01.
Tucídides (460-
396 AC). “Diálogo de Melos”. Historia
de la Guerra del Peloponeso, V 86-116, traducción de J. J.
Torres. Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1991.
02. Durante la “Paz de Nicias”
(421-416 a.C.), que separa las dos fases más importantes de la Guerra del
Peloponeso (431-404 a.C.), los enviados de Atenas exigen a los habitantes de la
pequeña isla de Melos que renuncien a su neutralidad, se integren a la alianza
hegemonizada por Atenas y paguen el tributo que esto supone.
03. Tucídides
confronta en un diálogo las razones de los Melios para defender su neutralidad
y libertad, y el argumento del derecho del más fuerte que proclaman los
atenienses.
04.
Atenienses: “(...) Se trata más bien de
alcanzar lo posible de acuerdo con lo que unos y otros verdaderamente sentimos,
porque vosotros habéis aprendido, igual que lo sabemos nosotros, que en las
cuestiones humanas las razones de derecho intervienen cuando se parte de una
igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los más fuertes
determinan lo posible y los débiles lo aceptan”.
05.
Melios: ”Según nuestra manera de ver las cosas
al menos lo útil (es necesario, en efecto, moverse en esos términos, puesto que
vosotros habéis establecido que se hable de lo conveniente dejando aparte de
este modo las razones de derecho), lo útil, decimos, exige que nosotros no
acabemos con lo que es un bien común, sino que aquel que en cualquier ocasión
se encuentre en peligro pueda contar con la asistencia de unos razonables derechos
y obtenga provecho de ellos si con sus argumentos logra un cierto
convencimiento de su auditorio, aunque sea dentro de unos límites estrictos. Y
esto no es menos ventajoso para vosotros, tanto más cuanto que en vuestra caída
constituiríais un ejemplo para los demás por la magnitud de las represalias”.
06.
Atenienses: “(...) Ahora lo que queremos
demostraros es que estamos aquí para provecho de nuestro imperio y que os
haremos unas propuestas con vistas a la salvación de vuestra ciudad, porque
queremos dominaros sin problemas y conseguir que vuestra salvación sea de
utilidad para ambas partes”.
07.
Melios: “¿Y cómo puede resultar útil para
nosotros convertirnos en esclavos, del mismo modo que para vosotros lo es
ejercer el dominio?”.
08.
Atenienses: “Porque vosotros, en vez de sufrir
los males más terribles, seríais súbditos nuestros y nosotros, al no
destruiros, saldríamos ganando”.
09.
Melios: “¿De modo que no aceptaríais que,
permaneciendo neutrales, fuéramos amigos en lugar de enemigos, sin ser aliados
de ninguno de los dos bandos?”.
10.
Atenienses: “No, porque vuestra enemistad no
nos perjudica tanto como vuestra amistad, que para los pueblos que están bajo
nuestro dominio sería una prueba manifiesta de debilidad, mientras que vuestro
odio se interpretaría como una prueba de nuestra fuerza”.
11.
Melios: “¿Tal es la idea que vuestros súbditos
se forman de lo razonable, que ponen en un mismo plano a los pueblos que no
tienen ningún lazo con vosotros y a todos aquellos que en su mayoría son
colonos vuestros y de los que algunos han sido reducidos tras una sublevación?”.
12.
Atenienses: “Es que piensan que ni a los unos
ni a los otros les faltan razones de derecho; pero que unos se mantienen libres
gracias a su fuerza y que nosotros no vamos contra ellos por miedo. Así que,
amén de acrecentar nuestro imperio, por el hecho de ser conquistados nos
proporcionaríais seguridad, especialmente en vista de que vosotros, siendo
isleños, y más débiles que otros, no habríais logrado manteneros libres frente
a los señores del mar”.
13.
Melios: “¿Y no apreciáis seguridad en aquello
que os propusimos? (...) Vamos a ver, todos aquellos pueblos que actualmente no
son aliados de ninguno de los dos bandos, ¿cómo no los convertiréis en enemigos
cuando dirijan su mirada a lo que está pasando y se pongan a pensar que un día
también marcharéis contra ellos? ¿Y con ese comportamiento, qué otra cosa
haréis sino reforzar a vuestros enemigos actuales e incitar a convertirse en
enemigos bien a su pesar a los que ni siquiera tenían intención de serlo?”
14.
Atenienses: “No lo vemos así, puesto que no
consideramos más peligrosos para nosotros a todos esos pueblos de cualquier
parte del continente que, por la libertad de que gozan, se tomarán mucho tiempo
antes de ponerse guardia contra nosotros, sino a los isleños que en cualquier
parte no se someten a nuestro imperio, como es vuestro caso, y a los que ahora
mismo ya están exasperados por el peso ineludible de este imperio. Esos son, en
efecto, los que, dejándose arrastrar por la irracionalidad, podrían ponerse a
sí mismos, y a nosotros con ellos, en un peligro manifiesto”.
15.
Melios: “Pues, si vosotros corréis un tan gran
peligro para no ser desposeídos de vuestro imperio, y también lo afrontan
aquellos que ya son esclavos a fin de liberarse, para nosotros que todavía somos
libres sería ciertamente una gran vileza y cobardía no recurrir a cualquier
medio antes que soportar la esclavitud”.
16.
Atenienses: “No, si deliberáis con prudencia;
pues no es éste para vosotros un certamen de hombría en igualdad de
condiciones, para evitar el deshonor; se trata más bien de una deliberación
respecto a vuestra salvación, a fin de que no os resistáis a quienes son mucho
más fuertes que vosotros” (...)
