Para la Venezuela democrática el objetivo
fundamental es poner punto final al castro-comunismo que nos gobierna. Podemos
discutir los instrumentos a utilizar y las vías a seguir, pero en función del
objetivo señalado.
Día a día queda más en evidencia el triunfo
de Capriles y la derrota de Maduro. También las maniobras abiertas y
encubiertas de lo que va quedando de unas instituciones controladas al servicio
de la permanencia de un régimen
repudiado por la mayoría del país.
No se trata de dos mitades en pugna que
electoralmente se disputan el poder por lo que se hace indispensable el
diálogo, la reconciliación y el entendimiento que permita la convivencia entre
dominantes y dominados para garantizar la “unidad” y la “paz”.
Es correcto agotar las vías legales, a pesar
de las reservas éticas y jurídicas existentes frente a quienes tienen que
decidir y recurrir a las instancias internacionales, cada día más motivadas a
prestarle atención a cuanto sucede.
Esta lucha es de principios y valores que no
pueden ser negociados como consecuencia de diálogos cobardones que presuponen
el reconocimiento nuestro a la investidura de Maduro como Presidente y a las
perversas decisiones políticas, económicas y sociales de las últimas semanas.
Comparto la visión de Alberto Quirós Corradi,
expuesta el domingo en El Nacional. Afirma que la negociación es imposible por
tratarse de dos sistemas incompatibles que no pueden coexistir “a menos que uno
de ellos haga concesiones que desnaturalizarían su filosofía de gobierno”. Quienes
caminan en esa dirección de buena fe, lo cual dudo, o calculadamente, terminan
traicionando una causa que ha costado demasiados muertos, presos, exilados,
arruinados y la destrucción institucional de la República.
Lo que se impone es profundizar la lucha
dentro y fuera del país, no la “normalidad” entreguista. Se invoca mucho a
Gandhi y a Martín Luther King, como ejemplos a seguir. Recordemos que ambos
fueron asesinados y ninguno de los dos vivió para ver el resultado de sus
luchas. El primero dejó tras de sí unos ocho millones de muertos
“pacíficamente” masacrados y el otro una estela de muertes, persecuciones y
cárcel para sus seguidores. Ninguno arrió sus banderas en nombre de la paz.
oalvarezpaz@gmail.com
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