El
manejo del discurso en situaciones de crisis es clave al momento de bajar o
subir los niveles de conflictividad social y política. Cuando usted tiene una
responsabilidad de liderazgo modela conductas. En consecuencia, lo que dice o
deja de decir influye directamente sobre sus seguidores. Lo que uno espera del
liderazgo es un mínimo sentido de responsabilidad, mucho más cuando hablamos
del jefe de Estado. Las palabras es imposible recogerlas, detener sus
consecuencias aun más difícil.
Nadie
puede apagar la “candelita” echándole gasolina, nadie puede llamar a la paz con
un discurso incendiario. Las palabras de Nicolás Maduro esta semana ordenando a
los llamados “colectivos” disolver barricadas representan un acto de enorme
irresponsabilidad. Primero porque no compete a civiles el control de
manifestaciones públicas y segundo porque enfrentar pueblo contra pueblo lo que
trae es más violencia. Tal como quedó demostrado con los lamentables hechos de
Los Ruices.
Un
presidente debe evaluar muy bien el impacto que tienen sus palabras sobre la
opinión pública. No puede una persona que ocupa la primera magistratura del
país salir en cadena de radio y televisión dando mensajes que en nada
tranquilizan a la población. No quiero pensar que sea algo premeditado, no quiero
pensar que algunos estén interesados en llevarnos a un escenario de caos y
muerte para sacarnos del foco sobre los verdaderos problemas de Venezuela:
escasez, inflación, inseguridad, corrupción y desempleo.
Es contradictorio verlos un día en televisión con globos blancos llamando a la paz y al otro día rodeados de militares llamando a la confrontación. Nadie los entiende, así es imposible creer en un posible dialogo, sobre todo porque la calle te dice otra cosa: Siguen las detenciones y la represión. Ahora con el componente de los grupos paramilitares que a punta de pistola disuelven manifestación.
Es
momento que desde el poder entiendan que la paz está en sus manos. No pueden
borrar las demandas sociales de un amplio sector de la sociedad a punta de balas.
Tampoco tratar de invisibilizar a más de 7 millones de venezolanos llamándolos
fascistas. Mientras veamos al contrario como enemigo y no como adversario
alimentamos la violencia. El país necesita un lenguaje de paz que les hable a
todos sin dividir, sin odios, sin resentimientos. Pero para que haya paz debe
haber justicia, que los nombres de los jóvenes asesinados en estos días no se
sumen a las listas del olvido que ha generado la impunidad.
Brian Fincheltub
Brian@juventudsucre.com
@Brianfincheltub
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