El discurso de Nicolás Maduro en la Asamblea
Nacional fue vaporoso y anodino. Estuvo muy por debajo de las expectativas que
el país se había creado.
Tal como lo señaló el comunicado de la MUD, evadió los
grandes problemas económicos nacionales:
la deplorable situación de PDVSA y de las empresas de Guayana, la escapada del
dólar paralelo, el fracaso del control de cambio y el control de precios como
anclas para defender las reservas internacionales y someter la inflación, la escasez y el
desabastecimiento, el subsidio desmedido a la gasolina, el fracaso de las
empresas confiscadas y reestatizadas para elevar la producción y la
productividad, el déficit fiscal, las fallas eléctricas.
¿Por
qué fue tan insípida su alocución si 2014 no es un año electoral y el costo
político de tomar medidas duras, aunque inevitables, sería relativamente bajo,
y dispondría de suficiente tiempo para recuperar su imagen para las elecciones
legislativas de finales de 2015? ¿Por qué no encaró los verdaderos nudos
críticos del aparato productivo nacional con proposiciones concretas y viables?
Una razón podrá hallarse en su vieja formación ideológica en la Liga
Socialista, frente legal de la entonces proscrita Organización de
Revolucionarios (OR), desprendimiento del MIR de los años sesenta. Maduro fue
un aguerrido militante marxista que se nutrió del pensamiento del Che Guevara
en la Cuba de los 70, cuando el culto al Guerrillero Heroico causaba furor en
la isla.
Otra
causa se relaciona con el equilibrio de fuerzas entre marxistas ortodoxos y
socialdemócratas pragmáticos dentro del Gobierno y el PSUV. Maduro se ve
obligado a moverse como un equilibrista entre esas dos facciones.
La primera
reclama un socialismo más estatista, más colectivista y más apegado al canon
leninista-maoísta. La segunda posee un tinte más pragmático. Entiende que China
giró de Mao a Deng, no porque el Gran Timonel al final de sus días hubiese sido
un viejo verde a quien le gustaba retozar en su amplia habitación con
jovencitos de ambos sexos, sino porque su tozudez anticapitalista y antimercado
condujo al gigante asiático a la ruina más ominosa. Esta ala pareciera que
desea impulsar cambios que pongan la economía a tono con los desafíos impuestos
por la globalización, pero no consigue el respaldo decisivo del nuevo jefe de
la revolución, quien sólo militarizó los organismos económicos con la esperanza
de que los uniformados eviten llegar al colapso total y con el propósito de
comprometerlos con el fracaso, cuando este ya sea inevitable (como ocurrirá si
sigue los consejos de Giordani).
La
razón más importante por la cual el discurso fue tan etéreo reside en la
presencia fantasmal de los hermanos Castro y el nexo tan fuerte que lo une a
los cubanos. Maduro no es el secretario
ideológico del PSUV. A pesar de su apego al Che y a Chávez, su reto no
consiste en lograr que el socialismo marxista mantenga la pureza en Venezuela,
sino en preservar el poder, llegar a 2019 sano y salvo, y entregarle la banda
presidencial a un compañero de partido o conservarla él mismo. Para lograr
estos objetivos tan terrenales está convencido de que necesita la ayuda de los
cubanos y la asesoría de ese par de mentes diabólicas encarnadas en Fidel y
Raúl Castro.
Esa asesoría cuesta mucho dinero medido en
barriles de petróleo. El país, especialmente la oposición, sabe que el subsidio
a los tiranos es gigantesco y que si se suprime, los recursos liberados
servirían para estabilizar las cuentas fiscales. No habría necesidad de aplicar
una terapia de choque. Esta verdad la conoce también Maduro, por eso no se
atreve a adoptar las medidas que pondrían en orden las cuentas internas. El
pueblo no entendería por qué tiene que sacrificarse, mientras el Gobierno les
regala el petróleo a los ancianos dictadores. A la oposición le daría poderosos
argumentos para la denuncia y el ataque. La subordinación a los Castro opera
como una camisa de fuerza que inmoviliza al Gobierno y lo arrastra a actuar por
inercia, sin capacidad para tomar decisiones autónomas. Apenas se atreve a
anunciar unas medidas de políticas cambiaría que en nada corrigen los
desajustes existentes.
Venezuela
volverá ser Independiente cuando se libere del yugo de Cuba.
@trinomarquezc
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