“Vamos
a ver si me aguanta esta copla en la que miento las Tres Divinas Personas, la
Virgen y San José con su santo Niño en brazos.
Se
oye un alarido espantoso, de rabia y de quemaduras de brasa viva en la carne,
ruedan por el suelo las maracas y en el rincón junto al arpa, donde estaba el
cantador, se desvanece en el aire una humareda de azufre. Y la concurrencia
exclama:
‘
¡Ten cuidado, Cantaclaro Era el Diablo y se ha ido porque escuchó el canto del
gallo que anuncia la hora en que empezó la Pasión del Señor; pero ya volverá a
buscarte en cuanto los sayones apeen a Jesucristo de la cruz.”
Rómulo
Gallegos, Cantaclaro, 1930.
Protagonizada
originalmente por Hugo Chávez Frías y con el pueblo venezolano como elenco, una
de las tragicomedias más estúpidas que hemos vivido en Venezuela durante los
últimos años se entenderá mejor si se conoce el papel que juega la superstición
en el devenir histórico de la nación. Chávez manifestó estar gravemente enfermo
de esa estupidez al tomar posesión de la presidencia de la República y al
confesarle a varios de los presentes que no diferenciaba entre sus creencias
religiosas y las supersticiones de muchos venezolanos.
Por ejemplo, es bien conocida la
intervención del fallecido dictraidor en las Naciones Unidas en la que
identificó al Diablo y el olor a azufre con el Presidente de los Estados
Unidos, George W. Bush. Pues bien, el Diablo no vive en Washington; mantiene
residencia en cada uno de nosotros. Podemos escuchar sus alaridos en una
criollísima parrillada, en Miraflores, y hasta en medio de la soledad personal
al vernos abandonados por nuestros supuestos amigos. Rómulo Gallegos nos
recuerda que es imprescindible conocerse a sí mismo para evitar las estupideces
heredadas.
La estupidez de la superstición
siempre ha jugado un papel importante en la fundación de todas las naciones..
Por ejemplo, las tumbas y sarcófagos de los faraones egipcios evidencian la
influencia que las supersticiones y religiones ejercían en la vida política y
religiosa de aquella gran civilización. Los regímenes teocráticos y
autoritarios que han regido los destinos de otras naciones (por ejemplo,
Israel, Arabia Saudita, España, e Inglaterra) comprueban el poder de las
supersticiones en fomentar la estupidez. Como lo dijera Machiavelli: “Así como el respetar las
instituciones divinas es la causa de la grandeza de las repúblicas, el
despreciarlas produce su ruina; ya que donde falte el temor de Dios, el país
terminará en la ruina. Salvo en el caso de que el temor al mandatario (el
príncipe) sustituya
temporalmente la falta de religión.” Niccolò
Machiavelli, Discursos sobre los Diez Primeros Libros de TitoLivio, I, xi; énfasis añadido.
La
superstición, el abandono de lo auténticamente religioso, es el medio más
eficaz para lograr la estupidez de una nación. Tal desviación atribuye poderes
“mágicos” a signos, rituales, imágenes y objetos religiosos que de por sí no
los tienen. Los supersticiosos no entienden en qué se diferencia una religión
auténtica de la magia y de la superchería: son estúpidos. Y una vez que un
pueblo acepta la brujería, la magia, y la superstición, entonces está listo
para Presidentes como Chávez y Maduro. ¿Habrá acaso manera más eficiente que
las prácticas supersticiosas de curanderos y brujos para corromper la
religiosidad del venezolano y para apartarlos de la verdadera fuente de
autoridad – la voz del pueblo, la voz de Dios (vox populi, vox Dei)? Porque
sólo así pueden justificar su régimen de terror:
“A
mí me han denunciado hasta la Corte de Satanás por allá, me tenían una
brujería. Me tenían una brujería. Pero seguro me tenían una brujería ¿cómo se
llama esto? De budú. Por allá apareció. Miren, cerca de Miraflores en los alrededores
aparecieron cuatro animales unos
bichos
raros que yo vi uno, que me lotrajeron ¿qué animal es éste vale, parece el
diablo? Un animalito muerto, yo no sé qué animal es ése, pero es un animal raro
con unos ojos satánicos así huecos y unos colmillones. Y entonces yo le dije a
los muchachos ‘boten a ese bicho de
aquí’ ¿jejeje? Boten a ese bicho de aquí. Y resulta que empezaron a investigar, y habían otros
animales en la otra esquina y en la otra
esquina en una forma de cruz consiguieron cuatro animales de esos vale y tenían
por dentro metidos un poco de cosas, unos papeles, unas piedras ¿no? Me tenían
montado un trabajo de budú, esos son los golpistas ahora, se metieron a brujo
también los golpistas ¿jeje?, están tan desesperados que mandaron a buscar como
doscientos brujos –no estoy mamando gallo no estoy inventando – hasta eso han
llegado a hacer lo que llaman ¿cómo es? Montar un trabajo y me tiraron a sacar
¡mire! Me tiraron a sacar porque me lanzaron budú. Sí, budú....”(Alo
Presidente, Radio Nacional, Campo Muscar, 16 febrero 2003: se cita como se
publicó).
