Es urgente entender la magnitud del presente desafío. No hacerlo, se traducirá en que se mantenga o empeore aún más la dramática situación de inseguridad, inflación, corrupción y desgobierno que abate al país.
¡TODAVÍA
ESTAMOS A TIEMPO!
Indudablemente,
estos días constituyen momentos críticos por lo que vive el país de cara al
proceso electoral toda vez que habrá de culminar este 14 de Abril cuando se
determine quién será el próximo presidente de la República de Venezuela. La
sociedad venezolana está a la vuelta de darse el gobierno que mejor cuadre con
las presentes realidades, por demás exigentes desde cualquier perspectiva.
Todo, por supuesto, dependerá de la visión que cada elector pueda tener del
terreno que esté pisando y que, al mismo tiempo, sea tierra fértil para el
futuro que forme parte de su imaginario en todos los sentidos. Bien, porque se
haya preparado para coadyuvar con la construcción del país en el contexto de
tiempos difíciles de dominar. O porque haya sido alguien que no aprendió a
debatir su vida entre problemas y oportunidades y, por tanto, haya preferido
vivir arrastrado a la migajas que puede ofrecerle un gobierno remolón y
camandulero.
Ante
la duda que este situación pudiera generar a nivel de las emociones, pero
también a instancia de la inteligencia y de la razón, habrá que preguntarse
quien mejor podrá ser quien conduzca los destinos de esta Venezuela hipotecada,
subyugada y malograda por la gestión de gobernantes que sólo se han dispuesto a
recrearse del ingreso petrolero en aras de un proselitismo fútil que no le ha
deparado garantías suficientes al desarrollo económico y social de la Nación.
¿Será quien represente la continuidad de la crisis de Estado y la tribulación
de un gobierno que hasta ahora ha sido
peor de lo mismo? ¿O será quien represente las esperanzas de un pueblo
que se moviliza tras un horizonte donde las libertades saben vencer las
fatalidades?
El
14 de Abril, el país estará jugándose su último minuto. Será casi un ultimátum
de no comprenderse que ese día será trascendental para tomar una decisión que
encamine a Venezuela hacia una vida de denodado desarrollo y diligente
crecimiento en todas las esferas de la vida pública. O para seguir
viviendo prisionero de dogmas obsoletos
que sólo devienen en consternación, humillación y disgregación.
Es
indiscutible que el país ha llegado a un punto de inflexión política en el
cual, o se anima la voluntad precisa para generar el consenso social y político
necesario para provocar un cambio decisivo este 14-A. O habrá que resignarse a
transitar una senda de empobrecimiento y conflicto cuyas proyecciones echarían
por tierra la mayor parte de los logros alcanzados. Las condiciones están dadas
para rebatir las amenazas del régimen cuando impunemente actúa expropiando y
expoliando propiedades y empresas sin respeto a los derechos fundamentales del
venezolano.
Es
urgente entender la magnitud del presente desafío. En lo inmediato, el
venezolano con sentido de responsabilidad en su futuro y en el de su familia,
deberá afrontar la inminencia de la decisión a tomar. No hacerlo, se traducirá
en que se mantenga o empeore aún más la dramática situación de inseguridad,
inflación, corrupción y desgobierno que abate al país. Aunque la República está
a la orilla del precipicio, puede decirse que todavía hay oportunidad para
restituir la plena democratización del sistema político. Es decir, para
recuperar la Venezuela perdida entre los estragos encauzados por el régimen. Al
día de hoy, frente a tan contundentes condiciones, puede decirse que ¡todavía
estamos a tiempo!
VENTANA
DE PAPEL
¿DESVERGONZADO
CAPITALISMO?
A
decir por lo que acontece estos días de campaña electoral en el terreno
político, podría inferirse que las contradicciones están a la orden del día.
Exhibidas, particularmente, por quienes se hacen llamar “socialistas” para
cautivar incautos. Es decir, se han dado a la tarea de manipular emociones en
ilusos, cándidos e incultos políticos con el único y malversado propósito de
conseguir los votos necesarios el próximo 14-A para seguir entonces disfrutando
las mieles del poder político en medio del desorden que igualmente han incitado
desde el des-gobierno que vienen arrastrando a lo largo del siglo XXI
venezolano.
