En el ánimo vengativo y la intolerancia
presentes en la concepción del poder, con un absoluto desprecio por el estado
de derecho y por los DDHH y una desenfrenada obsesión de dinero y poder, está
el fundamento de la ley habilitante solicitada por el ejecutivo, a sabiendas
que la corrupción es un cáncer inoculado por el régimen testador y su legatario
para depredar a la república.
Con la habilitante se busca aumentar y
“legitimar” la represión con violencia estructural para contener y callar a la
cada día más creciente disidencia a un régimen absolutamente corrupto, amoral,
ineficiente e ineficaz, es usar la ley y la justicia como medio de presión para
ocultar la brutal crisis económica, política y social en la cual han sumido al
país, creando nuevos delitos y penas infamantes para neutralizar a la
oposición.
En Venezuela la clase dominante ha ido
configurando un sistema de antivalores y leyes tendientes a justificar su
dominio, su preponderancia hegemónica para regir los destinos del país y la
vida de los ciudadanos. Siempre mediante la violencia estructural en sus
diferentes formas, imponer un orden social basado en la exclusión y marginación
económica, social y cultural de la ciudadanía.
La violencia es inherente a una estructura social injusta.
A pesar que en los frecuentes discursos
oficialistas condenando la violencia y la corrupción, "venga de donde venga", “caiga
quien caiga”, en la práctica, se busca neutralizar o desarticular a la
creciente base disidente, es una forma auto-defensiva y ofensiva, de una
moderna Inquisición que no cesa en su empeño de inventar nuevos
"delitos" que les den un simulacro de justificación moral a los ojos
de las masas sociales y poder continuar dando satisfacción a sus instintos
depredadores de la república. De los innegables, aunque exageradísimos, abusos
de la Inquisición no queda nada. Pero así como, después de los cambios de
nombres y de funciones, la Inquisición desaparecía de la faz de la Tierra, con
otros nombres, y con métodos tanto o más brutales, pero infinitamente más
cínicos e hipócritas, aparecía un moderno monstruo, las leyes habilitantes del
SSXXI, que, en nombre de la “moral y la patria”, dejan en pijamas a la vieja
Inquisición.
Entonces, ¿es creíble la supuesta lucha
contra la corrupción emprendida por Maduro? ¡No! Por cuanto el país se
encuentra secuestrado por una claque política ultra-corrupta y autoritaria que
ha usurpado y secuestrado el destino de la nación, con la violación cotidiana a
la Constitución, el manoseo del orden jurídico, la corrupción, la toma de
decisiones arbitrarias, el secretismo administrativo de los dineros públicos,
la imposición de un sistema político salvaje por encima de la dignidad de las
personas, la centralización del poder, el establecimiento de leyes inquisitorias
dirigidas contra las clases populares y contra los enemigos políticos, la
mentira y la sucia manipulación propagandista, la malversación, el peculado y
las riquezas mal habidas de los cercanos al poder; nos confirman con toda
claridad que es falsa la lucha contra la corrupción.
Sólo la irracionalidad del fanatismo, el
miedo a la pérdida del poder, la obsesión del dinero mal habido y el vergonzoso
rezago de resentimientos propios de inadaptados, con sus costumbres
inquisitorias y las ansias de morbosos castigos a la disidencia, son la base
estructural de la manida solicitud de habilitante. Suelen decir que la ignorancia es atrevida,
pero no puedo encontrar ningún sustento racional en la solicitud de la
habilitante. La nación ya no soporta más el desgaste que causa la permanente
crisis estructural, de allí que la propuesta, más que inviable es risible. Dile
no al burdo imitador de Torquemada.
ffacchinb@gmail.com
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