Cada
vez que se quema un caucho en la calle o vuela una piedra, Maduro salta de
alegría. Maduro prefiere hablar de golpe de Estado a explicar las razones por
las que el desabastecimiento crece en vez de disminuir, quiere atribuirle a la
oposición un plan subversivo, interpretar la situación política como un
enfrentamiento de clases sociales, de pobres contra ricos.
Aplica la misma
estrategia que mantuvo a Chávez en el poder y que le permitió volver al poder
después de los sucesos de abril de 2002. Parte de la oposición cae ritualmente
en la trampa, proclama ser mayoría, cree que el país es Chacao y pide ciegamente
la salida de Maduro, sin comprender que la economía en unas cuantas semanas lo
pondrá contra la pared.
El
este de Caracas ardió, la autopista fue cerrada a la altura de Altamira,
improvisaron fogatas por El Cafetal. En cambio, hacia el oeste nada ocurría.
Igual que durante la huelga general que terminó con la entrega de Pdvsa al
chavismo. De Plaza Venezuela hacia el este se veían negocios cerrados, hacia el
oeste de Caracas continuaba como siempre. Esta vez ocurrió igual.
Chacao
no es Venezuela. No basta con suponer después de las elecciones de diciembre,
ilusamente, que la oposición representa una franca mayoría, porque en el peor
de los casos el chavismo ha contado con el apoyo de buena parte de la
población. Sin embargo, Nicolás Maduro está bien asustado, con razón, porque
por las calles de Venezuela aumenta el malestar por culpa de las colas, la
inflación, el desabastecimiento y la inseguridad, males para los que el
gobierno no halla remedio. Al contrario, medidas como la Ley de Precios Justos
multiplicará la crisis, con la amenaza de que cualquier supuesta violación se
pagará con cárcel de 14 años. Toyota se marcha del país, igual que harán otras
ensambladoras, por culpa de esta ley draconiana. El gobierno ha declarado que
no busca quebrar empresas, pero en los hechos lo está logrando, conocemos dos o
tres casos de pequeños empresarios que están liquidando sus inventarios,
quieren mantener sus empresas en vida vegetativa, o cerrarlas porque invertir
es demasiado riesgoso. En el caso hipotético de que un empresario lograra bajar
sus costos aumentaría su utilidad que pasaría de 30%. No le conviene entonces
ni contratar personal ni subir la producción para evitar el riesgo de cárcel.
No hay que evitar que Maduro aparezca como responsable del desbarajuste económico.
Cuando
estalle la crisis económica con toda su fuerza, las marchas saldrán del oeste,
no del este. El día que la plaza Catia sea el lugar de convocatoria Maduro
tendrá que renunciar. Los motorizados amenazan a los estudiantes y a los
habitantes de Chacao, serían impotentes frente a una protesta popular en los
barrios del país. Maduro teme esa posibilidad e intenta convencer a los pobres
de que se repite el mismo enfrentamiento, entre pobres y ricos. Cada vez le
costará mantener este embuste porque muchos de los estudiantes que marcharon el
pasado 12 de febrero procedían de las clases populares.
No
es el momento de pedir la salida de Maduro, de darle una excusa para la
represión, sino, como intentaban hacer los estudiantes, pedir la liberación de
los estudiantes detenidos. No hay que permitir que Maduro vuelva una crisis
económica un tema político y resucite el tema del golpe de Estado. Cualquier
plan de paz debe comenzar por desarmar a los motorizados y los colectivos.
El
concepto de guerra económica le sirvió para ganar las elecciones de diciembre
pero los precios siguen creciendo y los centros comerciales desiertos muestran
lo que nos costó el Dakazo. Maduro marcha por mal camino. La famosa Ley de
Precios Justos está paralizando la economía.
@faustomaso
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¿Cuándo se ha visto que al comunismo le interesa la economía de su país? (ramis4@hotmail.com
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