Desde distintos sectores de la vida nacional
han surgido voces, algunas muy calificadas, que plantean la necesidad de
avanzar hacia la convocatoria de una nueva Constituyente.
Hasta el propio
Henrique Capriles se sintió obligado a coquetear con esa proposición en el discurso
del mitin del sábado 3 de julio, en el acto de solidaridad con Richard Mardo.
No creo necesario ni conveniente emprender ese camino, que solo profundizará
los graves problemas confrontados por el país.
Una
Constituyente únicamente beneficiará al precario gobierno de Nicolás Maduro.
Esto lo comprendió perfectamente el heredero y presidente a juro, quien le
replicó a Capriles que estaba dispuesto a aceptar la convocatoria a esa
hipotética Constituyente. ¿Por qué esa respuesta tan solícita de un señor que
no ha hecho otra cosa que injuriar y amenazar al gobernador de Miranda? Pues,
porque le brinda una salida para ocultar las enormes dificultades que enfrenta
y no sabe cómo resolver. Entrar en un debate sobre la convocatoria a la
Constituyente, y luego acerca del diseño
de Estado que los venezolanos queremos, le permitirá a Maduro evadir o
postergar indefinidamente la resolución de los cuellos de botella en el área de
la seguridad social, la inflación, el desabastecimiento, la escasez, la salud,
la crisis de los servicios públicos (electricidad, agua, vivienda, transporte).
Alrededor de estos nudos se organizan las demandas y protestas diarias del
país, más de 400 al mes. Estos son los asuntos que preocupan a los ciudadanos
de todos los sectores sociales y en torno a los cuales el Gobierno carece de
soluciones. La incompetencia del régimen
para hallar soluciones es la causa esencial de que la popularidad del
heredero apenas frise el 40%, luego de haber ejercido formalmente la
presidencia solo por cuatro meses.
El
país no entendería que frente a un cuadro tan grave como el que padecen las
grandes mayorías, un grupo elitesco se plantee redactar una nueva Constitución
que sintetice el nuevo modelo de Estado. La superación de las carencias y
debilidades, incluidas las institucionales, no pasa por una nueva Carta
Fundamental, sino por acuerdos políticos que se concreten cuando se alcance el
poder. Conviene recordar que los vertiginosos cambios registrados en las
décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado, no fueron el resultado de la
Constitución de 1961, sino de los convenios políticos logrados con el Pacto de
Punto Fijo, el Programa Mínimo suscrito por los candidatos participantes en las
elecciones de diciembre el 1958 y los acuerdos obrero-patronales que garantizaron
una paz laboral prolongada y estable. La Carta del 61 refrendó esos compromisos
y les dio un marco legal y constitucional, pero fue la decisión política de
construir una democracia representativa sólida y equitativa la fuerza que
impulsó las transformaciones que se produjeron en todos los planos de la vida
nacional y convirtieron la democracia venezolana en un modelo en América Latina. El vigor de la democracia venezolana
contribuyó de forma decisiva a impedir que el morbo de la Revolución Cubana se
extendiera por el continente.
La
convocatoria a una Constituyente, además de ofrecerle un escape al Gobierno,
erizaría aún más a la nación. Las últimas encuestas muestran que, a pesar del
crecimiento de la oposición y el declive del oficialismo, la nación sigue
fracturada en dos grandes bloques. La diferencia a favor de las fuerzas
opositoras todavía no es categórica. Una Constituyente le permitiría al
Gobierno reagrupar sus filas. La correlación de fuerzas se mantendría. El
resultado de una Constituyente sería una Carta Magna muy parecida a la actual,
y expresaría el equilibrio de fuerzas existente en el país. Entonces, ¿para qué
impulsar un proceso que no va a arrojar soluciones prácticas a los problemas
objetivos, le brindará una salida de escape al Gobierno, propiciará la reunificación del oficialismo y
dará por resultado una Constitución ecléctica y desdibujada por el marxismo que
campea entre los rojos?
La
Constituyente se convoca cuando una opción política posee una mayoría holgada,
tal como hizo el teniente coronel fallecido en 1999. De lo contrario puede, con
elevadas posibilidades, convertirse en un salto suicida.
Por
delante tenemos el 8-D. En esa fecha deben concentrarse los esfuerzos y
expectativas de la oposición. Hay que triunfar en todos los municipios donde
sea posible. Lo demás es ladrarle a la luna.
@trinomarquezc
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Estoy my de acuerdo. Una nueva constituyente no solo beneficia al gobierno ilegal de Nicolas Maduro, sino que lo valida. Mas que una constituyente lo que Venezuela necesita es un decreto para sacarlo de inmediato por acciones ilegales en contra de la democracia y soberania de Venezuela. @gbensimon1
ResponderEliminarSi la consituyente es tan buena para el gobierno porque no la han llamado?
ResponderEliminarNo te gusta la constituyente? ok yo voy a votar el 8D. Y luego? me sient a esperar el 2018?
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