Comienzo manifestando mi repudio más rotundo
al vil y cobarde asesinato de la joven actriz Mónica Spear y su pareja. Es
cierto que diariamente ocurren en nuestro país crímenes similares pero este, en
el cual perdió la vida una figura conocida y famosa, no solo por haber sido
candidata al cetro de miss universo, sino porque había alcanzado amplia
notoriedad como interprete en telenovelas de gran audiencia en los Estados
Unidos y otros países. Los autores de ese odioso crimen, al igual que los de
otros hechos similares que pasan desapercibidos, deben ser castigados con todo
el peso de la ley. Ningún delito de cualquier naturaleza que sea debe quedar sin punición.
Pero ya sabemos que en Venezuela la justicia
no es, como debía ser, ciega. Parece que tiene un ojo tapado y otro destapado
para decidir a quien se castiga, cómo y por cuanto tiempo. Los ejemplos más
evidentes de esta situación son los del Comisario Iván Simonovis y la jueza
Afiuni. Ambos han sido acusados de delitos que no han cometido y se han
manipulado la ley y los procedimientos judiciales para impedir que prevalezca
la justicia. En cambio, delincuentes plenamente identificados son confinados en
establecimientos penitenciarios donde se les permite cualquier tipo de
privilegio y hasta disponen de los recursos tecnológicos para manejar a distancia, desde la prisión, las
pandillas de mafiosos y criminales que ellos controlan. Incluso hasta se les
facilita la evasión para que continúen sus fechorías impunemente.
Volviendo al caso de Mónica Spear, el impacto
de ese crimen ha sido universal. En casi todos los países del globo se divulgó
la noticia de este pavoroso crimen. Los medios no han cesado de destacar que
Venezuela es un país peligroso por inseguro. Nuestro país ha sido catalogado
como el país más peligroso de América Latina, superado apenas por Haití.
He asignado a este artículo el título: “Mala
espina” por una razón muy sencilla. La celeridad con la cual supuestamente
fueron ubicados, identificados, detenidos, imputados y enviados a prisión siete
elementos acusados de ser los autores del asesinato de Mónica Spear, genera en
mi espíritu cierta sospecha y desconfianza.
Sabemos que este régimen, que en mala hora
detenta, ilegítimamente, el poder en enezuela es un régimen tramposo y
embustero. Vive del engaño para mantenerse
gobernando.
Pienso que luego de constatar el severo daño
que a la imagen nacional e internacional del gobierno ha infligido el
monstruoso asesinato, el ilegitimo decidió que es urgente detener a toda costa
ese tsunami de opiniones que atribuyen al régimen la principal responsabilidad
en el crimen por su ineficiencia y su incapacidad para brindar seguridad a la
población, no solamente venezolana, sino también extranjera o visitante. Basta
leer los boletines que emiten las embajadas acreditadas en Caracas en las
cuales advierten a su personal y a sus connacionales acerca de los riesgos que
corren cuando transitan por la ciudad, la cual tienen sectorizada por colores
según el grado de peligrosidad.
No tengo elementos para fundamentar la mala
espina que siento. Solamente se trata de eso, de una sospecha, de una aprensión
provocada por el comportamiento habitual del régimen, que, entre otras cosas
creó un “testigo estrella” en el caso del Fiscal Danilo Anderson, víctima de un
pavoroso atentado; inventó un regimiento de conspiradores en el caso de los
“paracachitos”, ha urdido la presencia en el país de supuestos conspiradores;
ha fraguado falsas acusaciones para inhabilitar y desprestigiar a figuras
descollantes de la oposición; montó toda una trama para despojar de su curul a
parlamentarios, como el caso de la diputada Aranguren; y no ha vacilado en
manipular resultados electorales para asegurarse la permanencia en el poder.
En fin, este gobierno parece contar con un
laboratorio especializado - seguramente dirigido por agentes cubanos - para
fraguar inventos y medidas a fin de contrarrestar situaciones que pudieran
afectar la precaria y tambaleante consistencia del régimen.
Repito, no tengo elementos para sustentar o
substanciar mi desconfianza, pero el inusual hecho de que en tan poco tiempo
haya sido despejado el asesinato de Mónica Spears me causa mala espina. ¿Serán
presuntos asesinos fabricados en ese laboratorio al cual me referí antes? El
régimen es capaz de pagar cualquier cantidad de dinero para gratificar a
voluntarios dispuestos a asumir la autoría del crimen, ofreciéndoles además,
lenidad y blandura en cuanto a la sentencia o facilidades para librarse
rápidamente de un castigo severo. Lo prioritario es detener, cueste lo que
cueste, esa oleada de descrédito urbi et orbi que se ha ganado el ilegítimo por
su incapacidad para tomar medidas efectivas que brinden seguridad a la
población constantemente expuesta a ser una víctima más de la delincuencia
desbocada que reina en el país.
Ojalá mis sospecha y aprehensiones sean infundadas,
pero después de conocer que el asesino de la plaza Altamira no solamente se
encuentra gozando de plena libertad, sino que ha sido premiado con un cargo
diplomático en la Embajada venezolana en Australia, mis lectores coincidirán
conmigo en que aquí, bajo este régimen, todo es posible.
Adolfo
Taylhardat
adolfotaylhardat@gmail.com
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