Ya
no es como antes. Antes podía pasar cualquier cosa en Honduras y a nadie le
importaba. Podía ser elegido un candidato del Partido Nacional o del Partido
Liberal y a nadie le importaba. Podía haber un golpe de Estado y a nadie le
importaba.
Las
cosas comenzaron a cambiar el 28 de Junio de 2009 cuando un grupo de militares
sacó al latifundista Manuel Zelaya Rosales de su apacible lecho para
introducirlo en un avión. Entonces el nombre de ese país apareció en los
titulares de todos los diarios del mundo. Como si en Honduras hubiera tenido
lugar un golpe de Estado por primera vez en su historia. Un golpe de Estado
que, además, no fue ni tan golpe ni tan de Estado.
Por
una parte, los militares del 2009 no actuaron por su cuenta sino por encargo
del Parlamento y del Poder Judicial. Por otra, el realizado fue un golpe de
gobierno más que de Estado. El lugar de Zelaya lo ocupó no un militar sino un
civil, el liberal Roberto Micheletti. ¿Por qué causó entonces tanto revuelo el
golpe de 2011 a diferencias de otros que habían tenido lugar en el país
centroamericano? Las razones son hoy evidentes.
Manuel
Zelaya (MEL) era una pieza en el tablero de una estrategia internacional
fraguada por Chávez y los Castro. De acuerdo a esa estrategia, La Habana y Cuba
constituían un eje en torno al cual se agrupaban otros gobiernos
“revolucionarios”, vale decir, autoritarios, militaristas, populistas y
caudillistas. El ALBA estaba destinada a fungir, según los delirios de Chávez,
como la Internacional del socialismo del Siglo XXl.
La
incorporación de MEL al ALBA parecía confirmar el avance de la imaginaria
revolución continental. De ahí que la destitución de Zelaya fue percibida por
Chávez y los Castro como una batalla perdida en el marco de una gran guerra
política internacional.
¿Cómo olvidarnos de Nicolás Maduro cuando en 2009 viajó a Nicaragua con el propósito de traspasar el límite con Honduras junto a MEL a fin de que todo el pueblo hondureño se levantara en nombre del presidente depuesto? Algo que, por cierto, no ocurrió. Todo lo contrario: Micheletti cumplió un breve periodo de transición y las elecciones de 2009 fueron ganadas con comodidad por el conservador Porfirio Lobo. Honduras parecía volver a su lúgubre normalidad.
A
pesar de todo, las elecciones de Noviembre de 2013 fueron vistas por diversos
opinólgos como un “test”. De acuerdo a ese “test” si ganaba Xiomara,
significaba que el proyecto continental castro-chavista todavía era válido. Si
perdía, significaba que ese proyecto había comenzado a languidecer
definitivamente.
Escribo
“definitivamente” con intención. Porque antes de las elecciones de 2013 en Honduras,
ya había síntomas del declive del proyecto castro-chavista a nivel continental.
En términos más rigurosos, ese declive comenzó en las elecciones peruanas de
2011 que dieron como vencedor a Ollanta Humala.
Mientras
que en las elecciones de 2006 Humala fue presentado como “el Chávez peruano”,
en las de 2011 hizo todo lo posible para distanciarse del finado venezolano.
Humala, político al fin, había entendido que la marca Chávez ya no era
rentable. En cierto modo lo mismo hizo MEL quien, gracias a su instinto de
poder, entendió que unir la candidatura de Xiomara con el nombre de Maduro
-sobre todo ahora, cuando Venezuela está sumida en una catástrofe- habría sido
una locura sin nombre.
No
obstante, habiendo perdido las elecciones (Conservadores 34,08%. LIBRE 28,9%)
MEL intentó emular no a Maduro sino -¡qué ironía!- a Henrique Capriles,
anunciando a los cuatro vientos un fraude electoral. Algo absolutamente
imposible pues se puede cantar fraude a partir de una diferencia mínima, como
ocurrió el 14A en Venezuela, pero no de una de 5 a 6%, como en Honduras. Por lo
mismo, hay razones para pensar que el plan de MEL era otro, a saber: que las
naciones del ALBA levantaran una protesta a través de la OEA, CELAC (¿existe
todavía?) y MERCOSUR a fin de aislar internacionalmente al conservador Juan
Orlando Hernández (JOL).
El
inefable Maduro aceptó el juego anunciando que el triunfo de JOL había sido
producto de una conspiración de EE UU (¿no tendrá otra idea en su cabeza?) Vano
intento. El vecino de MEL, Daniel Ortega -de quien se dice que no tiene
principios, pero sí, fines- fue uno de los primeros gobernantes del mundo en
reconocer el triunfo de JOL. Los otros socios del ALBA miraron hacia otro lado,
como si hubieran sentido vergüenza. Como si Honduras nunca hubiera existido.
Pero
en política nada está escrito. Si bien Xiomara no triunfó, el zelayismo ya es
la segunda fuerza política del país. Puede ser, por lo tanto, que alguna vez
alcance el gobierno. Pero si así ocurre, lo hará solo en el marco de una lucha
nacional, sin grandes incidencias internacionales.
El
chavismo en su forma nacional (madurista) comienza a declinar en Venezuela. El
chavismo internacional terminó, al parecer para siempre, en Honduras.
Hay,
además, otro par de buenas noticias. El bi-partidismo decimonónico de la
Honduras rural (un duopolio político) ha llegado a su fin. Gracias al LIBRE de
MEL, pero también al nuevo partido PAC de Salvador Nasralla (un nada
despreciable 15,86%) ha surgido un espacio donde pueden ser ensayadas diversas
alianzas. Si los liberales (20,49%) se recuperan en la oposición, nadie puede
saberlo todavía.
Destacable
fue el hecho de que las elecciones tuvieron lugar en un ambiente relativamente
pacífico. También fue saldo positivo la exigua abstención electoral. Mucho
menos que la de países que se consideran políticamente desarrollados, como
Chile.
En fin, poco a poco, paso a paso, con sus terribles problemas sociales a cuesta, Honduras está atravesando el umbral que separa a las naciones pre-políticas (para no decir bárbaras) de las políticas (para no decir civilizadas). En buena hora.
fernando.mires@uni-oldenburg.de
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