El
régimen autoritario venezolano se empeña en calificar de “fascista” a la oposición
democrática, cuando en realidad él mismo, por su conducta, sus orígenes
ideológicos y su composición social, merecería ese calificativo.
El
fascismo surgió en Europa como expresión brutal de una contrarrevolución
oligárquica dirigida a reprimir los ascendentes movimientos obreros y
socialistas junto con la democracia liberal, y a implantar el principio de la
desigualdad absoluta y la dominación “natural” de los rudos sobre los mansos.
Para sus fines, la oligarquía buscó el apoyo de sectores populares
reaccionarios: pequeños burgueses rabiosos, nostálgicos del pasado, y elementos
del “lumpen-proletariado”. A cambio de garantizar las bases económicas de la
oligarquía, los caudillos fascistas plebeyos ejercieron el mando político
absoluto y participaron en el disfrute del botín material. De este modo, los
fascismos presentan un doble cariz: oligárquico en su esencia pero populista en
su forma. A veces el componente popular incluso se mostraba rebelde y
“revolucionario” frente a la cúpula oligárquica y han ocurrido algunos
auténticos enfrentamientos intrafascistas.
En
América Latina existen dos modelos históricas de fascismo o parafascismo: el
uno, representado por dictaduras militares tradicionales (tipo Trujillo y
Pinochet) y el otro, también militar pero disfrazado de “revolucionario”, capaz
de entusiasmar a masas populares mediante programas de asistencia clientelar
(tipo Perón). Sus diferencias son más aparentes que reales: también los
peronismos están al servicio de oligarquías viejas o nuevas. En el siglo XX,
ambos tipos de fascismo latinoamericano integraban la “Internacional de las
Espadas”, y se apoyaban mutuamente contra las democracias.
El
régimen chavista –hoy protestado por una alianza mayoritaria de clases medias y
populares, dirigida por hombres y mujeres de convicción socialdemócrata,
socialcristiana o liberal (ningún fascista entre ellos)– se diferencia del
peronismo por su empeño en ser “socialista” y en identificarse con el otro
totalitarismo, de origen y filosofía distintos pero de conducta similar: el
estalinismo-castrismo. Sin embargo, la inspiración original de los
conspiradores encabezados por Hugo Chávez fue de corte fascista: militarismo
autoritario, concepto de la tríada líder-ejército-pueblo, influencia de los
“carapintadas” y del neonazismo de Ceresole. El apego al comunismo cubano vino
después, e influye sin duda, pero la realidad es la de un régimen al servicio
objetivo de los intereses de una plutocracia civil y militar, corrupta y
enriquecida a expensas del pueblo. Esa realidad objetiva, aunada a prácticas de
represión brutal y letal comparable a la de camisas pardas y negras, indica con
claridad en qué bando se ubican los fascistas en Venezuela.
Demetrio
Boersner
demboers@gmail.com
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ResponderEliminarInternacionales.
Mejor información puramente intelectual y verz, no puede haber sobre la dicha por el Maestro de la Relaciones Internacionales. Dr. Demetrio.
ResponderEliminarMejor información veraz y puramente intelectual, no puede haber sobre la del Maestro de las Relaciones Internacionales, Dr. DEMETRIO BOERSNER
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