En la década de 1950,
el dictador Marcos Pérez Jiménez, quien para entonces resultó ser el jefe de
Estado más joven del mundo, cumplió con el momento histórico de construir la
infraestructura necesaria para el desarrollo del nuevo país. La rezagada y rural
Venezuela, transitó en diez años, etapas que otras naciones habían tardado cien
años en recorrer.
Pero había un
problema, carecíamos de mano de obra calificada: albañiles, ingenieros y
personal especializado suficientes para realizar ese gigantesco proyecto de
construcción. Para solventar la situación se trajeron 300.000 inmigrantes, en
especial italianos, españoles, portugueses (se adaptaban mejor por ser
“latinos”) y otros sobrevivientes de la guerra europea, quienes con su esfuerzo
generador lograron el sueño de la nueva Venezuela.
Un país donde existían unos
pocos intelectuales y una ínfima clase que dominaba a una mayoría de
campesinos, se transformó en menos de dos décadas en una pujante nación con una
clase media que se extendió para gloria de la patria.
A esos inmigrantes
quienes hace más de sesenta años, con el sudor de su frente, forjaron lo que
hoy es Venezuela, les robaron sus propiedades de la manera más cobarde y
absurda, y han sido víctimas de ataques xenofóbicos por parte de organizaciones
chavistas. A los hijos y nietos de esos pioneros que portan su gentilicio y que
constituyen la fuerza intelectual y trabajadora del país se les ha obligado a
emigrar de su propia tierra por la inseguridad reinante en todos los ámbitos.
Por las mismas razones
han emigrado los criollos triunfadores y los hijos de éstos. Por su parte, a
los chavistas honrados y progresistas que han logrado con su trabajo salir de
abajo se les presenta el mismo problema y otro adicional.
La consigna oficial
es nivelar por lo bajo. Al chavismo no le interesa acabar con la pobreza sino
endulzarla a fuerza de pan y circo. Pobre que se supere y pase a clase media es
una amenaza potencial. Si se acaban los pobres se acaba el socialismo del siglo
XXI y su concepción errónea de lo que es
justicia social.
De nuevo quedaremos sin nadie y sin nada como en un principio.
Que oiga quien tiene oídos…
garciamacgregor@gmail.com
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