Los expertos en criminología y demás asuntos
inherentes a actos delictivos recomiendan a la ciudadanía que en caso de verse
envuelto en esta desagradable circunstancia, por demás común en estos tiempos
de revolución, lo mejor es no llevar la contraria al o los delincuentes.
Insisten en que lo mejor, para salvaguardar la vida, es no resistirse al
atraco. Supone esta recomendación que en ese instante el delincuente puede
estar bajo los efectos de la droga, el alcohol o simplemente extremadamente
nervioso por lo que cualquier resistencia de parte del afectado puede conducir
a males mayores.
En esas mismas circunstancias, cambiando lo
que tengamos que cambiar, anda el gobierno de Maduro; muy nervioso y
profundamente susceptible. Se jugó todo para no salir demasiado magullado en el
pasado proceso comicial. Y lo logró. Jugó a una política cortoplacista, dejando
que las distorsiones económicas se agravarán, en fin, aplicando el ”ya veremos
cómo le entramos eso”.
Llegó el momento de “entrarle a eso” justo
cuando la crisis del país se agravó, no
solo la económica sino también la social. No hay como repetir un Dakaso
porque los anaqueles quedaron vacíos y no hay reposición. Cosa parecida ocurre
con los supermercados, redoblada escasez e incremento reiterado en los precios.
La revolución ha convertido a Venezuela en un
cuero seco. Cuando se pisa por una esquina se levanta otra anunciando
insatisfacción por las largas colas para la adquisición de alimentos. Si pisa
por la otra, reclamos por falta de vehículos y repuestos. En aquella otra
esquina, y salta el anuncio de la Toyota y la General Motors sobre su eventual
paralización y ni se diga de la torta del Sherlock Holmes venezolano en materia
de seguridad y orden público. Por donde se pise se levanta incomodidad y
anuncios nada halagüeños. Pero dirá Maduro autoconsolándose: pero ganamos la
Alcaldía de Libertador con Jorgito.
Al gobierno como los delincuentes al intentar
un atraco está nervioso y cualquier protesta será reprimida con saña por las
fuerzas policiales y militares. Los últimos acontecimientos así lo revelan. De
la misma manera como actuaron en el pasado lo harán ahora. Maduro recuerda en
una entrevista en el Viejo Topo en septiembre de 2013 algunos episodios en los
que participaron estudiantes universitarios en la Universidad Central de
Venezuela: “en Venezuela esa renovación que pretendieron los estudiantes universitarios
en los años 69, 70 fue ahogada en sangre”.
Nadie quiere ni aspira a que las protestas
por la ineficiencia gubernamental terminen en un baño de sangre. Las protestas
son un derecho legítimo de los ciudadanos al cual no deben renunciar ni el
gobierno ahogar a fuerza plomo. Las protestas son un llamado de atención al
gobierno sobre insatisfacciones colectivas que debe atender. Atenderlas y
rápido.
Los líderes opositores que promueven las
protestas deben ponerse al frente de ellas y no de las cámaras para que no
deriven en hechos lamentables, mientras tanto, el Presidente debería convocar,
sin dilación ni complejos, a un amplio diálogo (ya antes lo había escrito) para
hacerle frente a la gravísima crisis del país.
@leomoralesP
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