La corrupción en la que se ha visto envuelta
la estructura partidista y personeros del gobierno ha salpicado a todos los
venezolanos. El hecho mismo de que funcionarios gubernamentales aparezcan
indecorosamente envueltos en escándalos de corrupción implica que los dineros
públicos, perteneciente a todos los venezolanos, caigan en cuentas destinadas
para tal fin en países denominados “paraísos fiscales”. Dicho en otros
términos, los dineros del país destinados a proveer un adecuado bienestar
social son desviados hacia las cuentas de una nueva élite burguesa, roja
rojita, en detrimento de la mayoría de los connacionales.
Hemos insistido en que la corrupción es un
fenómeno que afecta exclusivamente a la estructura pública en la medida en que
la burocracia hace uso de sus posiciones en la administración pública para
hacerse ilegalmente de dineros al concertarse con empresarios en el
otorgamiento de contratos y recepción de fondos por las gestiones realizadas.
Ha sido propio gobierno, con sus políticas de
controles inadecuados y la voracidad de la nueva burocracia, la generadora de una corrupción generalizada a
todos los niveles de la administración pública. Las expectativas ya no se
centran en los planes presentados, si acaso se presentan, o en las ejecutorias
de obras para beneficio de la colectividad, sino en el sorprendente
enriquecimiento económico de los funcionarios designados.
Observar a la nueva burguesía roja y a la
oligarquía gobernante pasearse por la calles de la ciudad ostentando lujosos
vehículos con su respectivos escoltas, en motos de altas cilindradas, para
protegerse del hampa desatada; pero más aún verlos ostentar su grandeza
económica en los bares y restaurantes del este Caracas es definitivamente irritante.
Así se ha ido construyendo el Socialismo del Siglo XXI, no a la sombra sino a
la luz de todos los ciudadanos de este país. La ética y la moral pasaron a
convertirse en uno de esos conceptos en desuso que ahora dan paso a la rapiña
inescrupulosa y a una concupiscencia galopante.
Lo más enervante no queda allí. El alto
gobierno ante la colosal y escandalosa corrupción opta por convertir a todos
los venezolanos en sospechosos. El alguna oportunidad un dirigente del
oficialismo llegó a señalar que “todos estábamos en estado general de
sospecha”, de modo que, en esta ocasión, para el gobierno todo aquel que pise
las instalaciones del aeropuerto con la idea de viajar fuera del país es
sospechoso de algún delito cambiario.
Así, los viajeros son sometidos a largas
horas de espera y a revisiones denigrantes e insolentes por parte de las
autoridades gubernamentales, mientras tanto, los grandes reyes de la orgía del
cadivismo siguen su gran vida: el festín debe continuar.
Huyendo hacia adelante el gobierno salpica a
todo venezolano calificándolo de potencial corrupto, los hostiga, amedrenta y
amenaza, echando bajo la alfombra roja la verdadera y más alarmante corrupción
que haya vivido el país. Los que se sometan a las directrices de algunos de los
bandos, mafias, carteles o como prefiera llamársele, podrán disfrutar de la
lenidad gubernamental.
La pretendida ley habilitante no será quien
ponga orden en la desenfrenada corrupción que se observa, quizás, la propia
revolución, asqueada por lo que se vive, coloque en estado general de sospecha
a su propia jerarquía.
@leomoralesP
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