La mayoría de quienes propician la abstención se fundamentan en la suposición de un fraude en los comicios pasados. Pero no ha habido una sola que describa cómo se ha realizado el presunto fraude. Se han señalado, eso sí, numerosos hechos irregulares, trampas, marramucias, chanchullos, como se decía antes, además del ventajismo escandaloso, practicado descaradamente a la vista de todo el mundo en favor del candidato oficialista, y con la aceptación cómplice, sospecho además que entusiasta, de las inefables señoras del CNE.
Pero de ahí a señalar fraude hay un buen trecho. Tales marramucias facilitan al sector gobiernero el triunfo electoral, y quizás aumente artificialmente el número de votos reales. Pero de que estos existen, y de que hasta hoy son mayoría, me parece temerario dudar. Como temeraria es también la posición de quienes se empecinan en alegar fraude por la única razón de que perdimos. Gente que no ha aprendido que a las elecciones se va a ganar o a perder. De modo que, a su limitado entender, cada vez que pierdan unas elecciones será porque habrá habido fraude.
No todos los que denuncian el presunto fraude, sin embargo, optan por la abstención en las próximas elecciones. Incluso hay quienes sostienen que el peligro del fraude hace más perentoria la necesidad de ir a votar. Una alta votación –dicen, con toda razón– no sólo puede derrotar a los candidatos del gobierno, sino también al propio fraude.
Es obvio que quien va a unas elecciones como candidato va con el deseo y el propósito de ganar. Salvo, por supuesto, los candidatos folklóricos y los simbólicos, que saben que no tienen posibilidad alguna, pero se lanzan de todos modos por determinadas razones, o sinrazones…
Pero es también obvio que la participación en unos comicios puede tener además otros propósitos o fines, aparte de ganar el cargo por el cual se contiende. Uno de esos fines es la necesidad de contarse. Un candidato o un grupo o partido político muchas veces se lanzan en unas elecciones para saber cuántos son, lo cual es muy importante en las lides políticas.
En las elecciones del 7 de octubre perdimos en la lucha por la presidencia y por sacar a Chávez del poder. Pero supimos que la oposición hoy cuenta con seis millones y medio de venezolanos, y sobre todo que esa cifra es el resultado de un crecimiento constante, correlativo de un descenso igualmente constante y acelerado de las fuerzas que apoyan al gobierno. Por supuesto que la pérdida fue mayor que el logro. Pero la utilidad de este es indiscutible.
grealemar@cantv.net
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