Venezuela
una región llamada Táchira de ella, recuerdos de infantes en patines,
bicicletas en Palmira, los famosas morcillas y pasteles de carne con arroz, los
paseos a la laguna azul en Lobatera y la vuelta al Táchira, fenómeno que colma
las calles de toda la región tras el paso de los ciclistas entusiastas tras el
logro del triunfo. Pueblos llenos de recuerdos y de historias de la Venezuela
bonita de antes de ayer, ayer y dudo mucho que hoy.
Región
que acoge con cariño, gente de todo el país, siendo el Zulia una de las que más
destaca. Las familias crecen en ambiente acogedor, donde el respeto y el buen
trato se matizan. La ciudad de la cordialidad resalta con la amabilidad y el
trato educado adorna el lenguaje andino haciendo de esta práctica las formas de
convivencia andina; sus bebidas típicas, La “leche de burra”, el miche claro o
anisado entre muchas más.
En esta
atmosfera de remembranzas que alegran la mirada del pasado, no es lo que logre
conseguir luego de tantos años de ausencia. Un pueblo subyugado bajo la bota
militarista, ciudadanos propensos a ser víctimas de un guardia nacional, que
amaneció con la cartera sin fondos, un policía con ganas de matraquear e
imponer “sus leyes” para subyugar las libertades ciudadanas. Un gobierno que ha
desdibujado el pasado cultural de la región, como las miserias de hombres y
mujeres que portan un arma legalizada en un Cuerpo de Seguridad.
Las
colas del famoso “chip” de la gasolina, el control de la GNB como país en
“guerra” pasan los días en la abominación de una revolución que solo favorece a
un grupo pequeño a la usanza de Cuba. Un pueblo que busca constantemente las
libertades de ayer y el disfrute sin límites de sus tradiciones y costumbres,
encuentra en este escenario las limitaciones y el amedrentamiento de un
militarismo ignorante e inculto como desesperado por el dinero fácil que se
deduce en el paso de combustible, alimentos, medicinas, y el tráfico de
influencias.
Subyugado
bajo la triste condición de ciudadano sin padrino, el cordal andino que
conocimos se convierte en una sociedad frustrada del éxito y bonanza bajo la
estela revolucionaria.
Siguen en las costumbres de consolidarse con el trabajo,
esfuerzo que ve perder ante la impunidad, la corrupción, la especulación e
inflación de muchos colores y tintes ideológicos. Asumir ante este escenario es
un reto que nos recuerda a la revolución de los chácharos en octubre del 26 contra
la tiranía gomecista. Camino que hoy por hoy, no hay que olvidar.
joseponschene@hotmail.com
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