Cuando nosotros éramos jóvenes -digamos entre
la década del 50 y la del 60- el mundo se hallaba dividido en dos mitades. Se
las conocía como Primer Mundo (Estados Unidos y Europa Occidental) por una
parte, y Segundo Mundo o Bloque Soviético, integrado por Rusia (URSS, Unión
Soviética) y las Democracias Populares de Europa Oriental.
Como un entorno de estos dos grandes espacios
territoriales, se hablaba entonces del Tercer Mundo: África, Latinoamérica,
Asia, incluyendo a China Roja e India, Egipto e Indonesia (que eran
autocracias) como un conjunto de naciones cuyo futuro estaba por verse.
Nosotros pertenecíamos a ese Tercer Mundo, a pesar de nuestros antecedentes (en
1920 habíamos sido la novena potencia económica del planeta) porque nuestro
nivel de producción ya nos situaba entre los pobres del mundo.
Para los que no vivieron aquella época, que
hoy son millones, aclaremos que el nivel de vida del Bloque Soviético era bajo.
Pero a pesar de que en aquellas inmensas naciones (Rusia, Ucrania, Alemania
Oriental, Polonia, etcétera) se vivía en el atraso más absoluto (consumo,
confort, arte, moda, indumentaria, turismo, costumbres, cine, espectáculos) el
comunismo podía exhibir grandes logros en la conquista del Espacio, a partir de
Yuri Gagarin y el Sputnik 1 (década del 50) así como notables puntuaciones en
el deporte olímpico. Lo mismo pudo decirse, a partir de 1959, de la Cuba de
Fidel Castro: allí se vivía muy mal, pero la educación, la medicina
hospitalaria y el deporte amateur tenían un nivel de competición. Por otra
parte, el poderío militar, incluso atómico, de la Unión Soviética, equiparaba a
los Estados Unidos en un status de mutua amenaza.
Por aquel entonces, algunos jóvenes de
Occidente soñábamos con un mundo ideal, de signo socialista, y nuestros ídolos
eran los revolucionarios del mundo moderno: Mao Tse-Tung, Ernesto “Che”
Guevara, Ho Chi Minh y otros.
Los héroes de la nueva generación son, ahora,
emprendedores como Steve Jobs, Bill Gates, Mark Zuckerberg, Sergey Brin o Larry
Page
Entre l989 y 1990 se desencadenó el fenómeno
conocido como “implosión del comunismo”: el pueblo derribó el Muro de Berlín, las
reformas democráticas conocidas como Glasnost y Perestroika hicieron estallar
el sistema soviético, y luego vendrían liberaciones capitalistas en China,
Yugoslavia, Checoslovaquia y otros. Muchos países se dividieron en varios
estados. No siempre desembocaron en una democracia perfecta, a la francesa,
pero en todos los casos se demostró que los pueblos anhelaban riqueza, confort,
automóviles, arte, espectáculos, libertad para viajar y estudiar. En fin: lo
que el capitalismo venía exhibiendo desde sus vidrieras en Nueva York, Londres,
París, Roma y Berlín Occidental.
Desde entonces, Rusia y China se cuentan
entre las naciones más poderosas del mundo capitalista. El Bloque Soviético ya
no existe. Se afirma, en cambio, un nuevo grupo de naciones de confesión
islámica: Irán, Irak, Arabia Saudita, Yemen, Afganistán. Estos países rechazan
el individualismo laico, la libertad de comercio y de costumbres. Constituyen
una enorme porción del mundo, sus sistemas políticos y culturales son muy
variados, pero nunca democráticos o parlamentarios. Por lo general, se rigen
por la teocracia o la autocracia, y se apoyan sobre naciones de gran riqueza
petrolera. La unidad de estos pueblos en torno a sus creencias religiosas les
confiere una enorme capacidad de sacrificio y combate.
Aquellos que en nuestros años jóvenes, en las
décadas del 50 y 60, agitábamos la bandera de Castro y Mao, nos encontramos hoy
con un mundo desconcertante. Los héroes de la nueva generación son, ahora,
emprendedores como Steve Jobs, Bill Gates, Mark Zuckerberg, Sergey Brin o Larry
Page. Vuelve, pues, a imponerse el modelo del individuo que lucha por sus
propios negocios, ideas y beneficios.
Puede aceptarse que el capitalismo nació con
la revolución industrial en Inglaterra, hacia 1750. Antes de esta fecha, el 90
por ciento de los seres humanos vivía en la miseria. A partir del siglo XVIII,
se extendió en los Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Francia, Japón,
Italia, la clase media que viene consumiendo autos, pasajes de avión, ropa de
marca, buena comida, educación de excelencia, y que es el motor mismo del
capitalismo. Este círculo virtuoso de trabajo-ahorro-consumo-educación-ascenso
social hoy moviliza también a China, Brasil, India y las naciones del grupo
emergente.
¿Cuál es, finalmente, el secreto que permite
a los americanos mantenerse a la vanguardia del mundo?
Cuando la gran crisis económica de los
Estados Unidos, en 2008, se supuso que el “imperio” llegaba a su fin. Pero esto
no sucedió. Al contrario: el desempleo actual, allá, es sólo del 7,6 por
ciento. La unión dejará de importar petróleo después de 70 años: en poco tiempo
exportará petróleo y gas -según consigna Andrés Oppenheimer en el Miami Herald-
mientras que ya se registra en la bolsa el índice Dow Jones más alto de todos
los tiempos, con un superávit presupuestario de 116 mil millones de dólares en
junio, el mayor en los últimos cinco años.
¿Cuál es, finalmente, el secreto que permite
a los americanos mantenerse a la vanguardia del mundo?
Muy simple: los emprendedores, los visionarios,
los inventores, los gigantes de la industria. Henry Ford, los señores Gillette,
Goldwyn y Mayer, los Disney, los Gates, los Zuckerberg, los creadores de
vacunas, antibióticos, anestésicos, implantes óseos y transplantes de órganos,
los hacedores de nuevos medios de comunicación, películas, canciones, pasos de
baile, aparatitos electrónicos…
El ensayista Jorge Castro destaca la
capacidad de innovación tecnológica incomparable de los Estados Unidos, y el
escritor venezolano Carlos Vilchez Navamuel consigna los siguientes datos. En
el último año se han registrado en USA más de 130.000 patentes, mientras que
Japón no llega a la mitad. Alemania puede alcanzar un 15 por ciento de lo
registrado por los EE.UU., y la gigantesca China (segunda economía del planeta)
apenas un 5 por ciento de las patentes inscriptas en USA.
Vilchez Navamuel menciona un dato
melancólico: en el último año, Venezuela ha anotado 26 patentes. Teniendo en
cuenta que en los últimos 14 años han entrado en este país algo así como un
millón de millones de petrodólares, con altas cotas de inflación y
desabastecimiento, el “modelo” resulta disfuncional.
La libertad de creación y la continua
innovación técnica son el toque de estilo de los Estados Unidos. El
antiamericanismo es otro nombre del atraso. Por otra parte, los países más
antiyanquis del mundo (Argentina y Francia) no hacen más que imitar la moda,
los términos, los deportes, las costumbres, la estética y la filosofía de los
Estados Unidos, campeones del capitalismo. En ese sentido, nos llevamos la
palma: hemos inventado el “rock nacional”, que sería un “rock and roll” (género
musical del folklore de los Estados Unidos) traducido al idioma argentino. Como
si, mañana, se presentara a la audiencia mundial la “zamba de Kentucky”.
http://www.lanacion.com.ar/1607920-viva-el-capitalismo
Fuente: La Nación (Argentina).EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
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