Un
reciente artículo de The Economist coloca a Venezuela en un índice de alto
riesgo de convulsión social para el próximo año. Esto ha ocasionado que varios
periodistas de las fuentes económica y política se interesen profundamente en
entender qué es lo que sucede en el país y hasta dónde existe el riesgo —al
menos en la dimensión de lo hipotético— de que en 2014 se generen las
condiciones para un conflicto.
Vayamos
al grano desde el principio: proyectar una convulsión social es una de las
tareas más difíciles para la futurología, porque si hay un tipo de eventos en
la historia que no depende de los factores convencionales ni de los elementos
que uno teóricamente suele considerar, esos son los estallidos sociales.
El
arranque de la Primavera Árabe, en Túnez, tenía como lema “Dignity before
bread”. Este antecedente, alejado en el tiempo y en el mapa, es una muestra de
que una crisis económica no es invariablemente el prólogo de un estallido
social.
Ahora
bien, leyendo específicamente lo que se puede advertir del 2014 en el caso
venezolano, los eventos económicos pueden empeorar el problema de
abastecimiento durante toda la primera parte del año. Además, el gobierno está
introduciendo eventos en el tablero que no resolverían el problema, sino todo
lo contrario: lo agudizarían. Pero tampoco es cierto que el país estará
totalmente desabastecido: Venezuela tiene un flujo de divisas que sigue siendo
impresionantemente elevado y nuestra dependencia importadora es histórica, así
que es mucho más probable que haya un deterioro paulatino en la calidad de
vida, pero sin que se evidencia una escasez total, nada que vaya más allá de
algunas faltas en los anaqueles de los mercados, una situación que en el caso
de los venezolanos ha demostrado generar habituación en lugar de reacción
popular.
Por
otra parte, las conexiones políticas del presidente Maduro se han reforzado y
su legitimación electoral luce cada vez más evidente, luego de los resultados
de las elecciones municipales. Así que difícilmente veremos un conflicto cuyo
germen que la ocasione sea el descontento político, al menos a corto plazo,
mientras se está llevando a cabo finalmente la luna de miel que Nicolás Maduro
no tuvo luego de la elección presidencial.
Sin
embargo, es seguro que habrán conflictos
y protestas en diferentes regiones y sectores, pero no por unas condiciones
singulares del ambiente político en Venezuela, sino porque es lo típico en una
economía en deterioro como la nuestra.
Y
esa conflictividad será evidente e incluso podría convertirse, en algunos
casos, en estruendosa, pero de ahí a esperar la masificación de esa acción como
un evento peligroso para la estabilidad del gobierno puede ser un salto muy
alto, que necesitaría de una capitalización política de los acontecimientos muy
distinta a lo que puede leerse en este momento.
Así,
ni el estallido ni la convulsión social son parte de mi escenario base de
proyección para Venezuela en el 2014. Aunque es muy cierto que un movimiento de
este tipo no sería imposible en un país desequilibrado, con una economía
deteriorada, el anticipo de desabastecimiento más marcado de la región y una
acción agresiva contra la empresa privada (que se traducirá en deterioro
económico y laboral), sí es muy improbable en un país con un flujo de caja tan
elevado, importaciones públicas en crecimiento, populismo desbordado y un
gobierno recién fortalecido por el voto popular, frente a una oposición que
luce bastante desorientada sobre cómo enfrentar su futuro, mientras sus
vínculos de unificación se muestran bastante gastados.
La
oposición tiene demasiados retos de rearticulación y solución de problemas
internos como para representar un factor peligroso para el gobierno en un año
sin elecciones. Y aunque los grupos más radicales de la oposición pueden ganar
terreno frente a la derrota en el plebiscito simbólico que se planteó para las
elecciones municipales pasadas, el proceso de consolidación de esas fuerzas no
será tan rápido.
Pero
si el gobierno es demasiado torpe y no cede terrenos en el tema cambiario y de
las importaciones, el país entrará realmente en una escasez profunda (incluso
con su capacidad de importación) que podría elevar el riesgo de protestas que
puede hacer que se pierda el control. Pero esta vez no parece que el Ejecutivo
Nacional vaya a dejarse gobernar por instintos suicidas: superada la pasada
elección, tiene que introducir elementos menos primitivos para proteger la
economía. Amanecerá y veremos.
luisvicenteleon@gmail.com
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