Al momento de
escribir ese artículo ya debe haber terminado las postulaciones de los
candidatos a las alcaldías y a los distintos concejos municipales del país.
Habrán quedado insatisfacciones de lado y lado. Es lo normal en todo proceso de
escogencia de candidatos, sin embargo, las molestias se intensifican cuando la
forma en que se realiza la selección no atiende a la formalidad que los
procesos democráticos exigen.
Así, si los
candidatos fueron escogidos por una oligarquía partidista que se reparte los
cargos de acuerdo a conveniencias e intrigas palaciegas, sin duda, estallarán
serios conflictos que terminarán debilitando la opción de los candidatos
impuestos. Por el contrario, si los aspirantes son consecuencia de un proceso
formalmente democrático el florecimiento de dificultades se diluirá ante la
legitimidad de la selección.
En cierta medida eso
es lo que está pasando a propósito de las elecciones del próximo 8 de
diciembre. Por el lado del PSUV, la oligarquía partidista encarnada por Cabello
y Maduro se repartieron los cargos. No atendieron las demandas de las bases,
sino que cada quien colocó al suyo, a su incondicional, sin importar el
liderazgo de cada uno de ellos. El “potro” Álvarez no tiene liderazgo alguno en
el municipio Sucre del estado Miranda, pero lo impusieron. No es un candidato
para competir con Ocariz, en fin, terminará como un “pony” pegando saltitos. En
Baruta impusieron a Wiston Vallenilla quien terminará desinflando la esmirriada
votación roja, de la misma manera como disminuye las ventas del Kino.
Aquí no termina la
crisis del oficialismo. En todo el país hay protestas, pero los jefazos del
partido rojo se decantaron por sus incondicionales y, por lo peloteril y lo
fashion. Abandonaron la política para inclinarse por el show; al final terminan
pagando los platos rotos las bases del PSUV. La revolución, si alguna vez la
hubo, anda de rumba.
En la oposición las
cosas son distintas. Sus candidatos fueron electos en primarias, legitimados,
que no es poca cosa, por el voto popular, pero no por ello dejan de aflorar
algunos lunares. Esas manchas en las postulaciones de la oposición corresponde
a otro fenómeno que aún subsiste en el medio político: el oportunismo y las
apetencias personales por encima de lo colectivo.
Los casos más
notables corresponden al municipio Libertador. Allí había sido electo
claramente el diputado Ismael García. En su contra compitió un concejal de
Chacao que decidió incursionar en ese municipio abandonando sus funciones
edilicias en el municipio vecino. El concejal de Chacao –hay que subrayarlo-
Antonio Ecarri, militante del partido Proyecto Venezuela, perdió, sin embargo,
se postuló contra la opinión de su partido y de la mayoría de los caraqueños.
Esa conducta de
Ecarri, botado posteriormente de Proyecto Venezuela, suerte que también
corrieron dos militantes de Primero Justicia, se corresponde con ese fenómeno
que se resiste a abandonar la política venezolana: la anti-política. Son
conductas como las de estos sujetos lo que afecta, daña y dificulta la
recuperación de la institucionalidad partidista: En la política venezolana
abundan personajes que se infiltran en los partidos políticos con el fin de que
éstos sirvan a sus intereses particulares y personales, y poco o nada les importa
contribuir a la consolidación de un proyecto político.
Unos se alzan contra
las oligarquías partidistas como en el PSUV y otros contra la legitimidad que
arropa a unos candidatos de la MUD electos en primarias. Al final la gente
decidirá, pero seguramente las conductas que van contra la formalidad
democrática cargarán sobre sí el signo de la derrota.
@leomoralesP
leonardomorale@gmail.com
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