Cualquiera
pensaría que con el gigantesco traslado de recursos que se efectúa desde el
socialismo petrolero venezolano, al improductivo e indigente socialismo cubano,
el abastecimiento de productos alimenticios en la isla hubiese mejorado, y que,
por alguna vez en los 55 años de revolución, los sobrevivientes del ruinoso
modelo se encuentran recibiendo una regular y pasable alimentación.
Pero
no, diríase que la situación de “al borde de la hambruna” -característica de
todo socialismo- como nunca se ha intensificado en Cuba y que el subsidio anual
calculado en unos 30.000 millones de dólares que son esquilmados religiosamente
a los ingresos nacionales, sirven para todo, menos para aliviar una escasez que
no es crónica: es terminal.
Las
señales de esta tragedia no las aportan, casualmente, las denuncias de la
siempre activa disidencia cubana, como tampoco las cifras que a menudo publican
expertos sobre la dependencia económica de la dictadura castrista de sus socios
chavistas y post-chavistas, y, mucho menos, voceros de la oposición democrática
venezolana que protestan por la sangría que representa para las cuentas
fiscales del país “las ayudas” a la maltrecha revolución, sino de un reporte
aparecido el viernes pasado en el diario oficial, “Granma”, que, desde luego,
recomendamos leer… pero con tensiómetro y marcapasos a la mano.
“La
carencia de (…) artículos, los precios desiguales en los mercados o la
heterogénea distribución, alarman y preocupan a los clientes. Y no solo esto.
La información que brindan los dependientes o su trato a la población en
ocasiones deja mucho que desear”, leemos con alarma, pero no porque sean
noticias sorprendentes, sino por el medio en que se publican.
“Algo
que puede constatarse” continúan los periodistas que afirman acopiar datos de
un recorrido por La Habana y las provincias, “es la ausencia total de productos
buscados por los clientes, como el cepillo de dientes para adultos o los
bombillos ahorradores”.
Y
más adelante: “Aquí no hay cepillos de dientes desde hace más de un año, pero
los cuentapropistas sí tienen, cerca de aquí, o si no, los encuentras en
divisa”.
Aclaramos
que los “cuentapropistas” son trabajadores independientes autorizados para
ofertar productos o servicios que el Estado no está en capacidad de realizar y
que, estirando la manga, podrían compararse con nuestros buhoneros, si bien, “hasta
ahora”, los también llamados “trabajadores informales”, siempre han existido en
Venezuela y jamás han recibido “permiso especial” del gobierno para operar.
Y
en cuanto a la frase “los encuentras en el mercado de divisa”, proviene de que
en Cuba existen dos tipos de moneda: 1) El peso convertible (el CUC, que se
cotiza en paridad con el dólar).- Y 2) El peso cubano (CUP, equivalente a 25
CUC), y es la moneda con la cual se pagan los salarios, los servicios y los
siempre escasos productos de la cesta básica.
En
otras palabras: que el gobierno acepta una depreciación oficial del peso cubano
con relación al dólar del 25 por ciento, por lo cual, toda la vida económica de
Cuba marcha con un rezago de casi una tercera parte con relación a la economía
norteamericana e “imperial”.
Pero
eso, si la paridad CUC-CUP (dólar-peso) fuera real, y no una ficción fijada por
los líderes de la revolución, que, entre muchos desatinos se atribuyen la
propiedad de “fijar los precios”, siendo que, como admitiría cualquier economista
respetuoso de la ética de su profesión (que también los hay en Cuba), el precio
del dólar norteamericano se cotiza en las calles de La Habana a 100, 200 y
hasta 300 pesos cubanos.
Lo
cual no quiere decir otra cosa, sino que estamos frente a una economía
socialista en ruinas, que jamás podría, bajo los parámetros del estatismo y el
control de precios, suministrarle algún tipo de ventajas al pueblo cubano.
Pero
dos monedas, y dos tipos de precios, tienen que generar dos mercados: uno en
moneda extranjera y otro en moneda nacional, y a ello es que se refiere la nota
del “Granma” cuando dice: “…los encuentras en el mercado de divisa”.
O,
dicho de otra manera: que a nivel de la adquisición de bienes básicos y menos
básicos, los cubanos pertenecen a dos tipos de jerarquías, clases o castas: 1)
Los que tienen CUC cuya paridad es 1=1 dólar.-Y 2) Los que tienen CUP cuya
paridad es 25 = 1 dólar .
Y
para tales compradores habrá también dos tipos de productos, pues jamás serán
iguales los que llegan de los mercados extranjeros con tecnología de última
generación, y los que produce la atrasada, anacrónica y casi inexistente
economía cubana.
Una
última pregunta en el contexto sería de dónde salen los dólares conque la
jerarquía, clase o casta adquiere los dólares para comprar CUC y proveerse de
los bienes y productos que llegan del mercado internacional, y la respuesta no
puede venir, sino de los 30.000 millones de dólares que llegan anualmente como
subsidio del Tesoro venezolano; 7500 que especialistas hacen derivar de la
trata de médicos y personal sanitario, y 5000 que llegan a la isla, vía las
remesas enviadas por los exilados a sus familiares.
“Cada vez que escapa un balsero”, escribía recientemente en su blog el sociólogo, politólogo, novelista y periodista, Carlos Alberto Montaner: “el régimen, de dientes afuera, gime por la fuga, pero sabe que, al cabo de un tiempo, fluyen los dólares hacia la necesitada familia dejaba en la Isla. En Cuba, aunque fuera con mendrugos, habría que alimentarlo. Una vez en el exilio, es una fuente gratis y constante de recursos”.
No
es, “por ahora”, el caso de los exilados venezolanos que dejan a sus familiares
en Caracas y ciudades del interior, pero si quisieran refrescar su información
sobre las penurias que empiezan a sufrir sus compatriotas para conseguir un
paquete de harina pan, un pote leche, un litro de aceite, un kilo de azúcar, y
arroz, papel toalet y hojillas de afeitar, no tendrían sino que echarle un
vistazo a la nota que, por un descuido, o quizá, una política aviesa de los
hermanos Castro, se permitió publicar “Granma” el viernes.
En
ella, como en los abastos, bodegas, mercados y supermercados de Venezuela, las
palabras clave son: “No hay”, “No hay” y “No hay”.
Pero
también abundan los atropellos de parte de funcionarios que “ordenan” las colas
y deciden qué se debe comprar y cómo, el mercado negro que llaman
“contrabando”, o “guerra económica” -y no es sino una réplica de los dos
mercados cubanos-, y nuevas profesiones como pueden ser la de los
“bachaqueros”, pandillas de comerciantes al detal que arrasan con los productos
en cuanto aparecen en los anaqueles y los venden a poblaciones de los países
fronterizos donde obtienen ganancias de hasta el cien por ciento.
Es
una ilicitud que es imposible cometer si no se cuenta con la complicidad de
militares que vigilan alcabalas y puestos de fronterizos y son, por supuestos,
parte fundamental del negocio.
Y así prospera la planta, el jardín, el bosque del socialismo venezolano con millones de hambrientos que pronto no tendrán otro oficio que hacer colas para recibir los mendrugos del “Estado Dador”, una dictadura de militares y civiles que justificará su tiranía diciendo que le da de comer a sus súbditos, y camadas de supermillonarios que, correctamente ubicados en el reparto, lanzarán dentelladas para que sus tajadas no sean de las menores, ni poco apetitosas.
Para
culminar: que los venezolanos ya empezaron a trajinar por la vía de la carestía
y el desabastecimiento y pronto llegarán a las estaciones de la libreta de
racionamiento y la hambruna.
@MMalaverM
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