Las
recientes declaraciones del ministro de Finanzas, Nelson Merentes, suponen sin
duda (de no ser desmentidas o negadas por los hechos), aunque tímido, un viraje
en la política económica. Es cierto que no es la primera vez que se hacen
anuncios de este tipo, pero en este caso, más que planteamientos retóricos, el
gobierno de Maduro está obligado a adoptar determinadas medidas que implican su
rectificación en esta materia.
Más
allá de la gimnasia revolucionaria como planteamiento originario del chavismo,
la situación del país obliga a ciertos cambios en la estrategia del manejo
económico, salvo que se asuma el riesgo cierto de conducirlo a un cuadro
parecido a una catástrofe. El carisma de Chávez y el alto ingreso por concepto
de la riqueza petrolera, le permitieron ocultar o disfrazar lo que ya era una
verdad incuestionable: el proyecto del socialismo del siglo XXI es
absolutamente inviable por sus resultados, pero más aún tiende, a la postre, a
generar un cuadro generalizado de calamidad con inevitables consecuencias en el
orden social.
Salvo
el caso de Corea del Norte, cuyas penurias suelen ser cubiertas periódicamente
por las grandes potencias para atenuar de esta manera sus repetidas amenazas
nucleares, todas las naciones de definición socialista apuestan hoy por la
flexibilización de sus economías. China (país que se ha convertido en el
principal socio de Venezuela y donde justamente Maduro inicia una gira de
varios días) es el ejemplo más elocuente de cómo una estructura política
implacablemente totalitaria, convive con un capitalismo que no conoce recato.
También son ejemplo Vietnam y Cuba, nación que con las limitaciones propias de
su actividad productiva, ha tomado decisiones para descargar al Estado del peso
que significa atender las necesidades de toda la población y que ahora estimula
las iniciativas individuales.
Maduro
deberá enfrentar la inevitable reacción de los grupos más radicales del
chavismo que, por el contrario, apuestan por una profundización y
radicalización de la revolución. No en vano muchos de sus teóricos han
comenzado a expresar sus discrepancias, por lo que consideran que sería una
inexplicable renuncia a la visión más dogmática del socialismo en su expresión
económica. No le será fácil entonces a Maduro asumir plenamente un viraje de
esta naturaleza. Pero de no hacerlo, los efectos son perfectamente previsibles:
se complicará el cuadro económico en unos términos en que políticamente su
gobierno comenzará a perder no sólo niveles de popularidad (lo cual ya revelan
las encuestas), sino también credibilidad entre quienes lo han apoyado y que
ahora comienzan a expresar sus divergencias frente a lo que podría ser la única
estrategia posible para asegurar futuras victorias electorales oficialistas.
@Manuelfsierra
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