Hay anaqueles vacíos y colas de gentes buscando
harina, leche, papel higiénico o pollo. Pero la escasez más grave en Venezuela
es la falta de política.
Cuartel no es política, “ordeno y mando” no es
democracia, por eso el barco naufraga y escasea la política con participación
libre y responsable. Política es participación en la polis, en el espacio
público, donde se juega el bien común de todos. Los católicos aprendimos que la
buena política es una de las formas más elevadas de practicar la caridad,
porque el bien cuanto más universal es más divino; y la mala política es más
diabólica, pues castiga con inseguridad, inflación y desempleo a la mayoría de
los venezolanos.
Llegamos al fin de un experimento que estuvo
cargado de esperanza y hoy la gente quiere cambiar, pero no quiere saltar de
una ilusión fracasada a otra.
Sólo una política honesta, tenaz, decidida y
abierta a una participación plural, puede recoger democráticamente ese anhelo
de cambio del 80% de los venezolanos. Como siempre en las crisis, está latente
la tentación de una aventura de fuerza, olvidando que quienes llegan al poder
por la fuerza buscan perpetuarse con las armas y la mentira, y para ellos la
política y los partidos políticos son enemigos mortales.
Cuando el general Franco llevaba veinte años
de dictador nombró un Ministro de Relaciones Exteriores civil y le dio el
siguiente consejo: “Usted no se meta en política. Haga como yo que nunca me he
metido en política y me ha ido muy bien”. Estaba claro: dictadura no es
política, no es polis ni ciudadanía corresponsable, sino la bota que impone.
Cuando Chávez llevaba menos de dos meses en la presidencia me dijo personalmente en Miraflores: “Yo no creo en ningún partido, ni siquiera en el mío. Yo creo en los militares que es donde me formé”.
Así es. Por ello se
impone el Ejecutivo sobre los otros poderes y se viola la Constitución. Eso por
el lado militar; y por el lado marxista es una obligación imponer la “dictadura
del proletariado” (en Venezuela sólo algo metafórico), indispensable para
destruir y erradicar la “dictadura de la burguesía”. Por eso las elecciones, la
descentralización del poder, los contrapesos entre los poderes públicos, la
limitación temporal de mandato presidencial, la ciudadanía como origen y
control de los poderes… son lamentables “formalismos burgueses”.
La impaciencia y la indignación llevan a
algunos opositores a pensar que lo militar sólo se vence con lo militar y que
luego los buenos ángeles armados entregarán gustosos el poder a los ciudadanos.
Para la buena política necesitamos políticos y partidos políticos. Sembrando antipolítica (llevamos al menos veinte años en eso) no cosecharemos democracia.
Por eso el gobierno criminaliza la política. Pero los primeros sembradores de
antipolítica son los malos políticos, como fueron los tradicionales partidos en
el año 1998, y mucho antes, con el deterioro e insensibilidad social creciente
desde 1975.
La mejor escuela de formación de agrupaciones
ciudadanas y de partidos es el ejemplo de los líderes, que en medio de esta
tormenta reman contra corriente y sufren todo tipo de ataques, de calumnias y
de amenazas. Parece suicida que, desde el deseo de cambio, se desprestigien los
éxitos de los demócratas unidos y se siembre la sospecha que lleva a vacunar a
la población contra la política. Por el contrario, necesitamos que cada
venezolano se vuelva ciudadano, es decir político.
Criminal es también la actitud de algunos figurones de la política que anteponen su propio interés y esperan triunfar con el fracaso de otros demócratas.
Cuánta falta hace en
Venezuela en este momento la “Cultura del encuentro” de la que habló en Brasil
el Papa Francisco: “Una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que
aportar y todos pueden recibir algo bueno a cambio”. Luego de años de prédica
del odio, de la descalificación y del enfrentamiento, la población añora el
reencuentro.
Jesús reprimió las ambiciones de poder de sus discípulos y les
dijo: miren, los jefes de las naciones dominan y oprimen a sus pueblos y los
tratan como esclavos. No sea así entre ustedes, sino que el mayor sea el que
más sirve, así como el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y
dar la vida.
Sólo saldremos de esto si todos contribuimos a fortalecer una alternativa ganadora con una política decidida para que tengan poder social, económico y político quienes hoy no lo tienen y por eso se agarraron a caudillos populistas. ¡Lo público es de todos!
lugalde@ucab.edu.ve
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