“El exilio produce una profunda sensación de desamparo, de vivir a la intemperie.” Juan Gelman (mayo 1930 – 14 de enero 2014) poeta argentino, periodista, traductor,
Venezuela
viene experimentando desde hace más de una década una fuga de sus mejores
profesionales, de jóvenes esperanzados, de familias completas que huyen de la
inseguridad, de la falta de oportunidades, que buscan algo que se llama calidad
de vida y que los venezolanos han dejado de tener bajo un régimen que parece
despreciarla con la excusa de una igualdad social que no es más que una excusa
para su manía de nivelar la sociedad por el rasero inferior. Es decir,
privilegiar el lumpen.
El
nuestro jamás fue un país de emigrantes. La mayor salida de jóvenes se dio
cuando el exitoso Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho, bajo la presidencia
de Carlos Andrés Pérez, quien tuvo la visión de enviar a estudiantes
venezolanos a prepararse en las mejores universidades del mundo. La mayoría de
ellos regresó para dar un importante e innegable aporte al desarrollo que el
país sintió por esos años. Algunos de ellos, brillantes estudiantes, aceptaron
ofertas de trabajo en aquellos países y no regresaron. Sin embargo, el número
de quienes se quedaban no alcanzaba a calificar una fuga de talentos ni mucho
menos.
La
secuencia política y socioeconómica del país ha dado la pauta para esta inmensa
migración de venezolanos hacia otros puntos del planeta. Cuando el finado
comandante ganó las elecciones se produjo una pequeña oleada, representada
sobre todo por quienes tenían casas en el exterior, fundamentalmente en
Florida. Sin embargo, no podía hablarse aún de inmigración, porque parecían
unas largas vacaciones en su segunda residencia. Pero cuando las medidas
económicas y ataques contra la propiedad privada arreciaron, y el clima
político del país se tornó agresivo, arrancó una decidida oleada migratoria que
comenzó a manifestarse en los primeros años de la década del 2000.
Un
control de cambio que inició en el 2003 y las continuas expropiaciones de
empresas y propiedades agrícolas e inmobiliarias, convenció a muchos que era la
hora de abandonar el país. Pero aún el número de migrantes no era
significativo. Sin duda las cifras de inseguridad y una economía en picada motivaron
a tomar decisiones de escape a personas que jamás hubieran querido o podido
vivir fuera de su tierra.
Y
sin duda el terrible acoso y segregación política contra quienes no comparten
la revolución ha desatado persecuciones y miedos que han llevado a muchos a
literalmente huir de un país donde su pensamiento y creencias no son
respetados. A estos migrantes se les puede calificar de exilados, pues están en
el exterior por motivos políticos, por lo cual es previsible que en cuanto el
gobierno cambie, serán los primeros en regresar.
Dejar
el país natal, la familia, los amigos, el entorno tan propio, no es nada fácil.
Y mucho menos lo es al llegar a un país donde eres un extranjero sin asideros,
en la gran mayoría de los casos. Entonces ¿qué mueve a nuestros jóvenes a
querer irse al graduarse, ya sea de bachiller o de pregrado? ¿Por qué
profesionales exitosos deciden trasladar a sus familias fuera de Venezuela y
comenzar desde cero?
Pues
las respuestas están a la vista. Los jóvenes quieren oportunidades: de tener un
trabajo donde les paguen suficiente, de poder comprar un carro, salir un fin de
semana, ahorrar dinero y tener la esperanza cierta de adquirir una vivienda. En
Venezuela esto se ha convertido en un imposible. Los recién graduados están
económicamente impedidos siquiera de mantenerse a sí mismos, la inflación se ha
llevado toda posibilidad de progreso económico.
La
otra razón que motiva a los jóvenes a querer irse del país es la vida miserable
que llevan, sometidos permanentemente a la incertidumbre de no saber si
regresaran vivos a casa. La paranoia (sobre todo de los padres) ante una salida
al cine, a rumbear, a la playa, una reunión con los amigos, es insoportable
para todos. Un sitio donde los jóvenes no tienen libertad para divertirse sin
estar acechados por el hampa que los prefiere para sus ruines fines, es
intolerable para ellos.
