Nunca
una derrota había sido tan parecida a una victoria. Mientras el oficialismo se
abraza al triunfo de las elecciones presidenciales en Venezuela, éste no le da
más poder; por el contrario, lo debilita cada día más. Nadie les cree, ni les
legitima masivamente el triunfo que dicen haber alcanzado. Sus propias
instituciones les dan visos de legalidad al resultado anunciado, pero los
venezolanos sienten que el país se encuentra en un limbo político y eso crea y
podría dar la sensación de un vacío de poder.
En
honor a la verdad, a quien más le conviene en estos momentos el conteo total de
los votos es precisamente al oficialismo. Sino lo hace, nunca lo verán como
legitimo. Y si lo hace, pero los resultados no le favorecen, la culpa no será
del Presidente proclamado, sino de quien lo proclamó. El oficialismo tiene que
jugar no sólo a cuidar el poder gubernamental, sino también su haber político.
Una derrota la sufre cualquiera en cualquier circunstancia y en cualquier
momento, pero una acusación de hacer trampa, de cometer delito, de engañar a un
país o de violar normas constitucionales, ocasiona una pérdida política que
deja mancha en su historial. Es una deshonra para el partido de gobierno y para
sus líderes. Entonces, lo mejor es que el CNE asuma su responsabilidad. Si hay
dudas, despéjelas, para el bien de todos.
La
oposición no siente que haya perdido. Entró ganando al centro de votación, su
instinto le decía que el triunfo era de ella, a pesar de que días atrás las
encuestas le decían que estaba perdiendo. La tarjeta única la cohesionó de tal
manera que los votantes pasivos se convirtieron en activistas y casi un millón
de chavistas tomaron la decisión de abandonar a Nicolás Maduro. Los partidos
políticos que integran la mesa de la unidad democrática, fueron sobrepasados en
sus espacios por los llamados movilizadores espontáneos, voluntarios que
montaron su propia maquinaria de apoyo logístico y resultaron ser tan o más
eficientes que las tradicionales maquinarias de los partidos políticos. Ese es
un ejército civilista que está preparado, organizado, que se abrazó con los que
nunca se había abrazado, se conocieron y sintieron su pobreza (una espiritual y
otra material). De allí saldrán los nuevos venezolanos. Que Dios los cuide.
No
temamos, que no hay derrota en el camino. La victoria está en la fe y en el
plan de Dios. “Una vez Jesús de Nazaret estaba en un lugar orando. Cuando
terminó, uno de sus discípulos le pidió: -Señor, enséñanos a orar como Juan
enseñó a sus discípulos. Jesús les contestó: -Cuando oren, digan: Padre,
santificado sea tu nombre, venga tu reino; el pan nuestro de cada día danos
hoy; perdona nuestros pecados como también nosotros perdonamos a todos los que
nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación. Y les añadió: Supongamos que
uno tiene un amigo que acude a él a media noche y le pide: Amigo, présteme tres
panes, que ha llegado de viaje un amigo mío y no tengo qué ofrecerle. El otro
desde dentro le responde: No me vengas con molestias; estamos acostados yo y
mis niños; no puedo levantarme a dártelo. Les digo que, si no se levanta a
dárselo por amistad, se levantará a darle cuanto necesita para que deje de
molestarlo” (Lc. 11, 1-8). Oremos y pidámosle a Dios la paz y la justicia que
hemos venido pidiéndole. No importa que lo molestemos, Él conoce de nuestra
necesidad y lo que nos cuenta de Él su discípulo Juan, es para que no nos
cansemos de pedirle. Tengamos fe que llevaremos pan para la casa.
leninvalero1@hotmail.com
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