contra-saber;
subversivo, además, según Kundera; dejó de ser un medio para la diversión, llamado
a despertar grandes emociones, como había ocurrido con la novela romántica;
para transformarse en vehículo para la reflexión filosófica; aunque en la misma
no dejaba de colarse el conocimiento científico, como sería en el caso de Joyce
con su novela “Ulises”, y donde hay mucho del psicoanálisis de Freud; pero
donde se observa ese deslinde, como decía, de la novela romántica, en el
sentido de que éste rompe con la manera de estructurarse, precisamente, el
relato; que es cuando entra a la literatura el monólogo interior; que se
combina en la novela de Joyce con un narrador omnisciente; pero sí muy presente
en Proust, aunque este último muy alimentado, además, de la filosofía de
Bergson: un pensador francés con una excelente pluma. Una reflexión que sí estará
presente en Mann, aunque éste nunca asumirá el monólogo interior; al igual que
el Gabo; quienes apelan al narrador omnisciente; combinado en el caso del Gabo
con una especie de monólogo interior, partiendo del hecho de que Cien años de
Soledad comienza en la mitad del relato, y que a partir de allí se inicia una
evocación de una serie de hechos, que lleva a cabo el personaje principal de la
novela.
Lo
digo con toda honestidad: si me dieran a escoger entre una obra del Gabo, y una
de Octavio Paz, me quedaría, sin duda alguna, con la de este último; en
especial, porque siento que en la estética de la novela del Gabo prevalece un
cierto imaginario tercermundista; del cual se exorciza Octavio Paz; sobre todo,
porque refleja una muy baja autoestima, a propósito de nuestra condición de
latinoamericanos, y que fue lo que lo llevó a identificarse durante muchos con
un tirano de la estatura de Fidel Castro, quizás, por una cierta tendencia a la
abyección que se da en el espíritu de ese tercermundismo; sólo por la atracción
que ejerce sobre ellos un demagogo muy brillante, con una comedia de
revolucionario; traducida dicha tendencia en el cinismo con el que salió
aquella vez, cuando la comunidad internacional le pidió que condenara un
fusilamiento, ordenado por Castro a unos balseros; que él había ayudado a mucha
gente a escapar de Cuba; dando a entender que por encima de todo estaba su
amistad con el sátrapa; que fue lo que no le perdonó su colega gringa Susan
Sontag.
Enrique
Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo
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