Hoy amanecí con el corazón apretado.
Los
sentimientos tan profundos, tan intensos que se han generado por todo lo que
atraviesa nuestro país se sienten con un inmenso dolor. A veces es confuso, no
sabemos si es el alma que nos llora o si verdaderamente un dolor físico se ha
apoderado de nuestro cuerpo.
Quisiera escribir tantas cosas. Quisiera contarles
como mi hijo se encontró ayer en Altamira cara a cara con el mal; decirles que
se me heló la sangre cuando nos contaba como aún teniendo sus brazos alzados
ante efectivos de la GNB, uno de ellos le decía al que lo apuntaba
directamente: -Quémalo. Con razón aquella pancarta que le hizo llorar: "En
Venezuela todo es caro, pero la vida no vale nada".
Quisiera encontrarme con cada madre que ha
sufrido el horror del maltrato, del atropello y de la oscura muerte de sus
hijos. Quisiera abrazarlas con mis palabras pero pareciera que la tinta de mi
pluma hoy se ha secado. En ocasiones como éstas, quienes constantemente
escribimos cuidamos cada palabra, pues queremos ser consuelo, lámpara, abrazo.
No más desolación y tristeza, no más angustia y dolor. Mientras mi alma se
debate en el mensaje, me llama mi hermana desde el corazón del Táchira, la
tierra de muchos valientes. Pareciera que la tinta que le falta hoy a mi pluma
se ha desbordado en la de ella. Me envía sus palabras, las leo detenidamente;
luego, decido compartirlas con ustedes:
"Quisiera hoy, con el corazón apretado,
con un nudo en el estómago, comunicar lo que nunca imaginé podía ser una
realidad en mi vida, en la de mi familia, en la de mi país. Mi cuerpo se
mantiene en una constante angustia. No sé si es mi intolerancia al cinismo
personificado en un régimen que se rinde a la brujería y ama las armas; no sé
si es eso lo que produce en mí el deseo de vomitar; vomitar todo este caos que
simplemente es indigerible. Sí, vomitar porque no tolero el alimento. Mi ser
esta llorando las quejas de miles de almas que me llegan al oído con la palabra
auxilio; está llorando la soledad de las víctimas que sienten el abandono de
los que están en el poder. La ausencia en las calles de quien defienda a miles
de jóvenes, que sólo tienen como protección la de Dios, que solo tienen como
escudo la bendición que les dieron sus padres al salir de casa, sin saber si
volverían.
Expresar esto nunca había pasado por mi mente
hasta que se montara en el poder Chávez; allí muchos supimos que algo así
podría vivirse. Chávez se convirtió en el redentor de muchos, en el cristo de
una gran población que fue víctima de gobiernos corruptos en nuestro país; sin
embargo, todos los males de la IV República, como la han llamado, se quedó en
pañales. Pues la V, continuada con Maduro añadió con creces los males del
pasado agregando la maldad diabólica de un comunismo disfrazado de democracia
que pretende acabar con el que tenga una ideología diferente a la de ellos.
Hoy mi país está sangrando, está llorando en
cada hogar, en las calles, de día y de noche. Pareciera que quisieran
arrancarnos la esperanza. Nos someten a tal
estado de burla, que la impotencia quisiera hacernos olvidar los valores
para enfrentarnos unos contra otros. Observamos como el nivel de tolerancia se
ha hecho mínimo y el régimen pareciera disfrutar de este horrible escenario.
Como disfrutaban aquellos que se sentaban en el Coliseo romano, entregando a
los que profesaban la fe cristiana. Aunque es notable resaltar que aún después
de 15 años no han podido arrancarles del corazón a nuestros muchachos los
valores y el amor por su patria. Hoy hemos visto en la calle como la vida en
peligro de unos y otros ha importado a la gran mayoría que salió a marchar
pacíficamente.
Hoy con nervios a cuesta, nuestro hermoso
orgullo de ser venezolanos está erguido con hambre y sed de justicia; con
fuerza para decirle al mundo entero que quienes nos gobiernan, aparte de
gobernar para sus propios intereses, están saqueando a Venezuela. Además,
pretenden una matanza entre hermanos. Nos quieren confundir, creen que somos
brutos. Quieren que vivamos en la miseria, no sólo económica sino de mente;
conformes, como ovejas llevadas al matadero. Pero hoy, hoy Venezuela despierta
y se levanta, el Espíritu de Dios está sobre nosotros y nos ha mandado a curar
la llaga al herido, a consolar al corazón enlutado, a regalar risas y alegrías
aún en medio de lo que vivimos".
Aun con el corazón apretado estas palabras me recuerdan que no debemos perder de vista nuestra misión, aun en el caos más terrible, aun en medio de la desesperanza y el dolor. Entonces vienen a mi mente las palabras del apóstol Pablo: "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" Podrán pretender hacernos todo el mal posible, y en parte, podrán lograrlo, pero los venezolanos nos hemos levantado.
rosymoros@gmail.com
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@RosaliaMorosB
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