La
campaña de nuestro candidato Henrique Capriles se ha basado, a mi modo de ver
muy acertadamente, en las mentiras del gobierno.
Al ser el CNE, como lo hemos
denunciado más de una vez, el Ministerio electoral del régimen, este no podía
dejar de tener esa característica fundamental que lo identifica: mentiroso.
Existen tres mentiras fundamentales en el sistema electoral que nos están
imponiendo desde el año 2004 que lo descalifica para garantizar Elecciones
Autenticas a la población venezolana, razón por la cual cualquier cosa que
salga de allí tiene el sello de un fraude garantizado. Empezaré este primer
artículo con la más amenazadora de las mentiras: la captahuella. Las otras dos
las daré a conocer antes de las elecciones del 14A.
Desde
el año 2004 nace en el sistema electoral venezolano la figura de este tenebroso
aparato que captura la huella dactilar de los electores para ir a votar. Los
jóvenes que cumplen ahora 18 años y son votantes por primera vez no podrían
recordar-porque tenían 9 o 10 años y eran solo unos niños-, que el CNE
incorporó este periférico a las puertas de los centros de los 8 estados más
poblados del país, con la aviesa intención, a) de saber quiénes iban a votar y
b) colocarlos solo en los centros de población consistentemente opositora y
retrasar su voto.
Las
máquinas captahuellas estaban conectadas igualmente a computadores a la entrada
de los centros con la misma excusa con la que ahora están las maquinas de
identificación al elector: indicarle a la persona en que mesa votaría. El CNE
subcontrató a una compañía de telecomunicaciones- GILAT- para colocar
estaciones satelitales que conectaban con la red de esas maquinas conectadas a
la entrada de los centros (ver
http://www.eluniversal.com/2004/07/25/imp_revo_art_25151A.shtml). El acto de
votar que significaba en el pasado solo presentar la cedula de identidad
laminada en las mesas a cero costos, se convirtió en una tortura de un día
completo en colas interminables que le costó a la nación un aproximado de 65
millones de dólares.
La
intención del régimen a través de Jorge Rodríguez, Presidente del CNE de
entonces, fue mentirle abiertamente al país ya que como indica el artículo
mencionado “a través de un memorándum con fecha 29 de junio de 2004 instruyó al
secretario general del CNE, William Pacheco, para solicitarle "la
inclusión en agenda para el próximo directorio de la Propuesta para el Sistema
Automático de Identificación de Huellas Dactilares para Autentificación de
Votantes Vía Satélite, una persona-un voto". Desde allí están mintiéndole al
país justificando ese aparato indicando que garantizaba “un-elector-un-voto”.
No lo hizo antes ni lo hará ahora.
Para
el año 2005 la indignación fue tal que la población no fue a votar para las
elecciones parlamentarias de ese año. El régimen hizo “doble-play”: se robaron
el Referéndum Presidencial del 2004 con el invento de las captahuellas y luego
ni lo necesitaron el siguiente año porque los opositores, que siempre fuimos
mayoría desde ese año, les facilitamos el trabajo al abstenernos.
A
partir de allí, la captahuella ha formado parte obligada del menú del régimen
en el área electoral. El legado de Jorge Rodríguez para la eternización del
régimen por la vía electoral estaba garantizado. Es de hacer notar que la
oposición política NUNCA objetó técnica y de manera fundamentada la presencia
de ese aparato en los centros electorales. Nuestros técnicos, o se hicieron la
vista gorda- los musiues como decíamos antes-, o estaban en la jugada. Quedará
para la historia futura una investigación seria del papel técnico y político de
nuestra representación ante el CNE acerca de este complejo problema y el
establecimiento de las correspondientes responsabilidades administrativas y
penales.
Pero
continuemos que la cosa se pone buena. Ya para los siguientes procesos electorales
luego del 2005 el CNE volvió con la captahuellas, indicando que no serían
conectadas “en línea” para el Referéndum Constitucional del 2007 pero sí
utilizadas, provocando el mismo caos en las colas de los centros, engañando
siempre y justificándolas con el mismo argumento: “un-elector-un-voto”. No las
sacó del centro electoral más nunca y hasta el 2010 las mantuvo fuera de la
mesa o herradura electoral.
