Mayoritariamente, los venezolanos han decidido
renovar el mandato de Hugo Chávez por seis años más. Lo democrático es
reconocerlo, aunque las condiciones de nuestras elecciones distan mucho de los
estándares democráticos y aun de la pauta constitucional y legal, y eso forma
parte de los motivos para querer cambiar las cosas en este país de nosotros.
El Presidente ha ganado y nuestros votos son
porque en este nuevo sexenio entienda que es presidente de todos los
venezolanos, que para todos debe gobernar y que a todos debe respetar; a
quienes votaron por él, y a quienes no lo hicimos.
Seis millones y medio de compatriotas dieron su
confianza a Henrique Capriles y a la Unidad que lo presentó; una cantidad
enorme, aunque no suficiente. Incluso, un tercio de ellos lo hizo en la tarjeta
que simbolizaba expresamente el proyecto unitario, buscándola sin mayor ayuda
publicitaria. Las demás maneras de votar por Capriles fueron válidas y
legítimas, pero esta era precisamente el símbolo escogido por unanimidad de la
Mesa como emblema. Gracias.
Esta campaña desigual la libramos con toda la
energía de nuestra voluntad y toda la fuerza de nuestra convicción. Luchamos
para ganar porque sabíamos cuán importante era para Venezuela esa victoria. El
resultado adverso debemos aceptarlo, asimilarlo, aprender de él. De lo hecho,
bueno o malo, y de lo no hecho. También de nuestro modo de hacerlo. Porque la
lucha no termina. No importa a quién le incumba la dirección. La lucha
continúa.
Sabíamos que ganar era difícil. Hicimos todo
aquello a nuestro alcance, y más, para lograrlo. Sentimos que la victoria era
posible e incluso cercana. Las últimas encuestas y los primeros resultados de
ese día eran alentadores. Nos duele en el alma no haber logrado el objetivo,
porque mucho se jugaba Venezuela en este lance. Nadie puede decir que no ha
cometido errores. Ya hemos designado un equipo para analizar el trabajo hecho y
su entorno condicionante, para proponer líneas estratégicas y de acción para la
Mesa de la Unidad, sus partidos miembros y su liderazgo.
El ejemplo de nuestro candidato presidencial es
gigantesco. Trabajó como ninguno. Tuvo un mensaje consistente. Conectó
emocionalmente con sus seguidores y supo hablarles a todos los venezolanos, más
allá de los linderos divisorios que la tenaz y abrumadora propaganda oficial
traza interesadamente. Se ganó el afecto de millones y el respeto de muchos
más.
La tristeza no nos vence. Nuestra
responsabilidad es más grande. También nuestro amor por Venezuela.
Ramón Guillermo Aveledo
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