La muerte de James Buchanan, ocurrida hace
pocos días en Estados Unidos, ha justificado una revisión de su obra y su
trayectoria académica en distintos medios del mundo. En nuestro país tuvo menos
repercusión; es una oportunidad para repasar la situación de las ideas
liberales (y, para quien esto escribe, rendir un modesto homenaje a alguien de
que se siente deudor intelectual.
James M. Buchanan |
Cuando Buchanan obtuvo el premio Nobel de
Economía, en 1986, escribí dos largas columnas de opinión en El Cronista
Comercial, sobre el impacto de sus ideas en el ámbito de la economía y en el de
la política; veintiseis años después suscribo enteramente mis opiniones de
entonces).
Las tres décadas que siguieron a la crisis
del petróleo en los años 70, estuvieron fuertemente influidas por la ola
expansiva de las ideas liberales en el mundo. Distintas corrientes de
pensamiento identificadas con esa tradición tuvieron impacto en la filosofía
social, en la economía, en la ciencia política y en la sociología, además de
teñir de distintas maneras la esfera de las políticas públicas. Mucha gente
asoció entonces el auge del liberalismo con la decadencia del régimen soviético
–aunque más probablemente el retroceso del comunismo en el mundo fue
consecuencia del rezago tecnológico soviético antes que un desenlace en la
lucha de las ideas–. Sin duda, los principios fundamentales de la visión
liberal del mundo, en su mayor parte enunciados por los filósofos sociales y
políticos que dieron su impronta al siglo XVIII, lograron una extraordinaria
aceptación a lo largo y ancho del planeta; pero eso no diluyó las diferencias
en muchos aspectos teóricos y prácticos dentro de la tradición liberal. Ese
proceso puede, en gran medida, ser resumido en los nombres de algunos
pensadores prominentes que orientaron escuelas, programas de investigación y
literatura de divulgación de las ideas.
Uno de esos nombres fue James Buchanan
–destacado más como investigador y orientador que como divulgado–. Definido
habitualmente como economista, su obra marcó también una impronta en la ciencia política,
contribuyendo a desarrollar la larga corriente de ideas que redefinió el lugar
del actor individual en los procesos macro. En muchos programas de estudios
universitarios el enfoque del public choice es un capítulo central de la teoría política. Su programa de
investigación, que otros empezaron a
recorrer antes, reinstaló al individuo, y su capacidad de decidir por sí mismo,
en un lugar central de las determinaciones que producen las circunstancias
políticas en cada momento. Un impacto similar lo tuvo en la sociología el
enfoque de la investigación de mercado, que redefinió el foco del
funcionamiento de los mercados centrándolo en el consumidor individual.
Para mucha gente en el mundo de hoy la
palabra “liberal” remite a una defensa irrestricta del sistema capitalista
–cuya imagen estos días viene en baja– y se opone a una preferencia irrestricta
por el avance del Estado en todos los terrenos –que hoy encuentra mayor demanda
en casi todos lados–. En la Argentina esta simplificación mantiene aún mayor
vigencia que en otros lugares. Pero cuando se pasa de los debates de la vida
mundana al mundo de las ideas y de la vida académica, lo cierto es que la
tradición liberal goza de buena salud y resulta a menudo insoslayable para
avanzar en la comprensión de la realidad.
Los aportes de Buchanan al análisis de los
problemas fiscales, a la comprensión de la lógica de los consensos
constitucionales, a la complejidad de la
agregación de las decisiones individuales en la generación de resultados
colectivos (o públicos, para usar la palabra que él prefirió), y a la
naturaleza de las organizaciones burocráticas estatales, siguen siendo actuales
y estimulantes.
El mayor impacto de la obra de Buchanan es
posiblemente su enfoque de las burocracias gubernamentales. El mismo escribió
que el mejor resumen de su teoría se encuentra en un párrafo de John Stuart
Mill: “el primer principio del gobierno constitucional parte del supuesto de
que quien ejerza el poder político abusará de él para promover sus intereses
particulares, no porque eso sea siempre así, sino porque esa es la tendencia
natural de las cosas, de la cual nos protegen las instituciones libres”.
Una implicación de sus argumentos es que hay
una tensión no resuelta en la lógica de todo sistema democrático, entre por un
lado los derechos de las personas que son definidos en abstracto o en la letra
de las constituciones y por otro lado las preferencias de esas mismas personas,
los ciudadanos que votan y los individuos que formamos la opinión pública.
Pienso que esa tensión recorre el mundo actual desde hace por lo menos un
siglo, y sigue siendo el mayor desafío al orden democrático.
http://www.perfil.com/ediciones/2013/1/edicion_747/columnistas.html#
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os dejo lo mejor de buchanan
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