Un
contexto previo:
En la Venezuela 2014 ha recrudecido la polarización político-ideológica entre el llamado socialismo del siglo XXI y el Estado constitucional federal, descentralizado y democrático; en un escenario donde los resultados del modelo económico imperante han impulsado juicios valorativos sobre su viabilidad.
La finalidad trascendente de una Política Económica es la estabilidad
del sistema económico, habida cuenta de los positivos efectos que genera sobre
la sociedad como un todo; a la par que
cualquier situación en contrario puede conducir a eventos de crisis.
La
política económica debe contribuir con
la materialización de un escenario de equilibrio entre la sociedad y el
ciudadano que propicie tanto la seguridad económica de los hogares, como el
logro de las empresas (públicas y privadas) que integran el aparato productivo
en función de satisfacer los deseos de la sociedad en lo atinente a los bienes
y servicios que han de circular, procurando el sostenimiento y mejoramiento en
el nivel de vida, para de tal forma
evitar situaciones de crisis política, entendida, siguiendo a Galdstone
(1991), como un proceso que conduce o puede conducir a la quiebra en el
funcionamiento como conjunto de las instituciones políticas de una sociedad.
La crisis surge ante la presión de la sociedad civil, alimentada por una ausencia manifiesta del bienestar general, que puede llegar a poner en duda la legitimidad de la política económica como acción reguladora para estimular el crecimiento económico; o lo que es lo mismo, aflora una percepción de inefectividad del modelo político- económico.
En síntesis, emerge la presión social asumida como un fenómeno en el que la
sociedad exige del Gobierno Nacional acciones en pro de crear posibilidades
reales y eficientes a la luz de una movilidad social ascendente para la
realización misma del ciudadano (sin distinción de estratos); frenando a toda
costa el estancamiento y retroceso del nivel de vida de la población, que al
hacerse presente propicia un desequilibrio emocional cargado de indignación,
desesperanza, malestar, rabia y más.
A tenor del argumento anterior, asumimos como
hipótesis, que el mayor grado de frustración está focalizado en las clases
medias (baja, media-media, media-alta), mal llamados escuálidos, oligarcas,
etc; cuya posición alcanzada es resultado, en su mayoría, de su actitud y
esfuerzo, hecho que les consagra la disposición
a “luchar” permanentemente por la seguridad económica de su hogar y
contra el indeseable alto costo de vida (esfuerzo para mantenerse en un nivel
social) rechazando la mínima posibilidad de revertir su vida hacia el pasado, e
igualmente un estrangulamiento del
futuro de hijos y familiares, como consecuencia de la aplicación de enfoques
ideológicos decadentes. Hoy día en Venezuela, las clases medias urbanas
pujantes están preparadas, bajo la forma de capital humano, para crearse una
mejor vida y para contribuir en construir un país de bienestar, lo cual explicaría
en parte, la localización de la presión social en urbanizaciones
mayoritariamente habitadas por la clase media.
Sea
pertinente señalar, que los aspectos sociales y los económicos en la mayoría de los casos son mutuamente
excluyentes cuando se trata de la práctica de la política económica; revelando
que, por ejemplo, cuando se orienta el gasto público mayoritariamente hacia la
inversión social (más del 62% en el Presupuesto Nacional venezolano 2014) en
aras de intentar una mejora en la redistribución de la renta petrolera a través
del consumo sacrificando la inversión pública productiva , se desestimula el
crecimiento económico, y por ende se le generan dificultades adicionales al
Gobierno Nacional en relación a las
posibilidades de atender otros sectores de la sociedad.
A estas alturas del contexto analizado, se
hace necesario puntualizar el concepto de Estabilidad Económica y para lo cual
nos apoyamos en la publicación del Banco Central de Venezuela titulada ABC Económico: estado de la economía
caracterizada por baja inflación, crecimiento sostenido y una satisfactoria
utilización de los recursos productivos.
De igual modo puede entenderse, como
una situación en la cual no se registran variaciones importantes en los niveles
de producción, renta, empleo y precios; o también como una ausencia de grandes
fluctuaciones en el nivel general de precios y en el valor del dinero.
Esta puntualización nos facilita inferir si la Venezuela de febrero 2014 muestra estabilidad o inestabilidad económica; la obviedad no admite dudas: ¡¡una sensible inestabilidad económica!!; tal como se refleja en el comportamiento que muestran las principales variables: disminución del PIB; caída de las reservas internacionales; estancamiento de la producción petrolera; sobrevaluación del bolívar; aumento en la dependencia de las importaciones; crecimiento económico esperado 2014 entre 1% y 2%; escasez de divisas; déficit fiscal estimado 2014 superior al 13% del PIB; inflación anualizada prevista 2014 por encima del 60%; crecimiento de la deuda interna; dificultades para asumir deuda externa ante el aumento en el costo de financiamiento como reacción a una elevación del riesgo país; caída de los Títulos de la Republica a la luz de la inestabilidad política imperante; escasez del 28% según el BCV; desabastecimiento en bienes esenciales (pocas marcas y desconocimiento de las existentes); racionamiento de tipo electrónico para compras de alimentos por semana y cantidad específica; pérdida del poder adquisitivo, desabastecimiento de alimentos y otras.
A manera de reflexión final, formulamos la pregunta clásica de Wright
Mills adaptándola a nuestro país: ¿quién gobierna en Venezuela? Porque la
acción de gobernar más importante en cualquier Estado es aquella que tiene que
ver con la práctica de la política económica. Siendo así, nada cuesta entender
que gobernar es más complejo que dinamitar los puentes que pueden conducir
hacia acuerdos consensuales mediante la
AUTOCRÍTICA.
Jesús
Alexis González
Jagp611@gmail.com
@jagp611
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