Patético, cuando no digno de lastima, la
exigencia de Maduro a ser reconocido presidente de la República por parte de
esa mitad de la sociedad que lo rechaza; cree que, obligando a unos cuantos
alcaldes y concejales de la oposición a sentarse con él en el palacio de
Miraflores, para escuchar sus lamentos y pedidos de recursos y ayudas, se
transformará, como efecto de un milagro, una sociedad en pie de lucha, en un
rebaño de obsecuentes seguidores y aduladores; no le basta con los que ya
tiene.
Con este requisito, Maduro ahondó la brecha
que lo separa del verdadero bravo pueblo, que no se deja poner las bridas del
socialismo obligado, ni del miedo al verdugo; es probable que algunos
funcionarios electos y empresarios tengan que acercarse a su corte de bufones
para negociar, pero muchos lo harán, no tanto por convicción personal de que él
es el presidente electo de todos los venezolanos, sino por defender el derecho
al trabajo y la tranquilidad de un gran grupo de venezolanos que representan y
que de otro modo se verían afectados en sus vidas. Eso, Maduro, se llama
extorsión.
Tu gran error, en toda esta mascarada, fue
haber aceptado en público las exigencias de un grupo de países y de la
oposición venezolana para el reconteo de todos los votos, y de pronto, horas
después, dar una parada de burro y negarte, sembrando la preocupación de que
hay algo podrido en tu victoria.
Pero luego, el rumor de que eras ciudadano
colombiano, con papeles falsos de nacionalidad venezolana, se fue asentando en
la opinión pública; hubiera bastado que mostraras tus papeles, esos que todos
los venezolanos tenemos para probar nuestro origen, simplemente para acallar
las especulaciones, pero no, al día de hoy no tienes acreditación como un nacional,
sólo unas apuradas declaraciones y papeles del CNE que aceptaron tu candidatura
para las elecciones presidenciales.
Como podrás entender, son dos exigencias
duras de pasar por alto; no basta que el Comandante Supremo te haya ungido como
su sucesor, tenías que llenar ciertos requisitos de ley que no has honrado, por
lo menos, para una gran parte del pueblo de Venezuela, que te ve con
desconfianza. “¿Se es o no se es?”, ese es el dilema.
La otra cosa, Maduro, el palacio de
Miraflores no es de tu propiedad, pertenece al pueblo de Venezuela, y eso de
que no permitirías que alguien que no te reconozca entre, es simplemente un
abuso, estás usando la fuerza y las amenazas, lo que es indigno de un inquilino
de ese palacio de gobierno.
El asunto es que todo este problema te lo
creaste tú solito, pretendes una legitimidad que no puedes probar, no en los
términos que te fueron exigidos y que aceptaste, por más que Diosdado grite y
amenace con el puño, no importa cuántos cientos de personas reúnas en tu
entorno para probar tu popularidad, ni las gracias y lagrimas de agradecimiento
de mujeres hacia tu persona cada vez que entregas un apartamento, ni siquiera
esa legitimidad te puede ser otorgada por un grupo de generales llenos de
medallas y charreteras que te juran lealtad y muerte a los escuálidos, la
legitimidad viene del pueblo.
Así como tú no aceptas que Henrique Capriles
sea el Gobernador de Miranda, que aunque ganó por la voluntad popular en
comicios abiertos, le impusiste un “defensor de Miranda” para sabotearle la
gestión, ni le entregas las partidas de dinero público que le corresponden, y
no le hablas sino para insultarlo… ¿Cómo pretendes que a ti sí te reconozca el
pueblo de Venezuela?
Uno de los filósofos del nazismo, un tal
Martin Heidegger, escribió un pesado libro llamado “Ser y Tiempo” que, para
algunos filósofos, es uno de los logros más importantes del pensamiento
occidental, en el mismo, Heidegger, por medio de un acto de magia del lenguaje
crea una categoría que antes no existía y a la que llamó “Ser”, que era una
entidad aparte de la existencia de los seres vivos; tú, Maduro, necesitas a tu
propio Heidegger que te cree una categoría llamada “Presidente de Venezuela
II”, aparte del cargo administrativo que le corresponde al hombre o mujer
venezolano que alcance tal honor por medio de elecciones libres, universales,
directas y secretas, y por la cual seas investido para gobernar sólo a quienes
te reconozcan.
Tienes un problema grave, Maduro, mientras
más insistas en tu legitimidad, mientras más obligues y abuses de las fuerzas
oscuras del chavismo para imponerte en Venezuela, te harás más débil; tal
muestra de inseguridad e inestabilidad emocional sólo conducen a crear, si no
la certeza, sí un indicio de que algo no está bien con tus orígenes, lo que a su
vez se refleja, inevitablemente, disminuyendo la legitimidad del PSUV. Dicen
por ahí: “no aclares, que oscureces”. Es un asunto que ustedes, los rojos
rojitos, tendrán que resolver puertas adentro, mientras la mitad de los
venezolanos seguiremos presenciando este circo de violentos tratando de obligar
a un país a doblar la cerviz ante el capricho de un hombre.
Lo peor, Maduro, está por venir. Empieza el
año más difícil para la historia contemporánea de Venezuela, con una crisis
enorme que se abalanza contra nosotros, una crisis que ustedes los chavistas
han alimentado, criado y visto crecer en el cuartico de atrás, y tú, en vez de
estar buscando apoyos, consensos, unidad, soluciones y alianzas, te crees tan
sobrado como para estar todavía, a estas alturas, amenazando y llevando
bozaleados a los alcaldes a tu patio para descargar tu vejiga llena sobre
ellos. Mal movimiento, Maduro, de una inmadurez e irresponsabilidad supina. –
saulgodoy@gmail.com
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