Hubo un reino donde gobernaba una clase
política que derrochaba democracia en todas sus ofertas y planes de la nación.
Los súbditos divididos en clases, marginados, media y media alta, se
acostumbraron al ritmo del péndulo, cada cinco años se turnaba un rey con más
democracia y todos bailaban, a ritmo de bolero, una forma de gobierno que permaneció por más de 40 años, mientras los
marginados “meneaban su sopa” que estaba en olla de presión a punto de ebullición.
Pasó el tiempo y el reinado se caracterizaba
por la bonanza, dinero a granel, debido a que el rey de turno logró amasar gran
fortuna con los recursos naturales que tenían para explotar y exportar. Sin
embargo, entre blancos y verdes se comenzó a producir una legión de individuos
que se adueñaban cada vez más de los recursos y a enriquecer su patrimonio,
mientras las arcas de la república quedaban comprometidas.
El piso se erosionaba, existía mucho malestar
por una gran diferencia entre ricos y pobres, estos últimos eran engañados una
y otra vez. A esta clase pobre de la sociedad los blancos y verdes,
y de la diversidad variopinta, les daban materiales de tercera para
construir casas o también se los robaban para vivir hacinados en cerros o en
áreas inapropiadas para habitar.
En el reino se fue deformando la convivencia
humana porque se consideraba que las políticas estaban irremediablemente
condenadas al fracaso. Sin embargo, el rey de turno miraba solo hacia un
horizonte personal, donde la abundancia, el derroche, las formas de vida familiar
eran cuestionadas. Hubo asesinatos, grupos comandos que cometían sicariatos,
las cárceles registraban un estado de deterioro y hacinamiento total. Así fue
como llegó la demolición de unos de los retenes más atroz, a raíz de una
decisión política de un rey que mandaba por apoyo de un chiripero.
Todo era fríamente observado, la vida por
arriba era ostentosa, muchos llegaron a estudiar completo, otros carecían de
oportunidades, el que no viajó no lo aprovechó; no obstante, por debajo el
estiércol corría por las calles, pero una gran clase respiraba con el pañuelo
en la nariz. Descontento, malestar, quejas y presagio del final de la
democracia, era la comidilla en puerta.
Nadie se dio cuenta de lo que podía pasar y
mucho menos de lo que iba a llegar para un reino próspero y quizás envidiado
por su producto interno bruto. Llegó el cambio, el rey de turno blanco fue
destronado en varias intentonas. Hasta que cabalgando como jinete con malos
presagios, apareció el llanerito con una corte militar para posicionarse del
patio que, según cuentan, se lo encomendó el propio libertador de la patria. En
esa locura, se sumergió una gran cantidad de súbditos, entre ellos los
marginados.
Y con el pueblo en la mano, mas la clase
productora de la comarca apoyando al nuevo rey, se comenzó a gobernar bajo la
alegría de que ahora si se iba a producir un gran cambio. El rey nuevo mantenía
una carta debajo de su manga o era el mango de su garrote. Desde una isla
lejana lo comprometían a realizar una revolución social y por ese sendero se
dejó llevar durante largos años, entre elecciones, protestas y marchas.
Lo único que no cambió en ese nuevo gobierno
galáctico, fue el nombre de la patria, aún se conserva como Venezuela, el mismo
país que pasó de su enamoramiento al divorcio total del jefe de la manada que
nunca más volvió. El país se convirtió en Venezuela sangrante, ahora no en las
manos de un llanero, sino de un forastero, la exprimieron por todos los
rincones, creció una casta de delincuentes de arriba y de abajo. Los ojos atónitos
de los opositores comenzaron a replegarse para volver a mantener la vida de
épocas pasadas.
Pasaron factura, con la nueva dictadura
creció la élite de los enchufados de lado y lado, la descomposición social
incontrolable, las muertes, corrupción, alimentación y formas de vida
terminaron con el país que, finalmente, quedó a merced de los extranjeros. No
hubo nada que defender, solo jóvenes heroicos dieron un paso al frente para
rescatar su futuro perdido. Algunos encontraron la sedienta muerte de colectivos
armados, nada se pudo revelar y todo quedó para la historia y aún cuenta la
leyenda que hubo detenidos por autoridad del mandante, otros multiplicados siguen por las calles con la esperanza de
retomar la respiración de la patria perdida.
Susana
Morffe
@susanamorffe
www.desdelaisla.hazblog.com
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