"Las certezas indican que si no hay un cambio de política no habrá un cambio de resultados"
Las crisis son así. Sacan del fondo quieto de
las conciencias a todos los bichos que se habían hundido con el paso y el peso
de los años. El torrente cristalino que de antiguo corría rumoroso se
transforma en el charco de aguas verdosas, estancadas y putrefactas. Estos
tiempos de mutaciones violentas no envuelven sólo a "los otros" sino
a todos y desde las buenas almas que creemos que somos o queremos ser brotan
virus también malignos y contagiosos. Sí, las familias se dividen, los amigos
se separan, las envidias y los odios crecen. Hasta el camarada so pretexto de
defenderte argumenta "es que él es muy bueno, lo único que le pasa es
que... " y allí va clavada la daga en el lado izquierdo del esternón.
Son tiempos amargos en los cuales la
descomposición corroe los espacios ajenos y propios. La motocicleta que se
aproxima tiene que ser la de un asaltante; el automóvil estacionado ha de ser
la de los previsibles secuestradores; el próximo informe del Gobierno ha de ser
la continuidad de la tripa podrida de las mentiras; las discusiones opositoras
asumidas como más de aquello de lo que se pretende salir; el ánima presidencial
dando vueltas, abandonada de la mano de Dios, a merced de la confusa rabia de
sus opositores, pero sobre todo juguete de las ambiciones de sus subalternos
ahora alzados con el santo, la limosna -¡vaya qué limosna!- y en medio de la
manipulación de un cuerpo que nadie sabe cómo está, ni dónde y sobre todo, qué
quiere. (Adán, please, dinos algo)
LOS PERSONAJES.
Tal vez uno de los personajes
que expresa con mayor patetismo la situación actual es Nicolás Maduro. Si se
hace un esfuerzo por ver algo de su esencia, si se apartan sus aspavientos al
intentar el imposible de parecerse a su inaudible e intangible jefe, se
observará la crisis en marcha. Lo que era un proyecto de sustitución del
Presidente, pedregosa pero posible, se convirtió en un retortijón gaseoso de la
historia. Maduro quemó su capital político inicial -traspasado
desaprensivamente por el doliente- en apenas tres meses. No era poca cosa ser
ungido por un alma en pena, envuelta en la túnica de la santificación
prematura; pero, el heredero no estuvo a la altura. No se trata de devaluar las
imprevistas capacidades de Maduro sino de reconocer que cayó en las mandíbulas
horribles de una situación que no pudo manejar. Estos elementos no constituyen
una predicción, porque entre las novedades que permiten tiempos como los
actuales está que "lo extraordinario se vuelva cotidiano" y lo ordinario
también. Beppe Grillo puede ser primer ministro de Italia. Un suplente
desangelado puede vivir de una inercia que nadie pueda o quiera parar. Y puede
llegar a ser presidente al salir de este limbo en que está, en plena calle y en
medio del calorón, entre la esquina de Carmelitas y Miraflores.
No es menos dramática la situación del
Presidente de la AN. También ha sido mordisqueado por la crisis. De alternativa
dentro del chavismo, como representante de un sector militar más o menos
aprovechado y chambón, ha pasado a convertirse en eclipse precoz. Lo
degradaron: de ser un eventual sucesor de Chávez a ser un competidor de Maduro.
Parecía que tenía poder y seguramente puede dar algunas órdenes, manejar
recursos, reprimir a enemigos, pero la proyección hacia la sucesión se
encuentra atravesada por el chirrido de la muela del molino en que se ha
convertido la revolución después de la evaporación de su jefe.
Jorge Giordani, a quien por razones que se
generan en aulas de clase no querría imaginar en este brete, trasmutado en un
preboste de sobria, tranquila y monacal incompetencia. Sí, puede poner presos a
los directivos de las casas de bolsa como lo hizo, pero no puede resolver el
problema que aquellos legalmente resolvían. Puede zaherir a los ricos mientras
su compañero de mesa ministerial los alimenta; puede estar muy disgustado con
la corrupción pero la tiene en su nariz, y en vez de combatirla, da
declaraciones de prensa; acaba con el Sitme como un condotiero del siglo XVI en
Lombardía, pero no sabe cómo sustituirlo.
Nadie manda, nadie obedece. Hay un alzamiento
generalizado fuera del común objetivo de no perder el poder pero de una manera
tal que lo que tienen entre las manos puede que no lo agarre otro pero que se
les disuelva. Tal es la temperatura que su desbarajuste engendra. En medio de
esa tolvanera solo el bosque silencioso, amenazante, parece avanzar.
LOS DE ACÁ.
Tampoco los de la acera de
enfrente escapan a la dinámica del desastre. Vienen elecciones. En vez de
discutir políticas para ver cómo se deslíe el fraude, aunque sea en alguna
proporción o cómo se logra un entendimiento profundo, se imponen los soterrados
autoritarismos. Ya no es la voluntad del jefe sino la igualmente perversa de
las encuestas, trasmutación de una falsa voluntad general que convierte a los
políticos en rehenes de sus antípodas, los mecánicos de opinión pública.
Cierto que Henrique Capriles de lejos debe
ser el más popular y conocido. Tiene un trabajo reciente, personalmente
meritorio, que generó entusiasmo en una colectividad abatida por muchos años,
durante más de una década que es como un siglo. Pero de allí a que su
candidatura se convierta en una inevitabilidad que niegue el debate e impida la
alternancia, hay abismos.
Cuando Capriles asienta que sólo responderá
al "pueblo" y no a los "jefes", vuelve a la retórica del
que se va o se fue, según la cual por responderle al pueblo no le respondía a
nadie porque el pueblo era lo que él consideraba como tal. Al final era él. ¿Es
que acaso se puede repetir la experiencia de exclusión y falsa unidad por
arriba (mediana por abajo) que condujo a la derrota del 7-O?
Las certezas de este momento indican que si
no hay un cambio de política no habrá un cambio de resultados. Están mal si
creen que la carencia de popularidad de Maduro es el asunto. Los pichones de
autócratas, aunque no tengan votos suficientes, se convierten en más peligrosos
cuando manejan a su antojo procesos, tecnologías, tiempos y secuencias. ¿Acaso
no se ve el tejemaneje impune de los tribunales y la fiscalía?
Sin política no hay proyecto de poder. Sin
alianzas no hay fuerza. La idea del Comandante según la cual se podía llevar
nariceados a los demás porque carecían de fortaleza, repetida a escala en la
oposición, es no solo éticamente cuestionable, sino políticamente ineficiente.
No funciona.
Paradójicamente hay una rendija que la propia
MUD abrió y es el Informe autocrítico que encargó. Allí hay claves; estas
tampoco garantizan escapar de las mandíbulas que trituran y machacan, pero
abren intersticio para una política diferente.
En la política está la clave y en el nombre
está el engreimiento. En la política está el sentido y en el nombre el
estandarte. Como ayer y como siempre, es la política y no el mercadeo o el
financiamiento.
Twitter @carlosblancog
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