Dice
un chiste que un margariteño se enamoró perdidamente de una paisana y sin
demora ni adelantos se casó con ella. En su primera noche de boda la mujer,
ante el asombro de su reciente esposo, se quitó una peluca mostrando que era
casi calva, luego se sacó un ojo que tenía de vidrio y también la dentadura
postiza que metió en un vaso con agua. Finalmente, al quitarse el sostén mostró
que tenía los senos diminutos y, para disimularlo, usaba unos postizos.
Es
posible que la honestidad sea la reina de las cualidades humanas y el mejor arma
para el convivir social. Consiste en comportarse y expresarse con sinceridad y
coherencia y su ausencia se refugia en el mundo de las mentiras.
Una
venta honesta de un carro usado requiere la sinceridad de informar al posible
comprador sobre los defectos que tiene. La honestidad también requiere
coherencia. Usted quizás maldice cuando descubre que le cobraron de más, pero
se queda muy callado cuando, por error, le cobran de menos.
Inmanuel Kant formuló un principio orientador
para saber si algo es bueno o malo. Si un evento y en sus circunstancias puede
ser aceptado como ley universal, es bueno.
La deshonestidad es entonces mala pues si se aceptase como una ley
universal paralizaría a la sociedad ya que nadie le creería a nadie.
Si se pudiese conseguir, podríamos llenar
varios rollos de papel tualé escribiendo las mentiras del régimen de Chávez y
el de Maduro. Son mentiras graves que afectan al País entero y de manera
terrible. Miles y miles de promesas no cumplidas, pasar el dólar de 6 a 12 Bs y
decir que eso no es devaluación, acusar a los raspa cupos y olvidarse de los
que se llevaron 20 mil millones en empresas de maletín, debilitar nuestra
soberanía dando tareas medulares a extranjeros, hablar de paz y coquetear con
grupos ilegales armados, prometer y prometer y culpar a otros de los malos resultados, callar lo de Antonini, lo
de Makled, mostrar la Constitución y violarla. La mentira ramplona de un
régimen alocado y deshonesto que no debe continuar.
Hay una conocida una frase sobre este tema:
“Honesty is the best policy” (La honestidad es la mejor política). Y esto
aplica no solo a políticos, también a comerciantes, industriales, militares,
empleados públicos, al mecánico, al plomero y en fin a todos nosotros. Si
queremos un gran País tiene que ser honesto y hay un buen lugar por donde
empezar: por nosotros. Revisemos nuestras oportunidades personales de reforzar
la honestidad individual.
La deshonestidad cierra puertas y paraliza,
la honestidad es la llave del candado.
Y ser honesto también es pelear por el País y
sacar a los deshonestos del régimen.
Gran reto, pero valga una de Churchill :”Never, never, never give up”
(Nunca, nunca, nunca te rindas).
Eugenio
Montoro
montoroe@yahoo.es
@yugemoto67
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