Perdone
el lector lo largo de la cita, pero se facilita así la comparación con la del
maestro Gallegos en su novela Cantaclaro. La diferencia fundamental entre lo
auténticamente “religioso” y la superstición es
que lo primero eleva al hombre a una dimensión espiritual en la que
establece contacto con su Dios y con sus conciudadanos. En esa dimensión puede
ejercitar su libertad y demás virtudes cívicas. En cambio, la superstición lo
reduce a un nivel animal sin inteligencia ni voluntad, esclavo de su
circunstancia, un objeto material más entre todos los que lo rodean y lo
controlan:
“Kanaima
no está sólo en los árboles y en las rocas, en los ríos ni en las montañas,
sino por encima de las cosas que rodean al hombre, como algo contra lo que nadie
se puede prevenir”. María Manuela de Cora, Kuai-Mare, Mitos Aborígenes de
Venezuela, Monte Avila, Caracas, 1972, p. 274.
El estúpido supersticioso carece de
libertad personal y permite que creencias idolátricas definan su vida. Este
proceder demuestra que no le da importancia alguna a la libertad ni a los
derechos que de ella se derivan: automáticamente se impone la opresión como forma
de gobierno. Sólo si respetamos lo verdaderamente religioso –si nos definimos
como seres espirituales, diferentes de lo que nos rodea – podremos establecer
una sociedad basada en la libertad personal y en la justicia colectiva.
Desde
los gobernadores coloniales hasta los presidentes Chávez y Maduro, personas
dominadas por creencias supersticiosas han guiado al pueblo venezolano:
“El
criollo es devoto, supersticioso, crédulo e ignorante...Las damas de la alta
sociedad tienen cada una su santo particular a quien le son muy devotas; con su
imagen colgando día y noche en sus pechos por una cadena de oro... Yo he
conocido a señoras con más de una docena de imágenes del mismo santo en
diferentes áreas de la residencia. A estas imágenes habría que
añadir
crucifijos, santas vírgenes, otros santos, ángeles, etc.” H. L. V. Ducoudray
Holstein, Memoirs of Simon Bolivar, Boston, 1829: p. 49.
Es
lamentable que Hugo Chávez Frías no fue lo suficientemente ambicioso, valiente
e inteligente para llevar a cabo una revolución verdadera en Venezuela. Ocurrió
todo lo contrario y ahora Maduro continúa siendo estúpido.
Ahora
me refiero a los cultos mágicos o supersticiones estúpidas que el presidente
Maduro promueve y que entorpecen la inteligencia de los venezolanos. Urge
eliminarlos, en lugar de promoverlos desde el Palacio de Miraflores. Que
hayamos descendido al nivel de corrupción al que nos trajeron los dictraidores
y sus compinches tiene una sola explicación: apenas apearon “a Jesucristo de la
cruz”, volvió a buscarnos el Diablo.
Gonzalo
Palacios Galindo.
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