La
gente hace largas colas porque piensa que es imposible que alcancen los
productos para todos
Durante
los primeros meses, el gobierno del presidente Maduro parecía que se movía
hacia un escenario que mezclaba la radicalización política con la moderación
económica. La radicalización política era un predeterminado. Considerando que
el nuevo presidente no tenía la conexión popular de su antecesor y que la oposición
había logrado crecer sustancialmente, articulada alrededor de Capriles, era
previsible que Maduro jugará duro en el campo político e intentara bloquear,
como sea, el crecimiento de su adversario. Ya no es la época del "águila
que no caza moscas" sino de la batalla campal entre pajaritos, de
diferente especie pero similar tamaño.
El
tema económico, en cambio, nos confundió. Maduro no es Chávez y aunque esa
expresión representa debilidades para él en términos de su carisma, también era
verdad que su condición personal abría oportunidades a la negociación y el
diálogo con el sector productivo.
El
nombramiento de Merentes, las reuniones con los empresarios y el anuncio de
modificaciones en el sistema cambiario, abría una rendija hacia la moderación.
Pero el tiempo pasó, las acciones fueron nulas y las esperanzas decayeron a
galope, hasta que los anuncios recientes que profundizan las medidas de control
radical sobre la economía multiplicaron por cero las esperanzas de
modernización.
Pero
¿por qué el giro? Algunos piensan que nunca hubo la intención de moderarse.
Respeto esa tesis, pero no la comparto. En mi opinión, el presidente está más
cercano a los pragmáticos que a los radicales y el nombramiento de Ramírez no
reta esa apreciación. Pero las acciones que se siguen en este momento tiene la
marca radical. Otra vez ¿por qué?
En
mi opinión, porque el retraso en las decisiones y el avance de la crisis afectó
la popularidad del presidente y elevó sus riesgos frente a la elección
municipal. Tomar decisiones económicas serias es costoso a corto plazo.
Todo lo
contrario, había que moverse rápidamente en el plano político para rescatar la
conexión popular y nada de lo que podría proponer la racionalidad económica
caminaba en ese sentido.
Entonces
el gobierno se decanta por la ruta política. Congela las decisiones cambiarias
y pasa de la retórica a la acción, aunque no en el sentido económico correcto.
Maduro decide ponerle cara a los "malos". No sólo habla de ellos,
también los muestra y los interviene.
Aparece
múltiples veces en cadena nacional rescatando su perfil público, pero ya no
sólo en discurso.
Actúa
y se muestra como el actor en poder. Ordena la intervención de empresas,
apresan personas acusadas de especulación, acaparamiento y desvío de divisas,
algo que evidentemente ocurre como producto de las distorsiones que el modelo
de control genera y que no se resolverá atacando las consecuencias, dejando
intactas las causas.
Se
liquidan inventarios, sin que siquiera haya juicios firmes que determinen la
culpabilidad de sus dueños (lo sean o no), y se venden las mercancías a bajo
precio, a una población necesitada que hace largas colas para concretar un
sueño.
No
tienen culpa. Están actuando racionalmente frente a los estímulos que el
gobierno les da. La cola, por cierto, nos muestra varias cosas.
Primero,
que el mensaje de Maduro llegó a muchos (y no es verdad que todos son pobres y
rojitos).
Segundo,
que el mercado funciona, incluso en revolución. Bajaron los precios y la
demanda se dispara (pura teoría económica) y
Tercero,
la gente hace largas colas porque piensa que es imposible que alcancen los
productos para todos ni creen que se mantengan los precios por mucho tiempo,
por lo que hay que correr a comprar lo que sea... antes que sólo quede el
vacío.
Por
cierto, esta vez tienen razón.
@luisvicenteleon
Luisvleon@gmail.com
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