Es ingenua, por no decir algo peor, la
actitud de quienes pretenden que no se
culpe a los abstencionistas de la catastrófica derrota en las elecciones
del pasado 15 de diciembre. Ingenua y en muchos casos demagógica, del mismo
tenor de la conseja según la cual, en materia política “el pueblo nunca se
equivoca”. Históricamente es lo contrario, más frecuente es que se equivoque.
En el caso de nuestro país si no fuera así las cosas serían muy diferentes de
lo que son.
Otra cosa es que sea necesario investigar por
qué tanta gente juega a la abstención,
sin calar en la importancia que tiene el acto de votar, cuando no se dispone de
otra arma o recurso que el voto. Y sobre todo investigar qué responsabilidad
tiene la dirigencia de la oposición en
esa actitud abstencionista, y corregir drásticamente los errores que puedan
haber conducido a semejante actitud. Si no se hace así, las derrotas se seguirán
produciendo en las elecciones que tenemos por delante.
En la tendencia abstencionista opera, por
supuesto, la absurda creencia de que se va a unas elecciones solo porque se
está seguro de ganar. Es mucha la gente que no está dispuesta a perder las
elecciones, y que invariablemente, al perder,
atribuye la derrota al fraude y decide no votar más. Curiosamente, son
muchas las personas que no entienden
que a las elecciones se va a ganar o a perder. Son los que se decepcionan y
protestan cuando el candidato perdedor reconoce el triunfo del contrario, sin
darse cuenta de que los candidatos, y sobre todo los partidos o grupos
organizados que los respaldan, son los primeros que saben, ya desde temprano,
el resultado real de los comicios. Paradójicamente, tal conocimiento es
resultado también de la organización, y en tal caso no tiene ningún sentido
negarse al reconocimiento de la realidad. A menos que se tenga la certeza de
que, efectivamente, ha habido fraude, caso en el cual hay que jugárselas todas
en la denuncia del mismo y en el desconocimiento del éxito tramposo del
contrario.
Si de algo estoy seguro es de que, más
temprano que tarde la oposición
venezolana logrará derrotar al chavismo. Sobre todo porque este,
contrariamente a lo que muchos piensan,
no sobrevivirá sin Chávez. Pero el triunfo no está a la vuelta de la esquina.
Mientras Chávez exista, aun estando fuera del poder, ejercerá una poderosa
influencia en un amplio sector de la población. Solo una vez desaparecido, y
transcurrido un cierto tiempo de ello, las cosas en este país volverán a su
cauce normal.
grealemar@cantv.net
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