Como decía Hegel y lo retoma Gadamer en su
obra “Verdad y Método”: La “mala infinitud” existe y nos rodea. La capacidad
infinita de maldad es una realidad. Dos símbolos de la corrupción en un caso
con más de 20 denuncias sin procesamiento y en otro la expulsión de su
institución por malversación son los encargados de asumirse como los jueces de
la moral ciudadana, sin el menor parpadeo.
¿Qué hay detrás de ello? La intencionalidad
en la acción humana es una pregunta obligada. Es evidente que la historia
reciente nos recuerda una mezcla peligrosa: Del vínculo entre la crisis
económica social y la corrupción. Carlos Andrés Pérez la vivió y la sufrió. Por
ello no es extraño que ante el marasmo económico y social actual se busque convertir
la lucha contra la corrupción como el arma del Gobierno de la moralidad. Es una
movida adelantada para embestir contra toda posibilidad de que la población
afinque su desesperanza en el régimen que impera. Pero no por ello deja de ser
evidencia de una capacidad infinita de maldad y de cinismo.
Empezamos por el cínico tratamiento de
Franklin Brito y ahora el de Simonovis, los desmanes que se pretenden encubrir
de la violencia oficial en la patria segura, la violación constitucional sin
máscaras de la arremetida teatral y cínica contra el diputado Mardo, la
constante amenaza a cualquier disidencia empezando por la compra masiva de los
medios de comunicación que se refuerza con las declaraciones del Ejecutivo de
seguir expropiando los medios de producción sabiendo que no hay ni producción
ni inversión alternativa. Todo ello apunta a querer romper con cualquier
artimaña el posible vínculo entre crisis y responsables de la misma.
Carlos Tablante y Marcos Tarre valientemente
denuncian la organización del Estado Delincuencial, evidencia que podemos los
demócratas tener siempre diferencias por la diversidad del pensamiento y la
acción pero los artífices de cualquier delito tienen una lealtad a ultranza en
la complicidad delincuencial, allí no hay límites sino hermandad en la
capacidad infinita de maldad. Recientemente Consultores 21 señaló la
desesperanza como una realidad creciente en nuestra vida cotidiana y visión de
futuro inmediato. ¿Será esa atmósfera la que siendo utilizada como control de
nuestras motivaciones, la que nos lleva a aceptar cínicamente la maldad y
meternos todos en el bojote de la corrupción para sobrevivir? Las protestas
diarias demuestran lo contrario pero, cómo articular ello con una muralla
frente al miedo o la imposición de la fuerza. Si el cinismo reinante nos lleva
a perder la capacidad de asombro, nos queda la resistencia para tumbar las
máscaras de los mil rostros de la maldad. Tal vez, el diálogo desordenado pero
expresivo, sea la vía para conocer la maldad y también para afrontarla con la
propia construcción de la esperanza. Difícil es, pero no imposible.
mercedes.pulido@gmail.com
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