Hay muchas razones para aspirar a un pronto y
definitivo cambio de régimen.
En lo político, económico, social, militar, internacional
y en lo ético y moral, el país se reduce a una perversa caricatura del deber
ser que le corresponde. Nada funciona bien en Venezuela y las contadas áreas
que escapan al control destructivo del gobierno, resisten la política de
asfixia a que están sometidas. No sabemos por cuanto tiempo más, si todo sigue
por el camino actual.
En esta oportunidad me referiré
exclusivamente a lo educacional, con especial acento en la educación superior.
El sistema está en la peor etapa de su historia. La educación, cuantitativa y
cualitativamente, mantiene niveles insólitos de pobreza. Condena a la juventud,
a la presente y futuras generaciones, a la mediocridad que caracteriza a la
cúpula del actual gobierno. Venezuela retrocede de manera impensable hace pocos
años. En el mejor de los casos podría presentarse un estancamiento que nos
dejaría rezagados ante el avance del continente y del mundo en las disciplinas
del saber científico, tecnológico y humanístico. Frente a esto, o peleamos o
nos resignamos a ser testigos pasivos de la destrucción nacional. Es la hora.
No hay alternativas intermedias ante la mediocridad importantizada que
gobierna.
Debemos asumir la defensa activa de las
universidades nacionales y de las privadas que mantienen intacta su dignidad.
Las soluciones y los hombres y mujeres que Venezuela necesita para su
reconstitución, o salen de las universidades o no salen de ninguna parte. Si
las seguimos buscando donde mismo, pues sencillamente, allí no están. La
experiencia del pasado reciente y del momento actual así lo demuestra.
No podemos limitarnos a ser observadores
“imparciales” de la lucha existencial que libran las autoridades
universitarias, las asociaciones de profesores, los trabajadores y las
organizaciones estudiantiles. Apoyemos a las autoridades académicas y
sectoriales que hacen vida activa en sus instituciones. Evitemos la
intervención que prepara el régimen para liquidarlas. Se va a profundizar la
política de estímulo a los conflictos internos para proclamar la
ingobernabilidad de las mismas y así, justificar la intervención. El presente y
futuro está en la fortaleza del sistema educacional. Peligra gravemente.
oalvarezpaz@gmail.com
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