Cuántos documentos han defendido el derecho a
ser libres frente a doctrinas, regímenes y sistemas, contra los excesos del
liberalismo o las negaciones del totalitarismo.
Cuando se examina la historia del derecho
social en el mundo, desde la perspectiva de diversas doctrinas políticas, “el
socialismo (no excluyente sino consustancial con las creencias y estructuras
democráticas), el comunismo (que hoy parece retornar a su propia ideología y
transita hacia la libertad) y el cristianismo social (que también ha ejercido
sus prédicas a favor de las instituciones de la democracia)-“Trabajo y la
Revolución Social”, 1990-, las mismas han sostenido entre sus fines esenciales
la libertad, los derechos, la justicia social y la dignidad del hombre.
Cuántos documentos han defendido el derecho a
ser libres frente a doctrinas, regímenes y sistemas, contra los excesos del
liberalismo o las negaciones del totalitarismo.
La Iglesia Católica elaboró la Carta
Encíclica “Libertas”, bajo el dictado del papa León XIII, en el año 1888, ya
próxima a sus 125 años, referida a la independencia del ser humano y que junto
a otras como “Inmortale Dei”-sobre los deberes del Estado-, “Sapientiae
Christianae”-sobre los deberes ciudadanos-, “Rerum Novarum”-sobre el tema
obrero-, “Quadragésimo Anno”, “Mater et Magistra”, “Laborem Exercems” y
“Centesimus Annus” aportan el incontrovertible fundamento de derechos
superiores, que no dependen para su existencia de la voluntad de un individuo,
ni de la misma sociedad.
“La
libertad, don excelente de la Naturaleza…”, fue definida por la Encíclica
“Libertas” como un bien “propio y exclusivo de los seres racionales”, que
además “confiere al hombre la dignidad de estar en manos de su albedrío y de
ser dueño de sus acciones”. Libertad en consecuencia esencial e irrenunciable y
de la cual nacen, paradójicamente “los mayores bienes y los mayores males”,
esto último cuando creemos alcanzarla “yendo tras el espejismo de unas
ilusorias apariencias” que la destruyen en definitiva.
La libertad entendida como una “excelsa
cualidad del hombre”, debe fundarse en “la necesidad de que la voluntad humana
no se aparte de la recta razón”. Advertía la Encíclica que “en una sociedad
humana, la verdadera libertad no consiste en hacer el capricho personal de cada
uno…”, como tampoco el de los gobiernos, ya que “la libertad no está en que
manden al azar y a su capricho, proceder criminal que implicaría, al mismo
tiempo, grandes daños para el Estado”.
Prudente en cuanto a calificar las formas de
gobierno, la Encíclica se opuso, sin embargo, a la tiranía, afirmando que “no
existe el derecho de mandar…contrario a la razón…”.
Igualmente, indicó que era preciso defender
“los derechos de cada ciudadano, los derechos de la familia, los derechos de
todos los miembros del Estado”; y que la sociedad no podía ser “abandonada al
capricho de una mayoría numérica, verdadero plano inclinado que lleva a la
tiranía”, siendo preciso resguardarla tanto de los errores del individualismo
como de los extremos del colectivismo.
“Ningún
período histórico puede vivir sin religión, sin verdad, sin justicia”, concluía
la Encíclica, como tampoco puede vivir el hombre sin libertades y derechos, sin
honor y virtud, sin conciencia de su propia dignidad.
Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
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