Muchas veces me he referido a lo que para mi es una muy desagradable costumbre y tal vez pueda ser un tarea a la que se han dedicado ahora mucha gente a través de cuanto medio cibernético se tenga acceso: el insulto como arma.
Me he
referido a esto cuando leyendo mensajes de las diferentes redes sociales se
observan comentarios, que lejos de producir argumentos para rebatir las
opiniones del adversario, solo recurren al insulto y a la descalificación de
quien los ha emitido.
En
Venezuela, en los últimos años parece ser una práctica que ha sido aupada y
auspiciada por muchos líderes políticos del gobierno, quienes con sus discursos
públicos no solo la propician sino que dan la pauta del insulto que se va a
poner “de moda” entre sus partidarios
Es
así como “golpista”, “escuálido” y otras han entrado en el vocabulario diario
de quienes no poseen mas argumentos para defender lo indefendible y son usadas
para referirse a cualquiera que se presuma lleva una posición contraria al
venerado líder.
Como
ejercicio pequeño, me tome el tiempo de revisar los comentarios que en algunos
portales informativos se hacen de las noticias que allí se publican o en
distintas entrevistas a quienes llevan la vocería de la oposición y lejos de
criticar (como bien pudieran hacer) los comentarios que se leen llevan tal
grado de violencia e insultos que en muchos casos el medio ha de suprimirlos,
en reguardo propio por lo que la “ley resorte” (que regula los contenidos de
los medios de comunicación venezolanos) dispone dentro de la normativa para
estas publicaciones.
Lo más
triste de toda esta reflexión, no es que haya un grupo parcializado con una
tendencia que se dedique a esto, es que esta práctica a ocasionado una
respuesta similar dentro del grupo opositor quienes tienen también un
vocabulario especial para referirse a todo aquel que huela a gobierno o a
simpatizante de este.
Tristeza
y vergüenza debería darnos por no poder alcanzar tener un lenguaje de discusión
que permita oír y hacernos oír.
Una
de las mejores cosas en la campaña de Henrique Capriles, fue la firme intensión
de no dejarse llevar por los insultos de su opositor Presidente de la
República Bolivariana de Venezuela, pero vergüenza debía darnos escuchar y
seguir escuchando semejante nivel de discurso de quien, en su carácter de
conductor de los destinos del país, debía llevar la bandera de la práctica de
la ética, la moral y las buenas maneras.
Mostremos la verdadera diferencia entre lo que debe y no
debe ser. Un ciudadano ejemplar no solo obedece las leyes, practica en su
cotidianidad dar el ejemplo de moral y buenas costumbres
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