En
la actualidad hay muchos temas sobre los cuales podríamos emitir nuestra
opinión; hacer análisis expresando verdades con las que nos enfrentamos cada
día y hacen de nuestra realidad un tiempo oscuro, difícil y muchas veces
desesperanzador. Sin embargo, creo que además de conocer profundamente nuestra
realidad es también de vital importancia exaltar en medio de nuestra sociedad
los valores que pueden ser herramientas en nuestras manos para edificar sobre
las ruinas. Sabemos que estamos viviendo en medio de las tinieblas, por esa
razón es imperante que levantemos nuestras antorchas obligando a la oscuridad a
disiparse frente a nuestros ojos.
Cada
uno de nosotros ocupa un lugar en la historia de esta nación, cada uno tiene un
número de personas sobre las cuales puede ejercer una influencia de bien, cada
uno tiene una luz que poner en alto. Aunque muchas veces tendemos a pensar que
si no estamos en una posición de fama o reconocimiento público es poco lo que
podemos hacer. Pero esa es una vil mentira que nos han hecho creer; la labor
que tenemos por delante va más allá de lo que aparentemente logran hacer los
que acaparan los medios. Nuestra labor debe ser como la de las hormiguitas que
incansablemente trabajan sin perder sus objetivos de vista, convirtiendo un
pequeño camino que cualquiera despreciaría en toda una vía de abastecimiento
para su comunidad.
Cada
valor que inculcamos en nuestro hogar, en las escuelas, colegios, universidades
y lugares de trabajo se convierte en una pequeña luz, que aunada a otra se va
transformando en una antorcha cada vez más grande y más intensa. Esto no es
idealismo, no es una utopía, es una verdad capaz de cambiar a nuestra sociedad.
Lo que pasa es que por nuestra vanidad y la prisa con la que vivimos hemos
subestimado todas esas pequeñas acciones que pueden iluminarle el día más
oscuro a cualquier ser humano. Hemos olvidado el poder que yace en nuestras
lenguas; la trascendencia que puede alcanzar la buena palabra en el momento
oportuno. Hemos olvidado que somos avisos publicitarios andantes cuyo
comportamiento está siendo copiado por cientos de niños y adolescentes. Hemos
olvidado que una actitud se replica en la sociedad en la medida en que se repite.
Tenemos dos opciones, por una parte podemos dejarnos envolver por la oscuridad que nos rodea, entregarnos a ella permitiéndole que apague la luz que hay en nosotros. O por otra parte, podemos reconocer dónde se encuentra la fuente inagotable de luz e ir ante Dios para ser iluminados por Él.
Esto no es religión, esto no es
misticismo, esto es la verdad de una relación de amistad con el Creador. Cuando
cualquier ser humano, en cualquier lugar del mundo, de cualquier raza,
condición o religión reconoce en su interior ese llamado a hacer el bien y lo
acepta, la luz de Dios llega a su vida. Y la luz de Dios en nosotros es capaz
de transformar el lugar más oscuro en un arco iris.
Dejarnos
subyugar por el mal, rendirnos ante él es una cobardía. Deprimirnos es una
pérdida de tiempo; pretender ignorar la realidad y vivir como si no nos
afectara es soberbia. Se necesita ser valiente para levantar una pequeña luz en
medio de la oscuridad.
¡Es
tiempo de ser valientes!
¡Es
tiempo de volvernos a la fuente inagotable de luz!
¡Es
tiempo de volvernos a Jesús!
"La
luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecerán contra
ella." Juan
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