En mi juventud, entre los revolucionarios de
entonces, ser de derecha, o derechas (como les gusta a los españoles),
considerábamos a esa "gente" -la de derecha- como personas nocivas
para la sociedad. Nos basamos en la antigua diferenciación, salida de la
Revolución Francesa: quienes se sentaban del lado derecho eran los
conservadores, y la izquierda del recinto legislativo era ocupada por los
cuestionadores, revoltosos y críticos. De allí surgió esta categorización que
se sigue usando, desde el siglo XVIII hasta hoy, en la segunda década del siglo
XXI, especialmente en países del llamado tercer mundo.
Sin embargo, no tiene ningún sentido en la
actualidad esa diferenciación: el mundo demostró que no hay derechas e
izquierdas, sino modernizadores y anacrónicos. Aquí entre nosotros, el Gobierno
de Venezuela, por su conducta, tipificada entre fascista y comunista, por
contradictorio que parezca, con pretensiones de totalitario, tilda a quien no
lo acompaña en sus locuras, arbitrariedades, ilegalidades e ilegitimidades,
entre otros epítetos y pretensiones de descalificación.
Muchos compatriotas asumen la terminología de
"derecha" como una ofensa. En el mundo globalizado y actual, en las
grandes élites intelectuales del planeta la tal clasificación ya no cumple
ningún papel, pues al descubrir lo que significaba el estalinismo, horrendo y
torturante, ¿es posible creer que eso es ser de izquierda o de derecha? ¿El
castrismo anacrónico y adocenado es de izquierda? ¿Dónde está el criterio
independiente de los cultores de la izquierda?
Al llegar al poder se les acaba el criterio
independiente y tienen que aceptar lo que sea en función de "la
revolución". Ocurre una especie de castración de la crítica y de cualquier
movimiento o acción del que tome conciencia de los desastres, el grupete,
supuestamente revolucionario, cuya única obsesión es poder y dinero, se le
advierte al camarada que no ha perdido la visión todavía y el espíritu crítico,
"hay que tener cuidado, no sea que al ser crítico, se vuelva uno
contrarrevolucionario". Esta es una primera advertencia. Si se insiste,
puede ser que se pierda el trabajo, la confianza en el camarada tal, y empiece
una sutil vigilancia, que después deja de ser sutil.
¿Actuar así es de izquierda o de derecha?
Perder el derecho a expresar lo que se siente y piensa, es triste. Más cuando
son tus propios camaradas quienes te censuran.
Gloria Cuenca
Periodista/Prof. UCV
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