Suena repetido escribir sobre la
comuna. Creo ser una de las pocas venezolana vivas y con memoria, que tuvieron
el raro privilegio de visitar una. Me siento en la obligación de volver al
tema.
Suena repetido escribir sobre la comuna.
Creo ser una de las pocas venezolana vivas y con memoria, que tuvieron el raro
privilegio de visitar una. Me siento en la obligación de volver al tema.
Se pretendió siempre, en la Comuna de
París, en los Soviets en la URSS y en la Comuna Popular China, que en ese
"espacio" de la comuna sí se podría lograr lo que las diferentes
revoluciones intentaron hacer y fracasaron.
Es decir, implantar el comunismo en
donde toda diferencia desaparecía. Entre los aspectos más importantes estaba el
llamado pensamiento de Mao Tse Tung, aplicado con dogmatismo y rigor. Esto
condujo a una situación terrible, de abusos y persecuciones. Nunca se tomó en
cuenta la condición humana. La igualdad y la responsabilidad de imponer la
autoridad correspondía a militantes del partido.
Eran escogidos entre quienes casi
siempre se comportaban como adulantes, y también aquellos que más resentimiento
y rencores expresaban contra los que estaban en desgracia y acusados de ser
seguidores del capitalismo. Torturas físicas y morales, abusos, humillaciones
sufridas por la gente, eran terribles, y sirvieron para transmitir la llamada
"pedagogía del terror", es decir para atemorizar a quienes vivían la
experiencia por la vía de un amigo, familiar o conocido.
Desde el punto de vista económico la
catástrofe fue descomunal. Se produjo una nueva hambruna, al lanzar,
conjuntamente con las comunas, la llamada "Gran Revolución Cultural".
La comida desapareció y la gente se desesperó, dedicándose a conseguir los
alimentos de la forma que fuera: robando, matando, chantajeando, entre otras
formas al margen de la ética y la ley. Desde el punto de vista de la educación,
se dejó a los jóvenes sin clases, a los universitarios encargados de la
dirección política sobre lo que pasaba sin instrucción de ningún tipo.
En medio de este caos, en mayo de
1976, visitamos la República Popular China por invitación de la agencia Sinjua.
Una comuna era parecida a un campo de concentración, pues allí se llevaba a
quienes no compartían el Pensamiento de Mao. Castigados, torturados,
humillados, vimos la llamada "autocrítica de seguidores del
capitalismo". Mao murió en agosto de ese año y los dirigentes que le
sucedieron decretaron la extinción de la comuna por inoperante y fracasada.
¿Qué se pretende hacer aquí? ¿Seguir copiando lo más malo?
Gloria Cuenca
Periodista / Prof. universitaria
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