Ningún equilibrio político es posible sin nulidades de buena calidad. ¿Quién provoca las catástrofes? Los maniáticos de la agitación los insolentes, los insomnes, los artistas fracasados que han llevado corona, sable o uniforme y, mas aun que todos ellos, los optimistas, aquellos que esperan a costa de los demás. (Emil M Cioran, Silogismos de la Amargura)
Una
acotación necesaria…
La
gran incertidumbre que nos aventuramos a plantear y que dudamos que estemos en
condiciones en el país de responder es: si los actuales procesos de
globalización y de consolidación de un orden mundial transnacional consecuencia
de el desarrollo tecnológico occidental, con los impresionantes niveles de
desigualdad que esta exponencialmente ocasionando, tanto entre, como “dentro de
los Estados-nación, que nos arrastran
hacia nuevas formas elitistas de dominación, esta vez disimuladas con las
membresías de Nuevos Socialismos del siglo XXI, Socialdemocracias, Democracias
participativas, Capitalismos con responsabilidad social, Democracia social,
revolución, democracia plena, progresismo, solo eufemismos, retórica de nuevo
cuño.
Toda
argumentación aferente es seductora, la acción efectiva no se revela como tal,
el discurso que la precede es ficcional e hipócrita. La teoría es demagógica y
la practica insolente. La sofisticación actúa como un elemento de simulación,
pues se apoya en la inocencia e ingenuidad de las masas, o pueblo como es la
inveterada conducta expresada en el discurso de
nuestro exiguo “liderazgo” en el
país, y luego legitima una elocuencia de dos caras: la de las palabras y las de
los actos.
El
cinismo obsceno esta presente en todas las capas de la sociedad. Para articular
una lectura de la situación podemos tomar prestada la hipótesis de las tres
funciones de Dumezil y buscar, en la medida de lo posible las lógicas engañosas
en el universo de lo sagrado, de la violencia, de la masa, de los productos y
los intercambios. A cada uno de estos niveles corresponde un conjunto de
cinismos típicos que se imbrican extrañamente al punto que resulta arbitrario
aislar uno de ellos sin diseccionar los nudos tentaculares que vinculan entre
si las diferentes instancias.
El
cinismo religioso ha puesto siempre en escena una mitología que recurre al
terror para asentar su poder. Se apela a lo sacrosanto a lo impalpable y a lo
divino para promulgar una serie de proscripciones y de llamados a la
purificación, que siempre apuntan a la búsqueda de lo que Nietzsche llamo “el
ideal ascético”. El discurso mistagógico, intenta mediante el ascendiente simbólico
producir individuos educados, dóciles y resignados. Los medios religiosos, los
discursos teológicos y el objetivo policial.
Un
pensamiento religioso no siempre proporciona un recogimiento. Para ello son
necesarios retransmisores políticos concretos y la intercesión del
clericalismo.
No
habiendo tenido su Galerio, ni su Constantino, su Edicto de Milán ni su
Concilio de Nicea, el platonismo, perduro como una ideología religiosa entre
otras, aún cuando lo esencial de sus tesis encuentra en el Cristianismo, lo que
podría considerarse el platonismo como Cristianismo para los filósofos. La
lectura de algunas páginas del Fedon, bastaría para mostrar la semejanza del
dialogo con los Evangelios.
Los
dioses son los auxiliares más valiosos de los jefes de Estado.
Habría
que negar lo obvio para no ver que la política es esencialmente una de las
modalidades de lo religioso.
El
cinismo político (en apogeo entre nosotros) formula sus subterfugios bajo el
argumento de la urgencia histórica.
Los
artificios se ocultan apelando a la razón y a la necesidad, pero estos son
motores ficcionales. Solo compelen la obsesión por acceder al poder. El
discurso es demagógico, escondido detrás de una visión arada, elaborada a la
medida del deseo.
Se
invocan la felicidad, la perfección, la lealtad, él socialismo, el progresismo,
la democracia, en fin el paraíso. La escatológica política es religiosa:
siempre apunta a la restauración del Edén perdido o a la realización de un
ideal por venir (El mar de la felicidad, la revolución, el socialismo del siglo
XXI, el cambio).
La
libertad, la democracia plena, la igualdad. El juego consiste en desmerecer la
angustia del presente en nombre de un soñado por hacer. La exigencia hoy se
justifica en virtud del resultado mirifico que se obtendrá más allá. El cinismo
político supone recurrir excesivamente a la justicia del mañana para disimular
mejor la obscenidad de hoy. “El tiempo de Dios es perfecto”. El perspectivismo
político pretende legitimar el estado de hecho cínico en el nombre de un ideal
de la conciencia esencialmente efímera.
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