Para
el 2012 cambió la estrategia. Inventaron el SAI o Sistema de Autenticación
Integral, que llevaba la captahuella hasta la mismísima máquina de votación.
Con ese paso trascendental lograron dos efectos: a) insistir con la misma
mentira de que la captahuella garantizaba “un-elector-un-voto” y b) aterrorizar
a los electores porque ahora el aparato estaría conectado directamente a la
máquina de votación, te buscaba en una base de datos mostrando tu foto,
destrozando así la percepción del secreto del voto. La maquina ahora
funcionaba, no solo para ralentizar el proceso, sino para amedrentar a la población:
“si votas en contra del gobierno te descubriré y te sacaré de la Misión donde
estés” ¿Se dan cuenta de lo retorcido de esta gente?
Pero
la mentira más fabulosa de la captahuella reside en la justificación dada desde
su nacimiento en la escena electoral: la garantía de “un-elector-un-voto”.
Veamos eso técnicamente en detalle. Supongamos que el CNE tenga la totalidad de
las huellas de los electores, que se ha demostrado que no es así pero para los
efectos del ejemplo solo supongámoslo.
La
UNICA manera de garantizar que una persona haya votado UNA SOLA VEZ, usando
este mecanismo, en cualquier mesa en todo el país, es que el repositorio de
datos sea UNICO y contra el cual cada captahuella de TODAS las mesas haga una
búsqueda y se marque al elector como “YA VOTO” cuando éste efectivamente lo
haya hecho. Al intentar un elector fraudulento votar otra vez con su huella
dactilar, y al realizar de nuevo esa búsqueda, el sistema indicará
“ADVERTENCIA: ESTE ELECTOR YA VOTO”, con la consecuente respuesta de las
autoridades.
Esto
supondría un super servidor con una capacidad de tráfico para manejar las
aproximadamente 40.000 maquinas concurrentemente y despachando respuestas en
tiempo real al menos a 4.000 (un 10% conservadoramente) máquinas en todo el
país. Por supuesto ese super servidor deberá ser tolerante a fallas y tener un
espejo para que en caso de caídas fatales no interrumpa el servicio de las
captahuellas. Ni siquiera el banco más grande del país, o tal vez del mundo,
dispone de semejante infraestructura. Realizar un proyecto de tal naturaleza
exigiría mucho tiempo, prototipos,
pruebas en vivo de tiempo de respuesta, pruebas del software en línea,
infraestructura, etc, etc, etc… ¿Se dan cuenta de la mentira del CNE?
Es
por esa razón que cuando las personas llegan a la mesa electoral el funcionario
le solicita la cedula para digitarla en un teclado, cuando lo correcto debería
ser que se colocara primero la huella, se verificara esa huella en ese super
servidor y se constatara si el elector votó o no antes en cualquier mesa en
todo el país, contrastando con los datos de la cédula de identidad que presente
el elector. El actual procedimiento trae con la huella el registro del elector
que está ubicado en la máquina de ESA MESA pero en modo alguno garantiza que
esa persona no esté en otra y vote de la misma manera, con lo cual el principio
básico por el que Jorge Rodríguez se gasto 65 millones de dólares en
captahuellas nunca se cumplió en el año 2004 y menos aún en el resto de los
procesos electorales a partir de ese año. No solo fue una mentira sino que
también fue un acto de corrupción.
Para
una explicación más profunda y matemática de este fenómeno no hay mejor
referencia que el artículo de Mayo de 2012 de Iñaki Gainzaraín en su blog,
titulado “La «Captahuella» como Falacia del CNE (Psuv), y Pecado de las Élites
Electoreras” (ver en
http://gainzaedmat.blogspot.com/2012/05/la-captahuella-como-falacia-del-cne.html).
La
mentira que el CNE ha machacado una y mil veces se ha transformado en una
verdad como lo indicó Joseph Goebbels, ministro de propaganda de la Alemania
nazi, no habiendo forma ni manera de lograr que la oposición se pare y la
enfrente de una buena vez. Esta máquina viola nuestro Derecho Humano de decidir
sin coacción y trabas a quienes elegiremos como nuestros gobernantes. Hay que
seguir exigiendo su eliminación inmediata, no solo porque es una mentira, sino
porque es un derecho.
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