Quienes
así actúan, apelando al mote de “socialistas”, lo hacen poseídos por la farsa
de parodiar una gestión gubernamental sólo de “bulla y cabulla”. Tan horrenda
careta, les ha permitido hacer uso de técnicas de engaño realizadas a manera de
ejercicio de demagogia de lo cual se sirven para confundir al país mientras
imponen sus ideas de modo autoritario. Igualmente, para burlarse de la
confianza de sus seguidores. Basta con advertir cómo se moviliza el tropel de
mentirosos de oficio que acompaña al embaucador mayor y candidato del actual régimen.
A Mérida, por ejemplo, no llegaron demostrando la modestia propia de una vida
socialista, alejada de toda ambición de poder y dinero. Por lo contrario.
Llegaron en Citation, Falcon, Beechjet, Lear, Gulfstream y King Air, aviones
éstos llenos de ostentación y opulencia. Todo por viajar con las comodidades
que sólo pueden brindar estos jets privados de lujo aún cuando sea a quienes
presumen de socialistas (de “garra larga”).
El
aeropuerto Alberto Carnevali, no dio abasto para estacionar tantos aviones cuya
cantidad sorprendió a merideños poco familiarizados con tan alto tráfico aéreo.
Ello, sin contar con los que aterrizaron en El Vigía, como el avión que
transporta a Nicolás Maduro y su corte de “enchufados”. No hay duda de que,
para disimular tanta fastuosidad, actúan con una humildad “perruna” llamándose
“hijos de Chávez”. Se desbordan en expresiones que exaltan el “socialismo”
mientras que, por otro lado, impugnan la burguesía sin darse cuenta de la vida
pomposa y rebosada de ostentaciones que llevan contrariamente al hecho de ser
conspicuos exponentes del llamado socialismo del siglo XXI. ¿Acaso así venden
el socialismo? ¿O es que todo eso de socialismo, es puro alarde cuando en
verdad es desvergonzado capitalismo?
DISCURSO
DE “PAJARITO”
Escuchar
cada discurso, si acaso así puede llamársele, del presidente (e) y además
candidato presidencial por orden del difunto comandante Hugo Chávez, es penoso.
Mejor dicho, vergonzoso. Es triste advertir la pésima calidad de quien dice ser
el heredero político del presidente fallecido toda vez que siempre se reconoció
su talante discursivo y su capacidad de improvisación lo cual le permitía
seducir con la palabra aunque luego pudiera convertirse en “hojas lanzadas al
viento”.
Pero oír a Nicolás Maduro Moros, significa un
esfuerzo heroico dada su falta de coherencia, de consistencia, de mensaje y de
contundencia. No hay transmisión alguna de emoción que pueda despertar la
confianza necesaria a partir de la cual se acrecienta la solidaridad tanto como
la posibilidad de exhortar expectativas que conduzcan a consolidar la fuerza
política y el arrojo social del candidato. Muy por el contrario a lo que estas
virtudes puedan estimular en el elector, los discursos del candidato del
régimen se tornan meras locuacidades que parecieran inocular malevolencia hacia
posturas de tolerancia y pluralidad democrática.
Quizás
el hecho de aceptar tan desventajosa debilidad, ha llevado a que estos actos
políticos se vean inundados de aristas con el propósito de asegurar la
concurrencia mediática necesaria . De otro modo, la descarada manipulación,
enajenación y exaltación irracional contagiarían de distinta manera sus
seguidores volteándole la tortilla a quien habla de todo y nada al mismo
tiempo. Con palabrerías así, Maduro ha venido perdiéndose en el espacio de una
política juiciosa. Más, porque desafina por andar groseramente tras los votos,
tras el dinero y tras las almas de venezolanos que han comprendido que, cuando
Maduro sermonea, sólo escuchan un discurso de “pajarito”.
@ajmonagas
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