La
rebeldía de las nuevas generaciones se va extendiendo por el mundo entero.
¿Porqué no ha llegado aquí la onda expansiva del cambio? Tratemos de
explicarlo.
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En el último por ahora de sus brillantes
artículos, Axel Capriles, psicólogo de muy merecida fama, haciendo referencia a
los recientes sucesos en Egipto, Turquía, Bulgaria y Brasil, dice: “lo peculiar
del año 2013 es que las furias han aparecido simultáneamente en las poblaciones
de cuatro continentes, en manifestaciones diversas, por distintas razones y en
todas partes.
Llama la atención, entonces, el caso de Venezuela, país con
condiciones objetivas que supondrían un natural y poderoso despertar de la
protesta pero que ha caído en la apatía. A contracorriente del viento de los
tiempos, Venezuela ha producido un extraño liderazgo de oposición que está más
interesado en mantener la paz y la tranquilidad que el propio gobierno…Los
líderes de nuestra oposición le han levantado un altar a la no violencia” (El
Universal, 04-07-13).
Me he esforzado por conseguirle una
explicación a esta situación anómala de una oposición empeñada en sacrificar a
un pueblo persistiendo en una estrategia equivocada, que jamás la llevará al
poder; por el contrario, consolida y perpetúa la tiranía comunista, sin que
nada la perturbe. Una oposición distinta a las que le antecedieron en otras
épocas de nuestra historia y diametralmente diferente, por su pasividad y
entreguismo, a las que existen actualmente en el mundo entero, como lo estamos
viendo. La única explicación que he conseguido es lo que Toffler denomina la
“disfuncionalidad sistémica” de las instituciones del siglo XX en el XXI.
¿En qué consiste la “disfuncionalidad
sistémica” en la Venezuela actual? Consiste, por una parte, en que tenemos un
gobierno que se sostiene en una ideología atrasada, que tuvo vigencia en la
primera mitad del siglo XX. El comunismo fue la moda de la juventud desde su
instauración en Rusia en 1.917. Estaba entonces el mundo en la etapa de la
sociedad industrial, en la cual los obreros o proletarios eran mayoría,
explotados por el “capitalismo salvaje”. Para atraerlos, los comunistas ofrecían
invertir la relación socio-económica instaurando la “dictadura del
proletariado”.
En la segunda mitad del siglo XX el comunismo
perdió su encanto, no sólo porque quedó demostrado que se trataba de una
dictadura del partido único, no de los trabajadores, sino por quedar desfasado
debido a que el capitalismo evolucionó a sociedad post-industrial. A causa de
la revolución tecnológica el comunismo es una pieza de museo, un dinosaurio
ideológico, que carece de atractivo para una clase media emergente, de profesionales
y técnicos, que han ido desplazando a los obreros. Todos los trabajos exigen
formación y capacitación tecnológica. Los comunistas que han entendido este
cambio, se han adaptado. Son comunistas de nombre en un país de economía
capitalista. Es el caso de China. En cambio, Cuba es un “parque jurásico.” Y,
para mayor desgracia, tiene su sucursal en Venezuela, próxima a ser lo peor: la
sucursal de un “parque jurásico.”
Tenemos, pues, en Venezuela un gobierno anacrónico, totalmente desfasado, nacido de huevos que había dejado oculto un dinosaurio comunista, el estalinismo, ya desaparecido. ¿Cómo es posible que esta antigualla subsista? Subsiste porque convive con otro anacronismo: los partidos de oposición. Son partidos del siglo XX que no han entendido el siglo XXI. La vigencia del modelo de partidos del siglo XX termina con el siglo en que se fundaron y actuaron.
La crisis terminal de AD y COPEI tiene allí su
causa. Son partidos que se manejan con el mismo criterio de su época de
esplendor que ya pasó. Los que se han fundado después han seguido el modelo. Es
el mismo estilo de hacer política. Desde luego, le temen a la oposición de
calle porque la burocracia del partido puede perder, y efectivamente, perderá
el control de la política, desplazada por una nueva clase política que emergerá
de la creciente capa social de profesionales y técnicos, base y fundamento de
lo que se han llamado “indignados”.
El temor a la emergencia de esta nueva clase
política, de profesionales y técnicos, une a gobierno y oposición, por lo cual
ambos coinciden en cerrarse ante los movimientos de calle. Esta
“disfuncionalidad sistémica” deberá producir un estallido socio-político muy
pronto, que dejará aparcado en el camino a los que han puesto cercas para
impedir que el siglo XXI entre en Venezuela.
jpetitdacosta@hotmail.com
@petitdacosta
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