17.
Melios: “También nosotros, sabedlo bien,
consideramos difícil luchar contra vuestro poderío y contra la fortuna, si ésta
no ha de repartirse por igual. No obstante, en lo tocante a la fortuna,
confiamos en que no seremos peor tratados por la divinidad, pues somos hombres
piadosos que nos enfrentamos a un enemigo injusto, y, en lo concierne a la
inferioridad de nuestras fuerzas, contamos con que estará a nuestro lado la
alianza de los lacedemonios, que se verá obligada a acudir en nuestra ayuda, si
no por otra razón, a causa de la afinidad de raza y por el sentimiento del
honor. En modo alguno es, pues, nuestra confianza tan irracional como afirmáis”
(...)
18.
Atenienses: (...) “Estamos observando que, a
pesar de haber afirmado que ibais a deliberar sobre vuestra salvación, en todo
este largo debate no habéis dado ni una sola razón con la que los hombres
puedan contar para creer que van a salvarse; por el contrario, vuestros fuertes
apoyos están en las esperanzas y en el futuro, y los recursos a vuestra
disposición son muy escasos para que podáis sobrevivir frente a las fuerzas que
ya están alineadas contra vosotros. Evidenciaréis, pues, la enorme
irracionalidad de vuestra actitud, si, una vez que nos hayáis despedido, no
tomáis una decisión que muestre una mayor sensatez que la de ahora. No vayáis a
tomar la senda de aquel sentimiento del honor que, en situaciones de manifiesto
peligro con el honor en juego, las más de las veces lleva a los hombres a la
ruina. Porque a muchos que todavía preveían adónde iban a parar, el llamado
sentido del honor, con la fuerza de su nombre seductor, les ha arrastrado consigo,
de modo que, vencidos por esa palabra, han ido de hecho a precipitarse por
voluntad propia en desgracias irremediables, y se han granjeado además un
deshonor que, por ser consecuencia de la insensatez, es más vergonzoso que si
fuera efecto de la suerte. De esto vosotros debéis guardaros si tomáis el buen
camino. No consideréis indecoroso doblegaros ante la ciudad más poderosa cuando
os hace la moderada propuesta de convertiros en aliados suyos, pagando el
tributo pero conservando vuestras tierras, ni dejar de porfiar por tomar el
peor partido cuando se os da la oportunidad de elegir entre la guerra y la
seguridad. Porque aquellos que no ceden ante los iguales, que se comportan
razonablemente con los más fuertes y que se muestran moderados con los más
débiles son los que tienen mayores posibilidades de éxito. Reflexionad, pues,
cuando nos hayamos retirado, y no dejéis de tener presente que estáis
decidiendo sobre vuestra patria, y que de esta única decisión sobre esta única
patria que tenéis, según sea acertada o no, dependerá que sea posible
mantenerla en pie”.
19.
Entonces los atenienses se retiraron del
debate; y los Melios, tras estar deliberando entre ellos, como su decisión
estaba en consonancia con su postura anterior y en desacuerdo con los atenienses,
respondieron lo siguiente: “Atenienses, ni nuestras opiniones son distintas a
las que sosteníamos al principio, ni en un instante vamos a privar de su
libertad a una ciudad que está habitada desde hace setecientos años, sino que,
confiando en la fortuna otorgada por la divinidad que hasta ahora la ha
mantenido a salvo y en la ayuda de los hombres, y en particular de los
lacedemonios, intentaremos salvarla. Nuestra propuesta es ser amigos vuestros,
sin enemistarnos con ninguno de los dos bloques, y que vosotros os retiréis de
nuestra tierra después de concluir un tratado que resulte satisfactorio para
ambas partes”.
20.
Esto es cuanto respondieron los Melios; y los
atenienses, dando ya por terminadas las negociaciones, hicieron la siguiente
declaración: “Verdaderamente, a juzgar por estas decisiones, sois, a nuestro
parecer, los únicos que tenéis por más cierto el futuro que los que estáis
viendo y que, con los ojos del deseo, contempláis como si ya estuviera
ocurriendo lo que todavía no se ve. En fin, cuanto mayor sea la confianza con
que os abandonéis a los lacedemonios, a la fortuna y a las esperanzas, tanto
mayor será vuestra caída” (...)
21.
Los atenienses mataron a todos los Melios
adultos que apresaron y redujeron a la esclavitud a niños y mujeres. Y ellos
mismos, con el posterior envío de quinientos colonos, poblaron el lugar.
22. ¿Permitirá usted que siga la matanza de
venezolanos, el saqueo de sus riquezas, la entrega al Stalin del Caribe, el
hambre del pueblo y la esclavitud tipo gulag soviético?
23. Obtenga usted de esta historia, apreciado
amigo(a), sus propias conclusiones y apreciaciones. Ojala le sean de provecho.
24. Y
recordemos, no basta tener de su parte la esperanza, la fe, y hasta la razón. Pero
solo con acción, con voluntad, con proceder, con trabajar, con luchar, con
hacer, se obtiene todo cuanto deseamos y nos proponemos. Para triunfar hay que
actuar.
“Tenemos que afrontar el hecho de que o vamos
a morir juntos o vamos a aprender a vivir juntos. Y si vivimos juntos, tenemos
que hablar”, Anna Eleanor Roosevelt, USA 1884-1962, escritora, diplomática,
esposa del Presidente Franklin Delano Roosevelt, considerada como una de las
líderes más influyentes en el siglo XX.
nelsonmaica@gmail.com
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