Como se vio en artículo anterior, Raúl
Prebisch y la CEPAL, con su teoría estructural de la dependencia y la política
de sustitución de importaciones por producción interna, marcaron el inicio
de la segunda parte del siglo XX en
Latinoamérica.
Esta política no fue tan exitosa como se
esperaba, los estímulos fiscales que se aplicaron a la industria naciente,
generó una industria dependiente del Estado, trayendo como consecuencia, un
desarrollo regional inestable e ineficiente con una marcada desigualdad en la
distribución del Ingreso, dando a lugar, formas dramáticas de pobreza crítica.
Estos elementos, de acuerdo al ex presidente
del BID, Enrique Iglesias, los desequilibrios internos, se vieron agravados por
el fácil acceso al endeudamiento externo que tuvieron los países de la región
en la década de los años setenta, gracias a las peculiares condiciones que
caracterizaron a los mercados financieros internacionales, y del cual hicieron
intenso uso con el objeto de atenuar los shocks petroleros y la recesión
mundial. Al inicio de los ochenta, México tuvo problemas para el pago de su
deuda externa, desencadenando de esta forma la mayor crisis de América Latina
hasta la actualidad.
A partir de ese momento y, básicamente en los
ochenta, se comenzó a hablar de la necesidad de realizar ajustes o reformas
estructurales para agrupar un conjunto de medidas encaminadas a la
liberalización de los mercados internos, la privatización de empresas estatales
y de ciertos servicios sociales, y la apertura de las economías al comercio
internacional y a los flujos privados de capital.
Estos ajustes estructurales, inicialmente
fueron inspirados por una corriente liberal proveniente de Chicago, mediante un
convenio entre la Universidad de Chicago (donde Milton Friedman era el profesor
más destacado) y la Universidad Católica de Chile. Los economistas formados
bajo ese convenio son conocidos como “Los Chicago Boys”. Igualmente, estas medidas de ajuste cobraron
una inusitada popularidad regional, con el éxito obtenido por Alberto Fujimori,
presidente de Perú para la época. Su política económica se centró en la
aplicación de conceptos liberales y de libre mercado. Si bien llegó a
estabilizar la vida económica y permitió la reinserción del Perú en el sistema
financiero internacional, así como la privatización de las compañías del Estado
a manos extranjeras, también ocasionó despidos masivos de obreros y empleados
públicos, así como la supresión de las protecciones a la ineficiente industria
nacional, lo cual llevó a su quiebra y a altos índices de desempleo. En
consecuencia, se redujo al mínimo la actividad sindical y aumentó la actividad
económica informal. Por otro lado, la reducción del estado y la liberalización
de la economía nacional fomentaron la inversión extranjera. Como resultado, en
1994, la economía peruana creció un 13%, a pesar de los despidos masivos
acaecidos.
El economista John Williamson (Hereford, Inglaterra, 7 de junio de 1937, es
un profesor y economista británico,. Trabajó en el Departamento del Tesoro
británico «1968-70», en el FMI «1972-74» y el Banco Mundial «1996-99», miembro
del Institute for International Economics. Acuñó el término de Consenso de
Washington, para designar un listado de políticas económicas consideradas por
los organismos financieros internacionales y centros económicos (FMI y Banco
Mundial), con sede en Washington D.C. (District of Columbia), Estados Unidos,
como el mejor programa económico que los países latinoamericanos deberían aplicar
para impulsar el crecimiento. A lo largo de la década el listado y sus
fundamentos económicos e ideológicos se afirmaron, tomando la característica de
un programa general.
A pesar de la popularidad del término, el
conjunto de medidas que agrupa no se originan unilateralmente en las
instituciones bancarias estadunidenses ni en los organismos financieros
internacionales, sino en una combinación –en proporciones diversa- entre sus
recomendaciones y os esfuerzos de modernización económica y de apertura externa
de los propios países latinoamericanos. Lo es más, el “Consenso de Washington”
no es una denominación comúnmente aceptada, sino un título afortunado puesto a
este conjunto de recetas por una prestigiosa institución y por sus distinguidos
miembros (Enrique Iglesias, 1993).
El “Consenso de Washington”, ha recibido
duras críticas, sobre todo por la izquierda latinoamericana, quienes en forma
despectiva utilizan el término “neoliberal”. Esta izquierda ha logrado en los
últimos años alcanzar el poder en algunos países, revertiendo las medidas
liberales realizadas en esos países.
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