Según
los estudios realizados en la UCV y en la UCAB, hay dos tipos de migrantes: los
jóvenes entre 17 y 25 años y los profesionales entre 30 y 44 años. Dos grupos con
la misma finalidad. Los resentidos que creen que esta gente no quiere al país
no tienen ni idea de lo que ellos pasan buscando estabilizarse en tierras
extrañas, espantados por los profundos conflictos venezolanos, con deseos de
regresar algún día pero con la convicción de que afuera conseguirán lo que hoy
es imposible en Venezuela: paz, seguridad, calidad de vida.
No
hay cifras oficiales de cuantos venezolanos están en el exterior, porque el
Instituto Nacional de Estadísticas, tan acucioso en dar números favorables al
régimen, no revela o tal vez ni siquiera se ha preocupado en cuantificar este
éxodo. Pero países como Estados Unidos y España, dos de los destinos más
buscados por los venezolanos, tienen cifras aproximadas de ingresos. Estados
Unidos ha cuantificado en poco más de 200.000 los venezolanos que viven allá,
mientras que España dice que hay 160.000 venezolanos en su territorio. Nadie
puede determinar a ciencia cierta cuantos han emigrado, cifras conservadoras
dicen que alrededor de 800.000, pero las páginas de Internet que agrupan a
venezolanos en el exterior hablan hasta de dos millones de venezolanos viviendo
legal o ilegalmente en otros países.
La
cuantificación se dificulta aún más por la cantidad de connacionales que han
obtenido pasaportes de otros países por ser descendientes o cónyuges de
ciudadanos de esos países. Así que cuando se van, usan su pasaporte extranjero
para ingresar, por lo tanto allá no los califican de inmigrantes.
Hay personas de escaso intelecto y diminuto corazón que llaman “apátridas”, “burgueses” u “oligarcas” a quienes se van del país. Yo en cambio admiro su valor para dejar todas sus querencias, aprender otros idiomas, plegarse a otras culturas, buscando una sola finalidad: vivir como personas y no como borregos adoctrinados, vivir rodeados de cultura y arte y no de burros rebuznadores. Vivir con esperanzas y no convencidos de que jamás ganaran suficiente para vivir decentemente. Sencillamente, VIVIR. Nativos de un país donde matan a 25.000 personas anualmente, ya es una gran cosa elevar al mil por ciento las expectativas de vida.
Así
como ha actuado con una negligente tolerancia ante el hampa desbordada, así
mismo el régimen que desgobierna Venezuela desde hace 15 años se ha hecho de la
vista gorda con este exilio masivo de los mejores talentos, de excelentes
profesionales y de toda una generación de jóvenes que están sumergiéndose en
otras sociedades para muy probablemente no regresar jamás.
La
pérdida de ellos parece importar al gobierno lo mismo que la pérdida del
capital profesional de Pdvsa, hoy regado por los más recónditos lugares del
planeta, aportando sus conocimientos a otros países, ganando en dólares, pero
soñando con regresar algún día a su tierra. Para ellos mi permanente respeto,
porque lucharon a costa de perderlo todo para que los venezolanos conserváramos
nuestra principal fuente de recursos fuera del abuso político.
Las
terribles consecuencias de la pérdida de toda una generación de jóvenes,
trabajadores y profesionales, ya se ven en un país dominado por los peores. La
falta de calidad técnica y humana, la sustitución del mérito por la
incondicionalidad, la nivelación con los peores y no con los mejores, se
refleja en los índices de desarrollo del país en todos los órdenes.
Venezuela
debe ser reasumida por los más preparados, el retorno de esta migración
“lomito” que es tan apreciada en otros países será fundamental para que el país
regrese a la senda del desarrollo, pero con una lección aprendida: la
charlatanería y la maldad sólo prosperan cuando el conocimiento y la virtud
callan y aceptan.
Charitorojas2010@hotmail.com
Twitter:
@charitorojas
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